ENTREVISTA DIANA SUÁREZ.
“Hay que pensar la innovación desde y para Latinoamérica”, señala la investigadora docente del Instituto de Industria de la Universidad Diana Suárez. En diálogo con Noticias UNGS, la experta en problemas de desarrollo económico e innovación tecnológica reflexionó sobre el necesario vínculo entre la ciencia y los problemas sociales y recalcó que “el derrame” de los desarrollos de la primera sobre la solución de los segundos nunca es automático. También se refirió a la deuda de los cientistas sociales con los procesos de desarrollo nacional y al Estado y su ineludible presencia en la vida económica y social. Y comentó los proyectos en los que actualmente trabaja.
El vínculo de Diana Suárez con la UNGS cumple este año dos décadas. En 1998, cuando aún cursaba el último año de la escuela secundaria, se inscribió al Curso de Aprestamiento Universitario (CAU) para ingresar a la Universidad. Su interés por la dimensión práctica de la economía la llevó a elegir la licenciatura en Economía Industrial. Trabajó un tiempo en un centro de investigación externo a la Universidad, pero su vínculo con la UNGS continuó después como graduada. Cursó y completó la Maestría en Gestión de la Ciencia, la Tecnología y la Innovación en la Universidad. De a poco, comenzó a dar clases y volvió al equipo de investigación con el que había empezado a trabajar desde antes de recibirse de licenciada. “Extrañaba mucho, éste era como mi lugar en el mundo, siempre lo fue”, afirmó, en diálogo con Noticias UNGS. Lo mismo le ocurrió cuando, después de vivir un año en Dinamarca, donde se doctoró en Economía de la Innovación en la Universidad de Aalborg (también tiene un doctorado en Ciencias Sociales por la Universidad Nacional de Quilmes), le ofrecieron quedarse a vivir allá: una vez más, volvió. Hoy trabaja en distintos proyectos, entre ellos uno vinculado a la violencia de género y también participa en la elaboración de un manual de innovación iberoamericano.
–La innovación como mecanismo de inclusión y desarrollo social fue el eje central de la Conferencia Globelics en Buenos Aires, organizada por la UNGS y otras universidades en 2011.
–La innovación no es un mecanismo de inclusión y desarrollo social sino que tiene que serlo. El error que hemos cometido en las políticas en los últimos veinte años en Argentina, en Latinoamérica y también en Europa es pensar que si vos innovás eso derrama en forma automática en mejores salarios y mayores capacidades. Hay que poner la innovación y la ciencia, la tecnología en general, al servicio de los problemas sociales. Se tienen que poder complementar.
–Esa conferencia tuvo lugar en 2011, otro momento del país. ¿Cómo ves hoy las políticas públicas en ciencia, tecnología e innovación (CTI)?
–Me cuesta mucho hablar de política de innovación en un país donde está creciendo la desocupación, la pobreza, la mortandad infantil, donde hay una política de criminalización de la protesta, del gatillo fácil. Hay un doble discurso, no estoy segura que las políticas públicas estén mirando en ese sentido. Hay un montón de problemas que están aumentando y resurgiendo en Argentina y decir que las políticas de CTI están abordando problemas estratégicos cuando sube la pobreza es como estar desconectado del mundo real, es como seguir pensado que nosotros con los guardapolvos venimos a solucionar los males del mundo. En el gobierno actual se nota más porque están subiendo algunos indicadores, está bajando la demanda agregada, pero son muchos años de una política científica que parece estar desconectada de los grandes problemas. La ciencia y la tecnología no pueden estar desvinculadas de estos problemas. Tenemos un montón de herramientas que ofrecer para ayudar a solucionar esos problemas que tiene la sociedad hoy.
“El error de las políticas de los últimos veinte años en Argentina, en Latinoamérica y también en Europa es pensar que si hay innovación eso derrama en forma automática en mejores salarios y mayores capacidades.”
–¿Creés que se trata de discursos oficiales vacíos de contenido, o de diferentes formas de entender la innovación, el desarrollo y la competitividad?
