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Una nueva pintura y su correspondiente reseña a manos de Roberto Amigo, curador y profesor de la Licenciatura en Cultura y Lenguajes Artísticos de la Universidad, habitan las páginas de Noticias UNGS. En esta oportunidad se trata de Sin pan y sin trabajo, de Ernesto de la Cárcova, una obra fundamental de la pintura argentina.

En el arte argentino se encuentran obras cuya fortuna las ha convertido en emblemáticas, en referencias inmediatas. Son aquellas que han formado la identidad de nuestra pintura, aunque su influencia estilística o la trayectoria de su artista no justifiquen su lugar central en el canon del arte local. Es probable que Sin pan y sin trabajo de Ernesto de la Cárcova ocupe el primer lugar en ese canon. Como señala Laura Malosetti Costa, “es el primer cuadro de tema obrero con intención de crítica social en el arte argentino. Desde el momento de su exhibición ha sido una pieza emblemática del arte nacional: comentado, reproducido, citado y reapropiado por sucesivas generaciones de artistas, historiadores y críticos hasta la actualidad”. Sin embargo, no es una obra que haya potenciado una escuela; a pesar de su éxito en el tiempo, es una imagen estilísticamente aislada, incluso dentro de la obra del propio artista, que la habitual de la demanda burguesa de retratos y luego inteligentes desnudos de fuerza cromática. Aún más, en su larga estadía europea en el siglo XX –donde ejercía, entre otras funciones, como control de la tarea de los becarios– se aproximó a las recetas posimpresionistas, alejado definitivamente del realismo temprano.

“Es el primer cuadro de tema obrero con intención de crítica social en el arte argentino”.

Malosetti Costa ha descripto la pintura: “Hay algunos elementos de la composición y el tratamiento del tema que alejan a Sin pan y sin trabajo de las recetas naturalistas en favor de una mayor expresividad crítica, transformándolo en un cuadro de ideas: la posición inestable y el alargamiento de la espalda del obrero, la inclinación de la silla en que se apoya y de la mesa (que no responden a un esquema riguroso de perspectiva) generan tensión hacia el gesto de la mano que aparta la cortina y centra la atención sobre la escena que se desarrolla en la veduta del fondo. Allí puede verse un conflicto entre obreros y guardias a caballo, frente a una fábrica cerrada e inactiva. El plano inclinado de la mesa vacía, plenamente iluminado, presenta también un foco de interés en el que se destacan las herramientas, inútiles. La figura de la mujer con el niño en brazos, a la derecha de la composición, con un regazo extraordinariamente amplio y una expresión vacía en el rostro, funciona como contrafigura de la tensión dramática del obrero” (“Ernesto de la Cárcova. Sin pan y sin trabajo”, en Roberto Amigo [dir.], MNBA. Colección. Buenos Aires, AAMNBA, 2010, Tomo 1, p. 404).

Aunque en esta narración no menciona el puño en la mesa, que, a fin de cuentas, es lo que transforma a una pintura naturalista de la miseria en una obra programática, es decir, realista, sí lo remarca en un ensayo previo al señalar las modificaciones entre el boceto realizado en Roma y la pintura terminada en Buenos Aires: en el primero, el puño se alza contra la ventana donde se observa la represión –con la variante de humo en las chimeneas, es decir, la fábrica activa–, y la otra mano se apoya abierta en la mesa. Las manos son centrales en la pintura –es fácil observar el pentimento del artista–, también las de la mujer: crispadas sosteniendo a su hijo sobre el pecho flácido, desnutrido, mientras que la cabeza se dirige con su inclinación al puño de su marido. No es una “madre del pueblo” sino una alegoría de la miseria, carente de toda heroicidad. La pintura, además, es fría: está resuelta compositivamente desde el azul, el color preferido de los simbolistas (en este punto se asemeja aReposo de Eduardo Schiaffino).

“Hay algunos elementos de la composición y el tratamiento del tema que alejan a Sin pan y sin trabajo de las recetas naturalistas en favor de una mayor expresividad crítica, transformándolo en un cuadro de ideas”

Una de las claves del éxito de Sin pan y sin trabajo es la certera relación entre el título y la imagen, que ha puesto en el olvido su otro título decimonónico: La huelga, que sin duda generaba expectativas de masas que la pintura no cumplía. Sin pan y sin trabajo no es un texto descriptivo de la representación, tan habitual en siglo XIX, ni de indicación de género pictórico; tampoco es un título poético. Tiene la fuerza de una consigna, pero no desde la reivindicación clasista sino desde la negación. El título formula el instante entre carencia y conciencia, el momento en el cual la incertidumbre de la miseria se desplaza hacia la subjetividad de la clase. Señalemos un dato fundamental para comprender este tránsito: el obrero desocupado mira desde su cuarto miserable la represión al piquete de huelga fabril; no está en la escena de lucha, es aún un espectador. Las herramientas de trabajo en el borde de la mesa (entramos a la visión de la pintura por ellas) no son “inútiles” (como indica Malosetti Costa), sino inactivas, ubicadas en la misma línea horizontal que el hijo proletario. Madre e hijo, que se replican como promesa de futuro en Manifestación de Berni, delante de la pancarta de “Pan y Trabajo”, con el puño obrero a su lado.

Sin pan y sin trabajo se expuso en el Salón del Ateneo de noviembre de 1894, cuando la crisis económica y política del noventa ya se había mitigado. De la Cárcova, afiliado al Centro Obrero Socialista, antecesor del Partido Socialista, recibe el primer elogio en la prensa por parte de un camarada intelectual: Roberto J. Payró comprende que lo representado es el estado de la conciencia de la clase: “Pero él no sabe todavía. Se enfurece ante el efecto y no se da cuenta de la causa. Mañana, cuando la conozca, se hará un anarquista, y se vengará de sus furores injustos contra los compañeros de sufrimiento, con otros furores, mortíferos, que lo llevarán quién sabe a qué extremidades nefastas”. (La Nación, 3 de noviembre de 1894). A fin de cuentas, la pintura debe ser el programa de la moderación reformista, y la crítica de arte, ser útil como advertencia en el gran diario burgués.

Roberto Amigo

Sin pan y sin trabajo

Sin pan y sin trabajo_opt

De La Cárcova, Ernesto, Sin pan y sin trabajo, 1894
Óleo sobre tela, 125,5 cm x 216 cm
Colección del Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA)

La fuerte expresividad de Sin pan y sin trabajo se condensa en el gesto de protesta del hombre, el puño, que golpea impotente, y la espalda curvada, cuando observa por la ventana el enfrentamiento entre obreros de la fábrica cerrada y policías a caballo. Las herramientas, inútiles, descansan sobre la mesa resuelta con forzada perspectiva. La mujer con el niño en sus brazos es el rostro de la miseria urbana. La pintura reúne, de este modo, en una sola escena, dos temáticas habituales del realismo del siglo XIX: la lucha obrera y la representación de la miseria.