DEBATES.
Organizados por estudiantes de la Licenciatura en Ecología de la UNGS, se llevaron a cabo dos encuentros para debatir sobre la eventual instalación en nuestro país de granjas para criar ganado porcino que se exportaría –según se ha anunciado en estas últimas semanas– a China. Con la participación de especialistas nacionales y de otros países de Latinoamérica se analizaron las características y posibles efectos económicos y ambientales de esta iniciativa.
En las últimas semanas circuló una noticia que los medios titularon “Acuerdo con China”, “Fábricas de cerdos para China” o “Plan para exportar cerdos a China”, y que enseguida despertó numerosas y diversas valoraciones, tanto positivas como negativas. Por un lado, en efecto, un convenio con China para instalar granjas de cerdos y luego exportar la carne a ese país traería divisas a Argentina y generaría puestos trabajo, dos cosas que en estos tiempos escasean; por otro, la iniciativa podría acarrear un impacto ambiental que, según los especialistas, afectaría a los cuerpos de agua, a las poblaciones cercanas y a los suelos, y porque aceleraría la degradación de los recursos naturales.
Atendiendo a la urgencia y necesidad de debate en el ámbito académico, el Grupo de Reflexión y Acción Ambiental “Ana Zabaloy”, integrado por estudiantes de la Licenciatura en Ecología del Instituto del Conurbano (ICO) de la Universidad, promovió la organización de dos encuentros virtuales. El primero, “La producción de cerdos para China, modelos en disputa”, contó con el apoyo técnico de la Secretaría de Tecnología y Desarrollo Social de la Universidad. Y el segundo, “La producción porcina y sus impactos: perspectivas y experiencias en América Latina”, estuvo acompañado por la Secretaría de Investigación del ICO. En los encuentro participaron destacados especialistas nacionales como Myriam Gorban, Pedro Peretti, Damián Marino y María Angélica Kees, y latinoamericanos como Ana de Ita y Ramón Vera.
El docente investigador del ICO y moderador de las charlas Andres Barsky remarcó que “la problemática sobre la intensificación ganadera, en este caso porcina, constituye actualmente una cuestión de gran relevancia para un país productor y exportador de commodities alimentarias como Argentina”. Recordó también algunos antecedentes de proyectos que han tenido impactos ambientales notables: uno es el caso de “la producción avícola, muy arraigada en provincias como Entre Ríos y Buenos Aires”; el otro, el de “la implantación de los feedlots vacunos (establecimientos de engorde a corral), que se han implementado en distintas zonas de la pampa húmeda”.
Cambiar el modelo productivo
El tono general de ambas charlas fue de rechazo al proyecto de instalar fábricas de cerdos en el país por su potencial impacto negativo, tanto ambiental como socioeconómico. En la primera, Carlos Vicente, miembro de GRAIN Internacional, advirtió sobre los efectos socioambientales que este tipo de proyectos pueden tener a largo plazo: “no estamos hablando solo de producir cerdos y alimentos, esto es un proyecto corporativo para producir de manera industrial carne para exportación en ‘fábricas de cerdos’”. En la misma línea señaló algunos aspectos del proyecto que considera “críticos”: “el consumo del agua, que en las zonas donde se proyecta instalar estas fábricas ya es escasa; la cría industrial del cerdo, que produce millones de toneladas de excremento que afectarán las napas de las poblaciones cercanas. Estos criaderos son lugares de mutación de virus y producción de posibles zoonosis y, además, las enormes cantidades de antibióticos que se usan, generan resistencia microbiana”.
Diego Merlo, pequeño productor de la localidad de General Rodríguez, consideró que el proyecto de exportar cerdos a China representa una oportunidad única para discutir las políticas agropecuarias en el país. En este sentido, se expresó sobre el modelo productivo actual: “hoy tenemos un modelo dominante concentrado en muy pocas manos con mucha superficie de tierra que produce solamente grandes volúmenes de granos, de los cuales el 70% se exporta sin agregar valor, ni dar trabajo, ni generar desarrollo”. El chacarero y miembro de Movimiento Arraigo, Pedro Peretti, apuntó que el proyecto “no tiene ningún otro objetivo más que resolver el problema logístico de un minúsculo puñado de terratenientes que producen ocho millones de hectáreas de maíz sobre tierras que fueron previamente deforestadas”: estas granjas, instaladas en el norte argentino, usarían los granos producidos en esa región para alimentar a los cerdos. Además, Peretti se refirió a las desigualdades estructurales que propone el actual modelo de producción: “el gran triunfo cultural de la oligarquía terrateniente fue invisibilizar el latifundio como una unidad productiva absolutamente contraindicada en la economía argentina. Este proyecto es profundamente neocolonial”, agregó.
