INFRAESTRUCTURA: CCUNGS.
No solo el campus crece en infraestructura y mejora en sus condiciones para el desarrollo de las tareas de la Universidad. En la sede de la UNGS en la localidad de San Miguel comenzaron en 2017 las primeras acciones del proyecto “Puesta en valor del edificio del Centro Cultural de la UNGS”, que se propone la restauración de ese inmueble de más de un siglo, que es uno de los pocos que en la zona mantiene desde hace tanto tiempo tanto su fachada como su estructura interna casi en su estado original.
El proyecto de puesta en valor del edificio donde funciona el Centro Cultural de la UNGS prevé desarrollar un conjunto de acciones que difundan y promuevan la protección del patrimonio histórico y cultural del territorio y la construcción de espacios y producciones sobre historia local a partir de un trabajo participativo con la comunidad. Se trata de pensar también una nueva oferta cultural vinculada a esta temática, como explicó a Noticias UNGS la especialista en gestión del patrimonio histórico Nadia Salinas, responsable del seguimiento proyecto.
La iniciativa surgió a partir del propósito institucional de visibilizar el espacio físico en el que funciona el CCUNGS: el viejo predio ubicado en la esquina de las calles Roca y Muñoz, en la ciudad de San Miguel, y de construir un relato histórico en torno al pasado del edificio, a la zona en la que se inscribe y a la propia UNGS. A medida que se empezaron a desplegar las primeras acciones, la iniciativa fue convirtiéndose en un proyecto más amplio, con más objetivos y actividades y con una importante repercusión en la población local y en los actores de la propia Universidad.
“Comenzamos evaluando las condiciones de la fachada del edificio”, cuenta Salinas. “Y decidimos que el primer paso sería la reparación de la puerta principal, que estaba muy deteriorada y es lo primero que se ve cuando uno pasa frente al edificio. Convocamos a distintos carpinteros, talladores y restauradores, pero ninguno nos dio una respuesta alentadora. Parecía que ibamos a tener que hacer lo que no queríamos: reemplazar la puerta. Hasta que a través de nuestro Museo Imaginario dimos con Manuel Cesio, uno de los restauradores de madera más importantes del país, quien no solo nos dijo que se podía restaurar la puerta y lograr que esta siguiera siendo funcional, sino que nos propuso capacitar a carpinteros e interesados en restauración de la zona. Dictar un curso y, en ese marco, trabajar en la restauración de la puerta.” Para hacerlo posible la UNGS y el Museo del Cabildo de la Ciudad de Buenos Aires, donde trabaja Cesio, firmaron un convenio de colaboración.
Fue así, cuenta Salinas, que se pudo restaurar la puerta y al mismo tiempo capacitar en patrimonio e historia a trabajadores y estudiantes de la UNGS, al mismo tiempo que establecer vínculos de trabajo colaborativo con grupos de investigación de la Universidad y con otros actores del territorio. “Y comprobamos el interés de los vecinos”, agrega Salinas, “que participaron en la recuperación de la puerta o en el concurso de fotos históricas que organizamos, que se involucraron, que quieren seguir vinculados con la Universidad, y de estudiantes de la UNGS que quieren colaborar. Se generaron intercambios y trabajo en conjunto entre distintas áreas de la Universidad y también con otras instituciones nacionales, como la Comisión Nacional de Monumentos, Lugares y Bienes Históricos o la Asociación de Historia Oral de la República Argentina.
Este año el proyecto es avanzar en la restauración de la fachada del edificio (arquitectos y patrimonialistas ya están trabajando en eso), continuar con la capacitación y el trabajo en las carpinterías, en colaboración con el Museo del Cabildo, y construir un espacio de exhibición sobre la historia local y el edificio. Para ello se realizarán actividades que permitan difundir las actividades y concientizar a la comunidad en torno al tema, y se trabajará en la articulación con grupos de investigación y estudiantes de grado y posgrado de la Universidad en la realización de talleres de memoria barrial en distintas zonas del ex partido de General Sarmiento. El objetivo es recopilar documentos y materiales con contenido histórico y generar producciones audiovisuales que permitan construir un espacio digital sobre el territorio en el que se levanta y donde desarrolla su trabajo el Centro Cultural de la Universidad.
