EL NUEVO GOBIERNO.

Un nuevo ciclo político se ha iniciado en la Argentina, y será necesario estar atentos a los movimientos de las distintas dimensiones de la vida colectiva que se están viendo agitadas por las nuevas orientaciones que desde fines del año pasado presiden el manejo de la cosa pública. En esta nueva sección de Noticias UNGS se tratará de ir dando cuenta de estas importantes transformaciones, entre las que parecía conveniente comenzar prestando una atención muy especial a los movimientos de la economía. Es lo que hace en estas páginas el profesor Ricardo Aronskind.

Mauricio Macri –cabeza indiscutible de la coalición PRO-UCR– es un típico producto de la derecha latinoamericana favorable a “los mercados” (los grandes capitales), el endeudamiento externo, la sumisión económica a poderes corporativos globales y política a las potencias atlánticas encabezadas por Estados Unidos. En otros términos, la adaptación pasiva a la división internacional del trabajo propuesta desde los centros hegemónicos, y la adaptación de todas las instituciones pública y privadas, los actores sociales y la cultura local a la concepción neoliberal de la globalización. La nutrida presencia en el elenco gubernamental de directivos de firmas multinacionales es en sí una manifestación de esta voluntad “globalista”.

El nuevo presidente imprimió a su gestión un ritmo vertiginoso, bordeando la ilegalidad. El objetivo fue generar un “shock” redistributivo en el corto plazo, a favor de los sectores más concentrados, y contra el resto de la población. Los fuertes cambios de precios impulsados desde los primeros días (tipo de cambio, precios de los productos, tarifas públicas) son parte del rediseño del esquema distributivo tendiente a concentrar la riqueza.

El cambio redistributivo que se está promoviendo desde el estado, contra los asalariados, está lejos de haber concluido y de estar consolidado. Por un lado porque todo el sistema de precios está en movimiento, dado el tradicional comportamiento inflacionario del propio empresariado. Por otro lado, porque todavía no está claro cuál será la reacción de la mayoría de la sociedad frente a la pérdida significativa de ingresos, y en casos crecientes, del propio empleo.

Estamos transitando el momento en el que los diseños de política económica se encuentran con los actores sociales reales. Dado que está en curso un severo enfrentamiento con los intereses materiales concretos de las mayorías, el gobierno apuesta al acuerdo con las cúpulas sindicales, el arreglo con sectores parlamentarios opositores –a cambio de fondos para provincias y municipios–, el apoyo de la prensa hegemónica, la despolitización del debate público y la movilización de las ideas conservadoras presentes en diversos sectores de la sociedad.

El objetivo fue generar un “shock” redistributivo en el corto plazo, a favor de los sectores más concentrados, y contra el resto de la población.

Para poder fijar un salario real menor al previo (¿20/25%?) las fórmulas que el neoliberalismo argentino ha probado con eficacia han sido el desempleo y la creación de un clima lúgubre de desesperanza y resignación, para promover “voluntariamente” la aceptación de la rebaja en los ingresos de los trabajadores. En esta etapa el disciplinamiento social es la precondición necesaria para asegurar una caída permanente del salario.

La reconexión con el mercado financiero global está en plena marcha. Hay que desbrozar el camino para el reendeudamiento. Una vez hechas las concesiones que requieran los “buitres”, se despejará el acceso “libre” a un mercado financiero global ávido por prestarle a quien sea. Argentina, en el mundo actual, es un gran candidato.

El PRO necesita consolidar su poder político territorial; harán falta recursos para obras públicas que no provendrán de la recaudación tributaria sino del endeudamiento externo.

El acceso al crédito internacional es muy importante en el esquema macrista por varias razones. En primer lugar, porque desde su perspectiva ideológica es “regresar al mundo” del que nunca se debió salir: el de la dependencia neo-colonial del capital financiero.

Pero en un terreno político más concreto, porque el PRO necesita consolidar su poder político territorial, y harán falta recursos para obras públicas, que no provendrán de la recaudación tributaria (prohibido “desalentar” con impuestos a los ricos), sino que financiarán con renovado endeudamiento externo. En un contexto de achicamiento fiscal (por caída de la actividad económica), la forma de construir una base política afín y de generarles negocios a grupos locales que tienen fuertes dificultades competitivas externas será con obra pública.

Al mismo tiempo el gobierno sabe que hay elecciones dentro de dos años, y que la profundización del esquema neoliberal requiere ganarlas. Si las medidas que se están tomando son fuertemente contractivas del salario, de la demanda y del mercado interno, ¿cómo llegar dentro de dos años con posibilidades electorales razonables para Cambiemos? Es probable que, también en base al endeudamiento externo, se lancen planes de financiación de viviendas para clase media con hipotecas a 30 años.

El rediseño neoliberal de nuestro país está en marcha. Avanza sobre las debilidades del entramado social. Es, nuevamente, otra prueba para la “densidad nacional” de la sociedad argentina.

Ricardo Aronskind

Leer más.

Desarrollo y mercado interno