CULTURA.
Como un modo de conmemorar los cuarenta años del golpe de 1976, el Instituto del Desarrollo Humano de la UNGS organizó, a través del programa de formación de espectadores EspectArEs, y de “Marejadas – Comunidad de Espectadores”, ambos dirigidos por la autora de esta nota, la puesta en escena de dos importantes piezas teatrales que pudieron verse en los últimos meses en el auditorio de la Universidad.
En 1989, algunos integrantes del elenco de titiriteros del Teatro Municipal General San Martín, de la ciudad de Buenos Aires, crean “El Periférico de Objetos” con el fin de investigar las posibilidades expresivas de la manipulación. En simultáneo con su participación como director, actor y manipulador del grupo mencionado, Daniel Veronese se da a conocer como dramaturgo. En 1992 se estrena en el Teatro San Martín Crónica de la caída de uno de los hombres de ella, dirigida por Omar Grasso, y en 1994 se publica Cuerpo de prueba, una compilación de obras escritas entre 1989 y 1994 que incluye la primera versión de Los corderos (1992), la obra programada para el pasado mes de abril por “Marejadas” y el área de Artes Escénicas del Centro Cultural de la Universidad (CCUNGS), y que pudo verse en el Auditorio “José Pablo Martín” del Multiespacio Cultural de la Universidad, en el campus universitario de Los Polvorines.
Decimos “la primera versión” porque poco quedó de aquel texto en la puesta que, bajo la dirección del propio Veronese, se estrenó en el Teatro Nacional Cervantes en 2014. Las transformaciones que pueden observarse entre uno y otro texto evidencian la condensación de aspectos en los que el rol de dramaturgo se encuentra con el de director para constituir una poética escénica original. Lo que permanece demuestra, a su vez, las marcas que ha dejado en la producción de este artista su paso por el Periférico de Objetos, especialmente las investigaciones que el grupo realiza en torno a la interacción entre el universo de lo animado y el universo de lo inerte. Persiste de aquella escritura fundacional de principios de los noventa (que había colocado a nuestro autor en el podio de la nueva dramaturgia argentina) la exploración de la manipulación como procedimiento dramático que excede los límites del teatro de objetos y tensiona las posibilidades expresivas del teatro de actores. No hay dudas de que Veronese piensa a los personajes de Los corderos como si estos fueran interpretados no por actores sino por objetos animados.
El lugar de privilegio que Veronese le otorga a la manipulación en los “Automandamientos” (La deriva, Buenos Aires: Adriana Hidalgo, 2000) –su manifiesto estético– es innegable. “Practicar a toda hora la manipulación con total independencia de la razón” lo que Veronese postula para la manipulación niega la posibilidad de un sistema de representación que parta de ideas ya establecidas respecto del hombre y el mundo. En el lugar de la representación, configura una imagen periférica de la existencia humana que tiene como principio el montaje de dos campos de fuerza: una fuerza externa que domina lo animado y una fuerza interna que domina lo inerte. Se trata de una imagen que condensa un contenido de experiencia que escapa al procesamiento consciente: la caída de lo humano en lo objetual, la reducción de los sujetos a objetos antropomórficos, su desplazamiento de una existencia idealista hacia una existencia corrompida por los objetos.
El conflicto de Los corderos se inicia cuando Oscar es traído a la casa de Berta y Tono por Fermín, quien lo ha reducido a la condición de materia inerte manipulada. Desde el primer momento, las acciones de los personajes se encuentran enajenadas por una fuerza externa –la manipulación– y una fuerza interna –una latencia de lo inerte–. Frente al deterioro de la palabra como elemento primario y natural de la comunicación social, aparecen los movimientos dirigidos y los gestos acentuados como una “sub-comunicación” asimilable a la que en el teatro de objetos se establece entre los manipuladores y los objetos manipulados. En tensión con esta fuerza manipuladora, opera una fuerza interior que se manifiesta en la mortificación de los cuerpos y su asimilación a la quietud y al deterioro de los objetos que componen su cotidianeidad.