Miryam Gorban, militante histórica y titular de la Cátedra Libre de Soberanía Alimentaria de la Universidad de Buenos Aires, rechazó el proyecto para producir cerdos para China en unas pocas “megagranjas” y propuso en cambio que se pongan en marcha “centenares de granjas y chacras mixtas en todo el país”. Si bien el país necesita divisas, Gorban explicó que estas “no solo deben salir de la soja, tenemos otros recursos. ¿Qué país en el mundo tiene una variedad climática como la de Argentina, que permite todo tipo de producción? Bajemos la bandera de la república sojera y levantemos la bandera de la república que produce alimentos sanos, seguros y soberanos para nuestro pueblo y para el resto para el mundo”. En ese sentido, defendió la idea de conformar “cinturones verdes” alrededor de cada municipio del Conurbano: “que cada partido tenga su tambo, su matadero o faena artesanal y su gallinero, produzcamos local y consumamos local”.
La segunda charla tuvo un componente internacional, ya que contó con expositores de México y Brasil, donde este tipo de proyectos ya llevan varios años, lo que permite medir su impacto ambiental. María Angélica Kees, ingeniera agrónoma que trabaja en el gobierno de la provincia del Chaco, brindó un panorama histórico y geográfico de la degradación ambiental de la región del Gran Chaco, zona donde se prevé instalar las granjas de cerdos. “Cuando llegan los externos al territorio se impone un modelo fuerte de extractivismo, que en una primera etapa significó la masacre de los pueblos originarios y una guerra que la República consideró ganada en 1914. El extractivismo se libra contra las personas, contra los recursos naturales y contra los animales. Esto nos lleva a una situación compleja en la que se pierden bienes y servicios ecosistémicos y el saber de miles de familias que han tenido que migrar a las ciudades”.
Ana de Ita y Ramón Vera, ambos mexicanos dedicados a investigar los efectos de estas megafábricas, coincidieron en señalar las graves consecuencias que estos emprendimientos generan a largo plazo: “la forma de producción fabril del ganado es una de las principales creadoras de los nuevos virus que amenazan a la humanidad. Pero la agroindustria no admite críticas y pretende mantenerse con las mismas formas de producción, expandir sus capacidades a sitios donde no está instalada aún y no quiere que nadie cuestione su modo de producción”. Ante la pregunta sobre los posibles beneficios, coincidieron en que si bien puede generar un incremento en el PBI agrario y una mayor oferta de estos productos para el consumo interno, también se observa un fenómeno de desplazamiento de poblaciones y un trasvasamiento de empleos. Mientras la población que trabaja de forma independiente disminuye en estas regiones, aumenta el trabajo precario en muy malas condiciones, “con altas temperaturas y rociados de antibióticos y agrotóxicos”, destacó Vera.
Acuerdo comercial entre China y Argentina
Si bien en Argentina la carne vacuna ocupa el primer lugar en preferencias, a nivel mundial la carne más consumida es la porcina. El país que encabeza este ranking es la República Popular China. El año pasado, el país asiático sufrió un brote de la Peste Porcina Africana que los obligó a sacrificar millones de cerdos para poder contener el virus. Según la Organización Mundial de Sanidad Animal (OIE), fueron casi 7 millones de muertes en Asia, que concentra el 82% de los decesos. Otros datos indican que pese a todo esto y a la pandemia por COVID-19, el consumo de cerdo entre los chinos no ha disminuido, e inclusive aumentó, porque las personas tienden a quedarse en sus casas y cocinar platos en base a esta carne. En ese contexto, China busca países dispuestos a producir y exportar para ellos. Argentina podría ser uno de ellos: a través de su Cancillería, prevé firmar un memorándum de entendimiento con el país asiático para la instalación, en las regiones del noroeste (NOA) y el nordeste (NEA), de 12 granjas productoras de carne de cerdo para exportación. En las últimas horas la Cancillería argentina anunciaba en su cuenta de Twitter: “hemos incorporado especialmente al memorándum un artículo donde se asegura el respeto de las leyes de protección ambiental, los recursos naturales y la bioseguridad. Por eso, su firma se atrasará hasta noviembre”.
Algunos números pueden aclarar el panorama: se estima que en los próximos cuatro años se criarán 300 mil cabezas a partir de 12.500 madres, con una inversión total de 3.800 millones de dólares. La inversión equivale a aproximadamente el 1% del PBI del año 2019 y alcanzaría para pagarle cuatro ediciones del Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) a las 9 millones de personas que lo perciben hoy. Según estima el borrador del proyecto, se podrían crear 9.500 puestos de trabajo directo y exportar 2.500 millones de dólares por año. En un país que busca generar divisas para hacer frente a la crisis, esas cifras son atractivas. Sin embargo, la reacción social ante la posibilidad de la firma de este proyecto ha sido más bien de rechazo. Una fuerte campaña en redes sociales por parte de organizaciones e individuos no deja de gritar “No al acuerdo con China”, a medida que avanza la convicción de que la pandemia de Covid-19 que hoy padecemos no será la última que deba enfrentar la humanidad si se profundiza aún más el modelo de desarrollo productivo actual.
Micaela Zalazar Cuello
15/09/20