B. L.
“Capa por capa”
Jorge Romero es carpintero, vive en José C. Paz, se inscribió en el taller de restauración que dictó Cesio y fue un gran protagonista de la experiencia: gracias a su oficio y a sus herramientas se ocupó de la reproducción de las molduras. “La mayor parte de la puerta es de cedro, la madera original, que tiene más de 100 años. Sobre esa madera trabajamos reponiendo las partes faltantes. Fuimos sacando capa por capa de pintura y descubrimos por cuántas malas manos había pasado. Usamos las técnicas de consolidación y desinfección de la madera. Aprendimos marquetería, dorado a la hoja y coromandel, una técnica china que se usa en los biombos”, explica Romero, y agrega: “Fue una experiencia muy valiosa, aprendí mucho, disfruté del trabajo de todos y me sentí orgulloso de poder aportar mis conocimientos y mi trabajo”.
Historia de una puerta
Manuel Ricardo Cesio, restaurador y especialista en patrimonio histórico, fue un actor clave en la primera etapa del proyecto de puesta en valor del edificio donde funciona el Centro Cultural de la UNGS, en San Miguel, que tuvo como punto de partida un acuerdo entre la Universidad y el Museo Nacional del Cabildo y la Revolución de Mayo, y como resultado la recuperación de la puerta de ingreso del inmueble.
–¿Cómo surge su vinculación con este proyecto?
–Me solicitaron una asistencia técnica para evaluar las condiciones de la puerta y las posibilidades de restaurarla. Me pareció interesante poder brindar una capacitación y no solo hacer la restauración. Así surgió el proyecto de dictar un taller de restauración, no solo para el personal del Centro Cultural, sino también abierto a la comunidad.
–¿Qué valor histórico tiene el edificio?
–Es un edificio de principios de siglo XX y tiene mucha historia. Lo interesante es que la Universidad lo recuperó y que promueve acciones para ponerlo en valor, reconstruyendo no solamente la materialidad del edificio sino su “espíritu”. Muchos vecinos se acercan y aportan sus testimonios en torno al él, testimonios que constituyen un patrimonio valioso. No se trata sólo de un edificio y su arquitectura: el proyecto incluye recuperar y documentar anécdotas, historias, que se reconstruyen a partir de los relatos de los vecinos.
–¿Rescatar estas vivencias es también recuperar el patrimonio cultural?
–El patrimonio no es sólo lo tangible. Es importante conocer los usos y costumbres y conservarlos; identificar la técnica de elaboración, saber quién hizo la obra, quiénes transitaron el edificio, en qué circunstancias. Toda esa información es muy valiosa. Estos relatos son parte fundamental del patrimonio, a veces más que lo material.
–¿Qué saberes requiere la tarea de restauración?
–Mi aporte es el trabajo en madera, con policromías y dorados. Detrás de un restaurador siempre hay un grupo de investigadores, con quienes se trabaja recuperando la originalidad del objeto, sumando información. Lo que hace el restaurador es valerse de los relatos y del apoyo del historiador.
–¿Y a partir de qué elemento se hace una restauración?
–La documentación fotográfica es importantísima, aunque no siempre contás con ella. En este caso había muchas fotos. Y también había muchos relatos de vecinos que la recordaban. Los vestigios te van guiando. En este caso se trabajó en espejo (se replica lo que se hace de un lado en el otro), ya que es una puerta de dos hojas con un estilo barroco francés, totalmente simétrico. Si no hubiera vestigios, la opción sería recurrir a documentación histórica que permitiera ver cómo eran las puertas de la época. En última instancia, si no tenemos datos reales, se hace algo neutro, para rescatar la funcionalidad del objeto.