–Hay modelos en pugna. Hay un modelo que supone que el desarrollo de las industrias high-tech es el que va a generar los empleos del futuro, entonces hay que dejar que los mercados se acomoden, que la competitividad esté dada por los recursos que tengamos, y desarrollar estas industrias por las que se está apostando. Pero la realidad es que no alcanza eso para cubrir las necesidades de empleo y de inversión. Tenemos que desarrollar las industrias high-tech, avanzar en el upgrading tecnológico de la estructura productiva en general. Es mentira que la tecnología solo puede estar en las computadoras (la ropa deportiva es el mejor ejemplo de cómo la industria textil puede volverse high-tech). Tendríamos que avanzar en esa línea, pero sin desconocer también que hay problemas. El discurso de la innovación está muy bien, no discuto que hay que desarrollar la industria de alta tecnología, tenemos un montón que ofrecer. La industria del software es un caso, pero también la electrónica, alimentos, farmoquímica, biotecnología, que si bien no tienen la capacidad de mover el amperímetro, dan cuenta de la capacidad de hacer cosas buenas y de punta en Argentina. El tema es cómo hacer para que eso traccione hacia una mejora en el resto de la estructura.
–¿Qué ejemplos concretos podrías dar que den cuenta de la posibilidad de ese vínculo entre CTI y problemas sociales?
–Por ejemplo: estamos presentando un proyecto sobre violencia de género, en el marco de la convocatoria del Fondo Estímulo que brinda la Universidad a través del Centro de Servicios a la Comunidad. El objetivo es desarrollar un dispositivo similar a una tobillera electrónica para los casos de restricciones perimetrales. Si hoy vos tenés Uber instalado en tu celular y sabés qué autos hay cerca, por qué una mujer víctima de violencia de género no puede ver en su celular o en cualquier lado que la persona con una orden de restricción hacia ella se le está acercando. La tecnología existe. Me parece que desde las ciencias sociales y desde la informáticas podemos contribuir a discutir, armar y pensar estos protocolos de intervención.
–¿Considerás que la falta de inversión o desarrollo de dispositivos de este tipo está relacionada con una cuestión de rentabilidad?
–Si a la rentabilidad la buscás, la encontrás. El IPhone se desarrolló por grandes inversiones del sector público en Estados Unidos. Se trata de una estructura productiva capaz de capturar esa oportunidad de rentabilidad. Acá es más débil, está más desarticulada, muy por debajo de la frontera, pero la rentabilidad la podés encontrar. Hay un problema de incentivos en la ciencia. Si está cambiando el tipo de cambio, si no sabés qué va a pasar con las paritarias, si tenés un montón de otros problemas en tu empresa, ¿qué resto te queda para dedicarte a estas cuestiones? Desde la ciencia, la tecnología y la universidad se trata de discutir en la frontera tecnológica internacional. Y, por otro lado, tenés un sistema empresario que tiene, a lo mejor, problemas mucho más elementales que resolver. La política tiene un rol ahí. Seguimos con una visión lineal, la misma que dice que las empresas no hacen I+D porque no tienen plata para hacer I+D.
–En tiempos de algún tipo de estabilidad económica y social, ¿esto fue distinto?
–No me queda claro que en esto el tiempo pasado haya sido mejor. Con el último modelo, durante el período kirchnerista, hubo una macro estable, con proteccionismo y sostenimiento de la demanda agregada como mecanismos de promoción, y tampoco eso generó incentivos para que los empresarios invirtieran más. Se sostuvo el empleo, pero tampoco hubo un disparador de los niveles de competitividad. Esto llevó a limitar el crecimiento, que es de lo que se agarra el nuevo gobierno. Hay un nivel de complejidad en el tema de la innovación que no fue abordado con seriedad, ni por el gobierno anterior ni por el actual. Es necesario entender la complejidad y articular los ministerios del sector público. Históricamente, el Ministerio de Ciencia y Tecnología estuvo desvinculado de las actividades de Producción. Es muy raro pero en nuestro país este Ministerio está más cerca de Educación que de Producción, y eso es un problema.