La decisión del Instituto del Desarrollo Humano de la Universidad de programar esta obra en el marco de la conmemoración de los cuarenta años del golpe cívico-militar de 1976 respondió al interés por ofrecerle al público, durante todo 2016, producciones que problematizarán la concepción de la escena teatral como una de las formas de la memoria. La escena absurda de Los corderos no refiere a acontecimientos de la historia reciente; sin embargo, es innegable que en el modo particular de presentar la experiencia de los personajes a partir de la tensión entre los extremos de lo animado y de lo inerte se perciben contenidos de un pasado común que llegan al presente en la transitoriedad de las imágenes que los cuerpos configuran en la escena.
Con una propuesta diversa pero asimilable a la anterior, la segunda obra de nuestra programación, Etiopía (premio Artei 2015 a la producción teatral), escrita y dirigida por Mariana Mazover, relata la historia de dos muñecas que, en la década del 70 o mucho tiempo después, se preguntan por el destino de su dueña, la hija de una pareja de militantes. Abandonados en la habitación de la niña, estos personajes funcionan como una suerte de memoria involuntaria que trae al presente aspectos de la militancia que escapan al registro conciente. Persistentemente buscan en la artificiosidad del discurso revolucionario, en el juego de roles de jerarquía, en la producción de ficciones clandestinas, en la lectura literal de los mapas trazados para las misiones, imágenes que le den sentido a la ausencia.
Al igual que Los corderos, Etiopía permitió que nos sustrajéramos a la tentación de comunicar “una idea” sobre la dictadura. En este sentido, posibilitó más bien la circulación transitoria de imágenes que en la superficie parecen remitir a la existencia individual de los personajes, pero que en el detalle condensan contenidos de experiencia que son comunes a todos.
Sandra Ferreyra (IDH)
Textuales
Los protagonistas de Los corderos conversaron con Noticias UNGS sobre la experiencia de representar esa obra en el auditorio “José Pablo Martín” del Multiespacio Cultural de la Universidad.
Toni Lestingui
– “Lo que sucedió aquí hoy no hubiera sido posible sin este espacio hermoso de la UNGS. También brinda la posibilidad de mostrarle al público nuestro trabajo: es un teatro de vanguardia. Su director también es actor y produjo esta pieza que tiene una vorágine terrible y un absurdo. Los corderos no es una producción tradicional y costumbrista. Tiene un mosaico de situaciones y personajes y es un desafío llevarla adelante”.
– “La obra viene a señalar que todos somos víctimas y victimarios y ese rol no está claro en ninguno de los personajes. Inclusive en el personaje de Oscar: es el que más sufre y tiene esa conflictividad interna que lo hace divertido para actuar. Además creo que en esos mundos de clases medias bajas está más acentuado el lugar más de límites y bordes”.
– “La idea de la obra es que el espectador la experimente sensorialmente y textualmente, que le llegue por distintos lados. Es una pieza con mucho humor y que a la vez busca inquietar. En su hora de duración tiene un ritmo medio y brusco, con una puesta en escena pequeña y distintas intensidades”.
– “Es muy gratificante hacer presentaciones en teatros de provincias o de una universidad, como este tan hermoso. Junto al Teatro Cervantes visitamos teatros de Santa Fe, Tucumán y La Pampa. Esos espectadores están en formación, y es una actividad bastante inteligente porque en el teatro el público no es pasivo, si te gusta una obra querés ver otra y así sucesivamente. Este espacio cultural de la Universidad es vital para la gente de la zona.”
Diego Velázquez
-“Me parece muy interesante que la gente de esta región pueda asistir y disfrutar de este tipo de espectáculos. Esta obra está producida por la Nación y es muy valioso contar con una visión federal de trabajo, para que estas producciones culturales lleguen a muchísima gente. Si fuera una obra del teatro independiente difícilmente llegaría acá por la falta de recursos”.