COLECCIONES.

En esta página, los directores de la nueva colección “Pensadores de América Latina” de las ediciones de la UNGS presentan los cuatro primeros títulos de este conjunto de publicaciones, que ya prevé, para los próximos meses, nuevas entregas sobre los pensamientos de Aníbal Ponce, Manuel Ugarte, Gino Germani y Ruy Mauro Marini.

Un gesto político

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José Carlos Mariátegui. Lo propio de un nombre, de María Pia López; José Aricó. Los tiempos latinoamericanos, de Martín Cortés; Agustín Cueva. El pensamiento irreverente, de Andrés Tzeiman; René Zavaleta Mercado. Una revolución contra Bolívar, de Diego Martín Giller. Ediciones UNGS, Colección Pensadores de América Latina, Los Polvorines, 2016.

 

 

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Esta colección de pequeños libros de grandes pensadores latinoamericanos se propone ofrecer una introducción al pensamiento social y político producido en nuestra región. Los autores seleccionados, cada uno a su manera, hablando de distintos temas y desde variadas perspectivas ideológicas, teóricas y políticas, confluyen en esta colección para pensar América Latina. El lector encontrará a lo largo de los volúmenes los cruces, las lecturas compartidas y los problemas comunes entre los distintos pensadores que se han seleccionado. Y advertirá el modo en que el adjetivo “latinoamericano”, que a simple vista solo refiere a una localización geográfica, se convierte en el centro de la cuestión.

¿Por qué la necesidad de un pensamiento localizado? ¿Cuál es la especificidad de lo latinoamericano? ¿Por qué es importante reflexionar desde América Latina? ¿Qué es aquello que lo latinoamericano permite pensar, y que de otra manera no sería posible abordar? ¿Qué nos habilita a nombrar con una sola palabra lo múltiple? Pensar lo latinoamericano es entonces un gesto político, un gesto de construcción de lo común y lo diverso de ese territorio, de esas lenguas, de esas historias, muchas veces esquivas al desarrollo de la región. Y también una forma de proceder contraria a aquella a la que la academia nos ha acostumbrado en años recientes. Para un pensamiento que solo se dedique a pensar sobre lo latinoamericano, este objeto se torna inasible. Pero no para estos pensadores que lo hacen desde, en y para América Latina.

María Pía López nos presenta las múltiples facetas de José Carlos Mariátegui, al que nos muestra como escritor, periodista, editor, militante, vanguardista y autodidacta. Atravesado por la revolución mexicana, la soviética y las luchas universitarias, su pensamiento fue influenciado por las lecturas de Gramsci y de Sorel. En Mariátegui, el indio deja de ser víctima y se vuelve sujeto de la política emancipadora: Mariátegui nacionaliza e indigeniza la lucha por el socialismo en su Perú natal. Combatió el desencuentro entre el marxismo y las masas populares: la teoría debía reconocer lo heterogéneo, y dar cuenta del problema teórico concreto que representa en América Latina la cuestión de la nación. En el nombre de Mariátegui persisten estos dilemas irresueltos.

Por su parte, Martín Cortés expone el pensamiento de José Aricó centrándose en cuatro claves: el diálogo, el rodeo, las temporalidades y el desencuentro. Como editor y como autor, Aricó buscó actualizar las herramientas del marxismo para ponerlo a la altura de los desafíos de la época. Para eso lo puso en diálogo con otros cuerpos teóricos, y lo abordó a través del rodeo como estrategia: recuperó los fragmentos olvidados, los autores postergados y los momentos opacados, y encontró en los escritos del propio Marx una lectura de las temporalidades superpuestas. La obsesión de Aricó fue responder a los problemas del presente, y en especial a uno en particular: el desencuentro entre el marxismo y el movimiento popular en América Latina.

En tercer lugar, el Agustín Cueva de Andrés Tzeiman es el de lo estético y lo social, de las formaciones económico-sociales, de lo político y lo nacional: marcas de un intelectual que supo sortear tanto el cerco de un marxismo obtuso como el de quienes vieron en la región algo excéntrico, escindido del desarrollo capitalista. Tzeiman tiene la virtud de introducirnos en el pensamiento de un Cueva irreverente, para el cual la correlación de fuerzas entre las clases y el desarrollo de la lucha de clases en el plano nacional dan cuenta de las disimilitudes entre diferentes modalidades de desarrollo, ubicando a lo político como el aspecto central y, de esta manera, a las formas del desarrollo latinoamericanas, aun con sus sobredeterminaciones, como alternativas históricas.

Por último, Diego Giller nos descubre a René Zavaleta Mercado como un intelectual latinoamericano marcado por los exilios, para el cual el autoconocimiento es requisito absoluto para la autodeterminación. Pensador de lo político, del Estado y de la nación, su extensa obra está atravesada por la tensión entre el nacionalismo revolucionario y el marxismo, entre lo local y lo universal. Frente al Bolívar de Marx, Zavaleta sostuvo que en América Latina el hecho estatal es preexistente a la nación, reconociendo en el Estado una fuerza productiva. Pero en Bolivia, donde hay una “sociedad abigarrada” y un Estado “aparente”, la nación es un hecho irresuelto: existe, pero no es, porque no tiene conciencia. El marxismo debe enfrentarse necesariamente a ese problema.

Nuria Yabkowski y Juan Fal