“Desde la ciencia, la tecnología y la universidad se trata de discutir en la frontera tecnológica internacional. Mientras que el sistema empresario tiene problemas mucho más elementales que resolver.”
–¿A qué crees que se debe la debilidad de los países subdesarrollados, o de sus Estados, para el despliegue de políticas de cambio estructural, de desarrollo sostenible?
–Los académicos tenemos una deuda: pensar cómo disparar procesos de desarrollo, lo que tiene que ver en algún punto con que importamos la forma de pensar de los países desarrollados. Hay pensamiento propio, pero la estructura, el enfoque de los sistemas nacionales de innovación, nace en los países escandinavos. Hay distintas explicaciones sobre por qué no nos desarrollamos. La que más me gusta es la de la coherencia entre los subsistemas, de Cristopher Freeman. Según esta teoría, el desarrollo depende de tener subsistemas coherentes, de que tu sistema educativo sea coherente con tu sistema social, con tu sistema político, etcétera. Puede gustar o no, pero Estados Unidos es coherente. Allí tenés un subsistema educativo individualista, con un capitalismo individualista, y esto es coherente con un sistema político individualista. En contraste, si uno mira el desarrollo de Japón en la segunda posguerra, éste era un sistema mucho más cooperativo. Era cooperativo en la educación, en la política y en la economía. Y uno mira Latinoamérica y lo que falta es coherencia. Si durante el período de industrialización por sustitución de importaciones (ISI) el subsistema productivo era la industria metalmecánica, pero el de ciencia y tecnología promovía la química y la nuclear, era incoherente. Esa falta de articulación, de coherencia, es la que bloquea el desarrollo. ¿De qué coherencia en la lucha contra la pobreza me hablás si estás cerrando escuelas rurales porque tienen poca gente? No hay coherencia ni en las propias metas. La uruguaya Judith Sutz dice que nos falta un pacto, un acuerdo social, ponernos de acuerdo con que hay cosas que están bien, que está bien que el Estado gaste en ciencia y tecnología.
“A mí me asusta volver a esa discusión del Estado como problema, porque la verdad es que en el mundo no hay evidencia de que eso te lleve al desarrollo. Al contrario, agrava las crisis, la inequidad, la pobreza. Cuando uno mira los países desarrollados hay un Estado muy presente.”
–Hiciste un doctorado en Dinamarca. Conociste a Bengt-Åke Lundvall, profesor de Economía en la Universidad de Aalborg. ¿Cuál es su opinión sobre la innovación? ¿Acordás con él?
–A Lundvall lo conocí en el marco de Globelics en Buenos Aires. Mi vínculo terminó afianzándose y él me propone ir a estudiar a su país. Tenía la opción de ir a Holanda también, pero elegí Dinamarca, porque para mí es en general como el lugar desarrollado en el mundo. Lundvall tiene una visión muy interesante de lo que es la innovación. La entiende como un proceso emergente, no es un resultado al que podés aspirar sino al que se llega si confluyen una serie de factores. Los sistemas de innovación permiten la emergencia de innovaciones y funcionan cuando emergen las innovaciones. No hay un sistema bueno o malo: es un sistema que funciona cuando funciona. Plantea, además, la articulación de los sistemas de innovación con las cadenas globales de valor. La idea de que la producción ya no es nacional: es global. Lo que me pasa con Lundvall es que si bien estuvo mucho tiempo en países en desarrollo, vive en Dinamarca, su oficina está en Dinamarca. Solía discutir con él porque, según su visión, Argentina no es un país en desarrollo, cree que estamos más cerca de Europa. Es cierto, estamos más de Europa que de Mozambique, pero también hay un montón de problemas de desarrollo, como la inestabilidad institucional, que marcan una diferencia abismal con los países desarrollados. Además, una de las cosas más peligrosas del enfoque de los sistemas es que esta idea de que un sistema funciona cuando funciona implica de alguna manera el aceptar que todos los sistemas son igualmente buenos. Los sistemas basados en los recursos naturales, en las actividades más extractivas, en la producción primaria, son sistemas que funcionan. Nadie duda de que la producción primaria en Argentina funciona, pero eso no derrama, no tracciona al resto de la economía. El desafío ahí es cómo hacés para que eso se transforme en algo que abarque a toda la sociedad. La reprimarización de América Latina en los últimos años fue increíble. Es un sistema que no incorpora mano de obra, no es mano-de-obra-intensivo. Entonces: ¿qué haces con el empleo? Alemania está repatriando empresas. Trump, en toda su locura, plantea volver a producir en su país, Estados Unidos. Me parece que resulta interesante pensar los sistemas de innovación desde Latinoamérica para Latinoamérica.
