POR PROLEX (Programa de estudios del Léxico)*.
No es novedad que la situación de la pandemia que estamos viviendo, inédita por su carácter global y casi distópico que impacta en prácticamente la totalidad de las dimensiones de la vida cotidiana, constituye un objeto de estudio riquísimo para el análisis de numerosas disciplinas. A diario nos enteramos de investigaciones relativas a las características biológicas y epidemiológicas del virus, de desarrollos tecnológicos para la detección o el tratamiento de la enfermedad covid-19, de estudios sobre las implicancias sociales, culturales, educativas y psicológicas del aislamiento social, entre muchos otros.
También la prensa y los organismos que se ocupan de la descripción de las lenguasofrecen información sobre el comportamiento lingüístico propio de esta época, especialmente los que tienen que ver con el léxico y el discurso: se distribuyen listas de nuevas palabras, se discute acerca de cuáles incluir en los diccionarios generales, se debate respecto de las propiedades gramaticales de algunas de ellas o se polemiza en torno a ciertos neologismos y usos discursivos.
Una de las propiedades de las lenguas naturales es la capacidad de renovación. Esta propiedad se ve muy claramente en el léxico, particularmente en situaciones críticas en las que se ve potenciada: los hablantes precisan denominar lo nuevo o lo extraordinario que está ocurriendo, pero también necesitan poder expresar lo que sienten, valorar o evaluar todo ello, de allí el aumento de las creaciones léxicas. Y en esta época, realmente histórica, la creatividad léxica o neología parece ser “exponencial”. Este carácter exponencial con el que se describe la expansión del contagio se observa, metafóricamente, en la cantidad de palabras que surgen día a día. En el equipo de investigación del PROLEX (Programa de estudios del Léxico, del Instituto del Desarrollo Humano de la UNGS), que constituye el nodo argentino de las Antenas Neológicas –red que se ocupa de la detección y análisis de neología de las variedades del español–, hemos registrado en el mes de marzo entre 30 y 40 neologismos. A principios de junio llevamos detectados más de 160.
La necesidad denominativa es imperiosa en múltiples ámbitos; la realidad se fragmenta en nuevas realidades y la lengua social acude a socorrernos con denominaciones. En la economía (coronabono, coronacrash, coronamoneda,), en la educación (edutuber), en la comunicación virtual (tiktokear, virtualizar, zoomear), en las prácticas sociales (aplausazo, cuerentenar, nueva normalidad) o en el ámbito del espectáculo (coronacomics, fandemia), por no mencionar en el ámbito médico (paciente 0, disgeusia, vacunología), se registran neologismos cada día. Estos neologismos parecen privilegiar fundamentalmente los recursos de composición (asilamiento horizontal, aislamiento social, cuarentena administrada, teleconsulta) la acronimia (coronial, sindemia), el calco (distanciamiento social, mercado húmedo) y, por supuesto, el préstamo (home office, zoomer). En la fase actual de la pandemia, la prefijación es más productiva: anticuarentena, poscuarentena, postpandemia, postvacuna, recontagio.
Ocurre también que palabras de baja o escasa frecuencia en el discurso coloquial se revitalizan y adquieren una frecuencia significativa. Y lo interesante es que al revitalizarse muy rápidamente dan lugar a neologismos compuestos, ilustrando así el carácter recursivo de las lenguas naturales: barbijo o tapabocas no son palabras nuevas, pero han adquirido un uso cotidiano; en poco tiempo fueron la base para una serie de neologismos: barbijo casero, barbijo quirúrgico, barbijo quirúrgico tricapa, barbijo social.
Los hablantes en situaciones concretas también echan mano de la neología para expresar opiniones, adhesiones o rechazos, y generan lo que suele llamarse “ocasionalismos”, formas que quizás no vuelvan a utilizarse: codivorcio, coronaloco, coronaniño, cuarenflex, cuarentregua, econovirus.
El carácter individual u ocasional de ciertas creaciones no siempre puede deslindarse con claridad de la dimensión ideológica del uso lingüístico. La voluntad de evitar el juicio negativo o la connotación despectiva lleva a recurrir a formas como barrio vulnerable. Pero en casos específicos, no se trata de “neología espontánea”, sino de lo que suele denominarse “neología planificada”: un grupo reducido de hablantes decide crear una denominación con la motivación específica de incidir en la realidad o en la sociedad, generalmente con un marcado sesgo ideológico. El término infectadura, acronimia de infectólogo y dictadura, tiene la ineludible función de expresar una posición ideológica pero, fundamentalmente, de construir una realidad social. Afortunadamente, la lengua tiene mecanismos de reacción rápida: cierto autor utilizó luego el neologismo infectocracia.
* El equipo de la línea de trabajo sobre neología del PROLEX (Programa de estudios del Léxico), dirigida por Andreína Adelstein, está integrado por Marina Berri, Victoria de los Ángeles Boschiroli, Virginia Carrasco, Bibiana Castillo Benítez, María Celeste Florez y Julieta Straccia.
16/06/20