EN CONVENIO CON EL MINISTERIO DE EDUCACIÓN.

A través de un convenio de adhesión firmado con el Ministerio de Educación de la Nación, la UNGS se incorporó en 2014 a un ambicioso programa de formación y puesta en marcha de orquestas infantiles y juveniles que ese Ministerio viene implementando en todo el territorio nacional. Lo hizo poniendo a funcionar dos orquestas en sendas escuelas secundarias públicas de su región de referencia: la “Domingo Faustino Sarmiento”, de San Miguel, y la “Adolfo Sourdeaux”, de Bella Vista.

El Programa “Orquestas y coros juveniles para el bicentenario” es una ambiciosa  iniciativa que el Ministerio de Educación de la Nación viene llevando adelante en todo el territorio bajo la experimentada dirección del maestro Claudio Espector. Se trata de favorecer la posibilidad de acceso de todos los niños y jóvenes a un bien cultural de primer orden mediante el fortalecimiento de la enseñanza musical en las escuelas y la puesta a disposición de los chicos de los instrumentos que aprenden a tocar. De hecho, el programa contempla la posibilidad de que los chicos se lleven el instrumento a su casa y lo vuelvan a llevar a la escuela para las clases de ejecución y notación musical, que se dictan en la semana, fuera del horario regular de clases. Los sábados por la mañana, los integrantes de las orquestas se reúnen en la escuela para ensayar en conjunto. Por cierto, la posibilidad de ingresar a las orquestas no está limitada a los alumnos de las distintas escuelas involucradas en el programa, sino que está abierta a los niños y jóvenes de la comunidad en la que esas escuelas desarrollan su trabajo.

En diálogo con Noticias UNGS, Espector relata los orígenes del proyecto, que conduce desde sus inicios. Aunque experiencias como esta que ahora se desarrolla en la Argentina “comenzaron a desarrollarse con mucha fuerza en Venezuela a comienzos de los años 70”, el antecedente más inmediato del programa es la experiencia desarrollada por el director y compositor chileno Jorge Peña Hen, fusilado en su país en 1973, quien trabajó durante más de veinte años con chicos de barrios marginales. En la Argentina, el proyecto se inicia en 1998, en el marco de un programa que entonces se desarrollaba en la Ciudad de Buenos Aires y que se llamaba “Programa Acción Prioritaria”, punto de partida de una exitosa experiencia que, bastante sorprendentemente, se continuó desarrollando y multiplicando a lo largo de las distintas gestiones de gobierno que se sucedieron en la ciudad, hasta que en 2007 el Ministerio de Educación de la Nación recogió la iniciativa y la puso a funcionar a una escala mucho más ambiciosa.

Según Espector, el modelo que se desarrolla en la Argentina se aleja de la concepción “evangelizadora”, cuyo enfoque, llevado al extremo, ha generado expresiones tan controversiales como la que dice que “un chico que conoce a Mozart no sale a romper vidrieras”. Por supuesto, para Espector no se trata de eso: “Lo que persigue el modelo argentino”, dice el responsable del programa, “es la promoción del derecho a la formación artística (en este caso, musical) para todos aquellos que tengan interés en descubrirla, y en esto el Estado tiene un rol muy importante”. Este tipo de concepción tiene un aspecto metodológico que permite distinguir la formación que se deriva de ella de la clásica formación musical marcada por criterios meritocráticos y por la fuerte presencia de la idea de “talento”: “Detrás de esta idea tan frecuente del ‘talento’”, observa Espector, “se encuentra siempre cierto tipo de discriminación”. En el mismo sentido, la rectora Gabriela Diker señala que “la retórica del talento va en contra de la retórica del derecho”.