–En relación con la cuestión de la precarización laboral, ¿cómo funciona en Dinamarca la seguridad social?
–En Dinamarca tienen un período de vacaciones por cada estación, trabajan hasta las cinco de la tarde y la seguridad social es increíble, no pagás nada extra. Allí, como también en Finlandia o Noruega, hay una participación del Estado en todo. Son sociedades muy igualitarias, la distancia entre el que más gana y el que menos gana es muy poca. La evidencia empírica muestra que la seguridad social no tiene nada que ver con los niveles de productividad, porque si no Inglaterra y Alemania serían poco productivas. A mí me asusta volver a esa discusión del Estado como problema, porque la verdad es que en el mundo no hay evidencia de que eso te lleve al desarrollo. Al contrario, agrava las crisis, la inequidad, la pobreza. Cuando uno mira los países desarrollados hay un Estado muy presente.
“Importamos la forma de pensar de los países desarrollados. Hay pensamiento propio, pero la estructura, el enfoque de los sistemas nacionales de innovación, nace en los países escandinavos.”
–¿En qué proyectos de investigación estás trabajando en la actualidad?
–En dos. Uno es la continuación de mi tesis de doctorado, en la que estudié 800 empresas argentinas a lo largo del tiempo, entre 1998 y 2006. Allí observamos que a pesar de los cambios y la estabilidad había empresas siempre buenas, otras siempre malas y empresas que pasaban de malas a buenas, y lo que vimos es que el pasar de malo a bueno tenía que ver con las capacidades. Como continuidad de ese trabajo, estoy participando en un proyecto para estudiar la relación de las capacidades en el proceso innovativo, en la política pública. El otro proyecto tiene que ver con el estudio de los sistemas nacionales de innovación, pero pensado en términos del desarrollo. Estamos haciendo un manual de innovación para Latinoamérica e Iberoamérica, dirigido a estudiantes de grado y de posgrado. Los manuales de innovación que hay hoy están en inglés y están pensados para otras realidades. Entonces, a través de la red LALICS (ver recuadro) vamos a editar este manual, que va a ser en español y gratis. Entendemos que hay que empezar a enseñar con material pensado por latinoamericanos.
“La reprimarización de América Latina en los últimos años fue increíble. Es un sistema que no incorpora mano de obra de forma intensiva: ¿Qué hacemos con el empleo?.”
–¿Cómo es el vínculo del cientista social con el Estado en la actualidad, y qué rol ocupa o debería ocupar la investigación en la agenda para el desarrollo?
–Hay buenas interacciones con el Estado, pero deberíamos tener más, o deberían escucharnos más. Falta articulación. Es una responsabilidad de los dos lados. Los investigadores somos incapaces de pensar en las urgencias del Estado. Un paper te puede llevar dos años y el gobierno no tiene dos años hasta tener el resultado. Y viceversa: si tenemos el resultado, es necesario que se preste atención. El desafío es identificar o ver cómo podemos contribuir, pensar creativamente, no creer que el derrame es automático. Tenemos una responsabilidad. Pero además somos cientistas que trabajamos en una universidad, y nuestra mayor responsabilidad la tenemos con las actividades de formación, con la docencia. Como se ha dicho siempre en esta universidad, “enseñar de lo que investigamos, investigar de lo que enseñamos”. Me parece que este vínculo es muy importante. No podemos desconectarnos de la realidad.
