INVESTIGACIÓN.

 

En los últimos años creció en el país y también en el mundo la utilización de cubiertas plásticas en los cultivos frutihortícolas. Investigadores e investigadoras docentes de la UNGS vienen estudiando sistemáticamente los impactos en el ambiente y en el suelo del uso de esta tecnología.

 

Desde hace casi veinte años, los equipos del área de Química Ambiental del Instituto de Ciencias de la UNGS estudian cómo funcionan los sistemas productivos hortícolas en los cinturones periurbanos de Buenos Aires y La Plata, donde se produce la mayoría de las frutas y verduras que se consumen en estas ciudades. Primero centraron su atención en la interacción entre los plaguicidas y los propios trabajadores. Cuando, años más tarde, comenzaron a estudiar el suelo, se encontraron con pedazos de plástico provenientes de las cubiertas que se usan en horticultura.
“La horticultura tuvo un despliegue en términos de producción y de calidad muy importantes, especialmente por dos técnicas: el uso de plaguicidas y el de cubiertas plásticas”, explica el químico Javier Montserrat, investigador docente del área y director del proyecto “Estudio de las interacciones entre los contaminantes emergentes, las cubiertas plásticas y el suelo agrícola”.
El investigador afirma que en la Argentina la cantidad de invernaderos creció fuertemente en los últimos diez años: “Hay cerca de 5 mil hectáreas de invernaderos, lo que es relativamente mucho para nosotros. Lo hemos visto crecer mucho en la zona de Moreno. La situación no es catastrófica, pero como no hay ningún marco regulatorio sobre el tipo de plástico que se puede utilizar hay que estar atentos”.
Las cubiertas plásticas se usan para fabricar invernaderos, túneles de aproximadamente medio metro de largo y también para recubrimientos de lomo. Con esta última técnica, utilizada por ejemplo en cultivos de frutillas, los productores pueden controlar mejor la humedad y la temperatura del suelo y además evitar que sobre ese lomo cubierto con film crezca otra planta que compita por los nutrientes.
El primer problema del uso de esta tecnología es que las cubiertas plásticas se fragmentan y esos pedacitos se integran al propio suelo. “Al menos en la zona de huertas de Moreno encontramos que en la superficie del suelo hay un equivalente al 10% de la superficie en pedacitos de plástico, es decir que por hectárea de suelo hortícola hay 0.1 hectárea de pedacitos de plástico incorporado al suelo”, enfatiza el investigador.

– ¿Cómo impacta la presencia de ese plástico en el suelo?

– Eso es lo que estamos estudiando. Por un lado, altera la propia estructura física del suelo. El suelo de esas huertas ya está bastante alterado en términos físicos porque es un suelo que viene sufriendo un cultivo intenso durante una buena cantidad de años. Pero lo que nos interesa es ver qué pasa con la interacción cruzada entre el plástico, el suelo y compuestos como los plaguicidas y también estudiar en particular un grupo de moléculas (los ésteres ftálicos) utilizadas para hacer más flexibles los plásticos.

– ¿Por qué le llamaron la atención este grupo de moléculas en particular?

– Las cubiertas plásticas son utilizadas en muchos países que tienen producciones hortícolas muy extendidas, como España y China, que tiene la mayor superficie de invernaderos del mundo. Fue ahí, en China, donde explotó la cuestión de los plásticos. En ese país se usa PVC para fabricar las cubiertas. Es un material que para ser transformarlo en film necesita como aditivos de los ésteres ftálicos. El problema es que estas sustancias son disruptores endocrinos, es decir que confunden nuestro sistema hormonal simulando el funcionamiento de moléculas naturales. En el caso chino, la gran cantidad de ésteres ftálicos agregados a las cubiertas plásticas ha causado una alta contaminación de los suelos y esto provoca el riesgo de migración de la sustancia desde el suelo a los propios vegetales que se consumen.

– ¿Y en la Argentina qué sucede? ¿Las cubiertas plásticas utilizadas también tienen esta sustancia?

– Sí, hay. Pero la situación es mucho menos dramática. En nuestro país habitualmente las cubiertas se fabrican de polietileno casi virgen (también fabricado en la Argentina), que es un tipo de polímero fundamentalmente formado por átomos de carbono y átomos de hidrógeno, similar al de las bolsas plásticas que hace un tiempo se prohibieron en los supermercados. Por lo tanto, sabíamos que iba a ser muy difícil encontrar ésteres ftálicos. Sin embargo, encontramos en concentraciones muy bajas.

– ¿Y cómo llegaron ahí?

– Nuestra hipótesis es que en la fabricación de cubiertas plásticas se deben estar incorporando algunas corrientes de material reciclado. Eso no está regulado y no hay ningún requerimiento a la hora de usar un tipo de plástico u otro en la agricultura. Así que nos parece que es un tema sobre el que hay que poner el ojo, sobre todo en la medida que este tipo de tecnología se vaya extendiendo.

Marcela Bello