Diker resalta que “la UNGS es la primera institución de educación superior a través de la cual se implementa este programa”, y se entusiasma con la idea de contribuir a la expansión del horizonte cultural “de los chicos, los jóvenes y también los adultos de este territorio”. Explica que “la participación en las orquestas y el modo en que trabajan los maestros interpelan a los chicos desde lo que sí pueden hacer y no, como suele interpelar la escuela a ciertos sectores sociales, desde lo que no podrán hacer, desde sus supuestos déficits. Esto tiene efectos en la relación del chico con un objeto cultural muy valorado socialmente y en los modos en que se posiciona en su relación con el conocimiento, y son efectos interesantes de promover”. Diker destaca la importancia de la confianza en que se basa el proceso formativo: lo que llevan los maestros instrumentistas –dice– “no es un nuevo método pedagógico, sino una confianza en los chicos: en que pueden aprender y van a aprender”. También hay confianza, dice, “cuando a los chicos se les dice ‘Te vas a llevar el instrumento a tu casa y vas a hacer con él lo que tengas que hacer’. Que no es otra cosa que estudiar”.

Por su parte, Espector señala que muchos chicos han encontrado una vocación y ahora piensan cómo proseguir. Las instituciones educativas como los conservatorios son una posibilidad, y muchos han ingresado allí con diferente fortuna. En las evaluaciones realizadas se ha observado que cuando las instituciones son expulsivas se producen dificultades que solo algunos pueden superar. No obstante, “muchos de quienes han estado inmersos en una experiencia como la de las orquestas y coros, que supone un aprendizaje conjunto, han logrado un desarrollo y desempeño como docentes de una calidad y naturalidad que a nosotros, que nos hemos formado de otra manera, nos resulta sorprendente”. En este sentido, Espector considera que “las universidades son un ámbito precioso para profundizar esta experiencia y consolidar un modelo diferente. La Universidad Nacional de Avellaneda ha creado recientemente una Tecnicatura en Dirección de Orquestas y Coros Infantiles y Juveniles. Y tenemos una fuerte expectativa sobre esta experiencia que iniciamos ahora con la UNGS”.

Oscar Peretto, responsable del área de música del Centro Cultural de la UNGS, sostiene que la sociabilidad que se genera en torno a las orquestas es fundamental para los chicos: sus padres los acompañan y se integran, produciendo un efecto multiplicador en la comunidad. También en el marco del Programa, el área a cargo de Peretto implementó un coro de adolescentes en la escuela media del barrio Sarmiento y otro de niños en la escuela primaria del barrio Barrufaldi (ambas en el partido de San Miguel). Esta última recibe chicos del asentamiento ubicado en los márgenes del río Reconquista, razón por la cual muchos padres de la zona no quieren anotar a sus chicos allí. Peretto espera que la puesta en marcha del coro, con su ingreso abierto a la comunidad, logre aventar los prejuicios y la discriminación. Durante este año se prevé incorporar en las orquestas juveniles un instrumento: el bandoneón, que ya se enseña en el CCUNGS, y, con la ayuda del Ministerio de Cultura, vincular las orquestas del bicentenario con la orquesta juvenil de tango Osvaldo Piro.

En el desarrollo del programa colaboran, además de los maestros instrumentistas (que vienen logrando grandes resultados con chicos de entre 6 y 18 años de edad), docentes que articulan el trabajo de la Universidad y el de las escuelas, como José Albornoz y Mariela Oviedo, que además son, respectivamente, estudiante de la Licenciatura en Cultura y Lenguajes Artísticos y Licenciada en Comunicación de la UNGS. Desde la puesta en marcha del programa hasta la primera presentación en público de los jóvenes intérpretes, en diciembre pasado, transcurrieron solo dos meses. Cuenta Peretto: “Fue una gran emoción ver a esos chiquitos, que hacía dos meses tenían por primera vez el instrumento en la mano, tocando sin ninguna inhibición en una orquesta de 40 o 50 integrantes”. “Es una experiencia que provoca una alegría impresionante”, concuerda Diker. Para más información sobre el programa en la UNGS, dirigirse al área de música del Centro Cultural, en Roca 850, esquina Muñoz, San Miguel. Teléfonos: 4451-4575/7924/7925. Internos 21 o 33.

 Alejandra García