Analía Fasoletti
Julio, mes de encuentros sobre economía y desarrollo
Días de debate plural en torno a cuestiones del desarrollo tendrán lugar en julio de 2018 en la ciudad de Buenos Aires. Por un lado, el 16 se realizará el Foro Doctoral LALICS (Latin American Network for Economics of Learning, Innovation and Competence Building System), organizado por la UNGS junto a la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM) y destinado a estudiantes de maestría y doctorado cuyas investigaciones se orienten a temáticas de innovación, cambio tecnológico y desarrollo económico. Diana Suárez, quien participa en la organización, explica que la idea es generar un espacio para que estudiantes de maestría y doctorado puedan acceder a un momento de formación y de discusión personalizado de sus proyectos de tesis, a imagen de lo que ocurre en las escuelas de doctorado internacionales. “Apostamos a que puedan venir muchos argentinos, porque el año que viene es posible que sea en México”, recalca. LALICS es la versión latinoamericana de Globelics (Global Network for Economics of Learning, Innovation and Competence Building Systems). Del foro, que se realizará en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires, participarán investigadores de distintas universidades nacionales y del CONICET. De la UNGS, además de Suárez, estarán José Borello, Manuel Gonzalo, Pablo Míguez, Darío Milesi, Sonia Roitter, Sebastián Sztulwark y Gabriel Yoguel.
Acontinuación del foro, el 17 y 18 de julio, se realizará, también en la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA, la Primera Conferencia sobre Planificación del Desarrollo “Julio H. G. Olivera”, organizada por el área de Economía Política de la UNGS y otras instituciones. El investigador docente de la Universidad Mariano Arana, uno de los organizadores, destacó que el encuentro permitirá el diálogo entre distintos espacios de producción intelectual en el país y del exterior. “Para los estudiantes y economistas de la UNGS es importante tener presencia en estos espacios de reflexión crítica de la ortodoxia”, afirmó. Destacó también la figura de Olivera, economista que le da nombre al encuentro, por ser “un constructor de economistas en Argentina”. Olivera, promotor de la importancia de la educación como base y fuerza motriz del crecimiento económico, participó de numerosas instituciones en el país, desde la Asociación Argentina de Economía Política hasta el Plan Fénix. Arana sostiene que Olivera, si bien fue un hombre cercano a espacios diversos, produjo teorías (como la teoría no monetaria de la inflación) que estuvieron alejadas del ideario neoliberal.
Los organizadores de la conferencia fundamentan así la importancia de llevarla a cabo: “El escenario actual, sujeto a cambios económicos, sociales y técnicos acelerados, revela la debilidad de los países subdesarrollados para articular políticas que permitan lograr un cambio estructural y una mejora en la calidad de vida de sus poblaciones, o más sintéticamente, un sendero de desarrollo sostenible. En tal sentido, es necesario poner en discusión la capacidad del Estado de asumir un rol transformador y una nueva conceptualización de su inserción (autónoma o subordinada) en las relaciones económicas y sociales prevalentes. Dicho debate exige retomar distintos aportes de la Economía Política, así como incluir diversas perspectivas largamente ignoradas por la teoría del desarrollo, como ser las relaciones de género y su rol para explicar las desigualdades”.
En relación también con estas dos actividades, el 19 y 21 de julio Buenos Aires será sede, además, del YSI Latin America Convening de Young Scholars Initiative (YSI) del Institute for New Economic Thinking (INET). Se trata de uno de los mayores eventos internacionales de debate económico de la región. Y entre el 10 y el 13 de julio se llevará a cabo la 5ª edición de la Escuela de Invierno “Tópicos Avanzados de Economía Heterodoxa”, de la Maestría en Desarrollo Económico y el Centro de Estudios Económicos del Desarrollo (MDE-CEED), pertenecientes al Instituto de Altos Estudios Sociales de la UNSAM.