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En este número de Noticias UNGS se da publicación a la tercera entrega de la serie de consideraciones sobre algunos grandes cuadros de la pintura rioplantense que viene realizando el profesor Roberto Amigo, investigador en el campo de la historia del arte y docente de la Licenciatura en Cultura y Lenguajes Artísticos de la Universidad. Se trata de las telas cuyas gigantografías visten varios de los muros de los edificios del Campus de la UNGS en Los Polvorines. Es ahora el turno de La anarquía del año 20, de Luis Felipe Noé.
En 1960, Luis Felipe Noé afirmó que su pintura proponía una “nueva imagen de la realidad del hombre”. Lo que importaba era “lo permanente del arte, la imagen espiritual del hombre”. Por ello el artista tenía un papel fundamental, ya que “pintar es nada menos que permutar un mundo por otro, y uno –el pintor– es el sacerdote de semejante operación” (Luis Felipe Noé, “Presentación de mi obra a un amigo”, en Óleos, Buenos Aires, Galería Van Riel, 1960).
Eran tiempos de permutar un mundo por otro: mundos políticos y mundos estéticos, y el sacerdote Noé comenzó entonces la mutación radical del “asunto” histórico en la pintura, el pasaje de la narración a la propia materialidad de la pintura: la “Serie federal”, expuesta en Bonino en mayo de 1961, meses antes de la exposición colectiva de presentación de “Otra figuración” (Deira, Muchnik, Macció, Makarius, Noé, De la Vega. Buenos Aires, Galería Peuser, 1961). La anarquía del año 20, una de las trece pinturas de la “Serie federal”, refiere al momento histórico de la crisis de legitimidad del gobierno en 1820, pero no lo ilustra, sino que es la idea fuerza detonante de la acción pictórica. Solo podemos, agudizando la mirada, encontrar alguna referencia.
Historia y política inevitablemente obligaban a reflexionar sobre el peronismo. El joven artista era crítico de los aspectos ideológicos de ese movimiento, al que se aproximó desde la comprensión de la voluntad colectiva del pueblo; estaba fascinado con el sonido ritual de los bombos peronistas, más que con la doctrina justicialista o la figura de su líder desterrado. Del mismo modo, la “Serie federal” no es afirmación nacionalista, la de aquellos intelectuales peronistas que inventaron la genealogía del movimiento en el federalismo decimonónico, en el paralelismo entre Juan Manuel de Rosas y Juan Domingo Perón. Noé provenía de sectores católicos marcados por los nuevos tiempos políticos. No hay razón histórica en Noé; es la relación visceral con las masas lo que lo atrae del peronismo: rituales que pueden convocar a la irracionalidad, es decir, a la barbarie, y la posibilidad de ascenso desde la materia hacia una instancia de liberación espiritual por la acción desatada. “Hay que invocar a los demonios, el federalismo los invocó” (Hugo Parpagnoli [Presentación], Luis Felipe Noé. Buenos Aires, Galería Bonino, 1961), sostuvo el artista, y esta invocación la expresó mediante el uso violento del rojo y el negro en chorreaduras y pinceladas gestuales en una unidad atmosférica que domina la visión.
La obra de Noé incorporaba nuevamente la figura humana en la pintura de vanguardia, en abierta discusión con las diversas corrientes abstractas, en particular el movimiento informalista, de sustantivo predicamento desde fines de los años cincuenta, pero que entonces se tornaba en una pintura decorativa, asimilada al consumo. También con la “Serie federal” se oponía a la pintura moralizante y didáctica de la tradición de izquierda, que se sostenía en la representación sentimental de los sectores populares.
Noé trabaja desde la densidad de la materia pictórica y la violencia cromática, desde las figuras fantasmagóricas que surgen de las manchas desdibujando los límites entre la figuración y la abstracción. La pintura solo podía surgir de la destrucción del antiguo orden visual: el caos como estructura, la impronta gestual de la imagen, la búsqueda de climas que envuelvan a las figuras fusionándolas. La idea de fusión implica una concepción no solo formal sino también política a comienzos de los sesenta.
Además de La anarquía del año 20, sobresalen Imagen agónica de Dorrego, Muera Pancho Ramírez, Viva la Santa Federación, Quiroga va en coche al muere y Convocatoria a la barbarie. La metáfora histórica adquiere una densidad hasta entonces insospechada en el arte contemporáneo local. Así, la “Serie federal” nuevamente pone en escena la fuerza de la pintura para construir relatos sobre el pasado como reflexión sobre el presente.
Roberto Amigo
La anarquía del año 20
En 1960, Luis Felipe Noé (Buenos Aires, 1933) afirmó que su pintura proponía una “nueva imagen de la realidad del hombre”. Eran tiempos de permutar un mundo por otro, mundos políticos y mundos estéticos. La anarquía del año 20, que integra la “Serie federal” expuesta en mayo de 1961, presenta la mutación radical del “asunto” histórico en la pintura: el pasaje de la ilustración a la materialidad de la pintura. La obra de Noé incorporó nuevamente la figura humana en la pintura de vanguardia, en abierta discusión con las diversas corrientes abstractas. Noé también se alejó de la pintura figurativa al oponerse al modelo ilustrativo, didáctico y moral, tanto como de los temas históricos de la pintura política.
Historia y política inevitablemente obligaban a una reflexión sobre el peronismo proscripto, al que Noé se aproximó desde los grupos católicos reformistas. El joven artista era crítico del peronismo y de su líder, pero le interesaba el movimiento colectivo que se había desatado como manifestación de una voluntad colectiva del pueblo, y le importaba pensar el federalismo en la medida en que este integraba la propia genealogía construida por los intelectuales del peronismo para su movimiento. La Anarquía del año 20 pone en escena la fuerza de la pintura para construir relatos sobre el pasado como metáfora del presente. Para Noé, solo desde la certeza del caos será posible convocar a la historia.
Luis Felipe Noé, La anarquía del año 20, 1961, óleo sobre tela, 115 x 229,5 cm.
Colección del Museo Nacional de Bellas Artes, Buenos Aires. Donación del Instituto Di Tella, 1963.