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Continuamos en este número de Noticias UNGS con la publicación de los trabajos del profesor Roberto Amigo, investigador docente del Instituto del Desarrollo Humano que estudia problemas de historia del arte y dicta clases en la Licenciatura en Cultura y Lenguajes Artísticos, acerca de las distintas piezas de la historia de la pintura rioplatense cuyas gigantografías visten los muros de varios de los edificios del Campus de la Universidad. En este caso se trata de Manifestación, de Antonio Berni, tela de 1934 cuya reproducción ampliada es posiblemente una de las que más suele llamar la atención de los estudiantes, los trabajadores y los visitantes de nuestra Universidad.
La llegada de la figura avasalladora de David Alfaro Siqueiros a Buenos Aires en 1933 tuvo el consecuente impacto del discurso del muralismo mexicano en aquellos artistas que asumían el compromiso político como parte inherente a su práctica. Berni, sin embargo, expresó su disconformidad mediante el análisis del contexto político argentino, el abierto por el golpe de 1930, que anulaba la opción del muralismo como única opción para el arte revolucionario. Sus grandes pinturas de esos años (Manifestación, Desocupados, Chacareros) son el resultado de una hábil manipulación plástica para que la visibilidad “mural” tuviese como soporte una obra de “caballete”, sensación potenciada por el tratamiento monumental de las figuras. El realismo de Berni es la asimilación dispar de diversas tendencias estéticas contemporáneas (muralismo mexicano, surrealismo, scuola metafisica, nueva objetividad).
La línea política impuesta a comienzos de los años treinta en los partidos comunistas era la de la “proletarización”. En 1935 tuvo un viraje táctico para proponer los frentes populares contra el nazi-fascismo. Desde entonces, el frente con partidos de las burguesías nacionales se justificaría por la necesidad de cumplir las tareas pendientes de la revolución democrática burguesa. Distinguir entre las dos líneas políticas del PCA es de importancia, ya que generalmente se entienden las obras de Antonio Berni desde la segunda de ellas. Sin duda, la línea política de la proletarización podemos encontrarla en Manifestación y en Desocupados, ambas de 1934. Hay que tratar de evitar que la relación se reduzca a tal linealidad, ya que Berni es un artista complejo que actúa en diversos niveles. El espectador, sin duda, podía establecer una pronta relación de las pinturas con la situación económica y social producto de la crisis.
En Manifestación, temple sobre arpillera, Berni se distancia del discurso heroico de la clase trabajadora –habitual en los artistas comunistas– para afirmar el carácter opresivo que sufre la misma. No existe la propuesta de un sujeto revolucionario, por ello no hay signos políticos visibles salvo un cartel con la consigna general de “Pan y trabajo” y el puño de un obrero ubicado centralmente bajo el niño cuya mirada convoca al espectador. En Manifestación la conciencia de la clase es un terreno en disputa, el artista presenta a un sujeto social que no ha adquirido todavía un programa revolucionario: puede ser captado por cualquiera de los movimientos de masas de la década del treinta, desde el nacionalismo fascista hasta el accionismo obrero católico.
El comunista podía hacer una lectura de mayor complejidad: Manifestación era la expresión plástica de la autocrítica de la dirección comunista por no haber sabido captar a las masas trabajadoras golpeadas con el hambre y la desocupación por la crisis del treinta. Esta autocrítica acompañó como discurso voluntarista a la línea de la proletarización. Los trabajadores argentinos aún no eran comunistas; por eso, la desesperanza de los representados en Manifestación. Sin embargo, la subjetividad combativa de algunos escasos rostros y la mirada frontal del niño señalan que es probable el camino hacia la conciencia revolucionaria. Berni, militante comunista, presenta la “etapa actual de la lucha proletaria” en términos de la dialéctica subversiva.
¿Con quién disputan la calle los obreros de Manifestación? En 1934 la Iglesia católica organiza la enorme movilización del Congreso Eucarístico Internacional, con Eugenio Pacelli, futuro papa, oficiando la misa central en Palermo. Fueron más de un millón de católicos a orar ante la enorme cruz blanca que cubría el monumento de los españoles. No debemos desdeñar el peso político de miles de sujetos que sostienen públicamente su fe en que Jesucristo está realmente presente y operante en la Eucaristía. La educación católica y el catecismo parroquial habían dado sus frutos: más de cien mil niños desfilaron para tomar el cuerpo de Cristo durante el Congreso. En Manifestación el niño lleva en su mano un pan, a su lado el puño clasista, centrados en el triángulo de las miradas compasivas de los trabajadores hacia lo alto. Así, el niño con un pan, de Manifestación, cobra nuevo sentido, podía ser también comprendido como la representación irónica de una “comunión revolucionaria” en 1934. Berni, entonces, representa la autocrítica partidaria y la disputa por el sujeto social en tiempos de crisis y avance fascista.
Finalmente, esas masas disputadas entre el comunismo y el catolicismo encontraron su identificación en el peronismo. Tal vez debamos ver en ese niño con el pan la prefiguración de Juanito Laguna, la serie sobre el niño villero que pintó Berni en los años sesenta.
Manifestación, 1934, temple sobre arpillera 180 x 249,5 cm. MALBA, Colección Constantini. Ciudad de Buenos Aires.
Nuevo realismo
A mediados de los años treinta, luego de la visita a Buenos Aires del muralista mexicano David Alfaro Siqueiros, Antonio Berni (Rosario, 1905 – Buenos Aires, 1981) realizó pinturas de gran formato, como muros portables, con un estilo figurativo que el artista denominó “nuevo realismo”, dejando atrás su etapa surrealista europea.
Manifestación, de 1934, integra con Chacareros y Desocupados un conjunto que refiere a la crisis económica y al programa político del Partido Comunista Argentino, tanto hacia el proletariado como hacia los trabajadores rurales. Para hacer sus obras Berni utilizaba como imagen de base las mismas fotografías que él tomaba de desocupados, prostitutas y marginales. En Manifestación, el close up se torna en un recurso narrativo con el acercamiento de primeros planos de los rostros avanzando hacia el espectador. Es notable la tristeza de este retrato social colectivo. En la manifestación no se distingue ninguna identificación partidaria sino una consigna general democrática, acompañada por algún puño en alto. En el centro, la figura femenina con el niño recuerda las madonnas cristianas, sensación potenciada con la mirada hacia lo alto de los obreros y el pan eucarístico que lleva el niño en su mano.