POR MARÍA PIA LÓPEZ.

 

El reciente episodio de amplia difusión en los medios y las redes sociales, en la que integrantes de la dirigencia política contraria al gobierno nacional agravió insistentemente a una actriz, pone de manifiesto la persistencia de conductas que reproducen estereotipos por condición de género. En esta nota, la socióloga y ensayista María Pía López invita a reflexionar sobre la importancia de extender instancias de formación para desarmar y evitar la reproducción de violencias semejantes, en el marco de las instituciones.

 

Un grupo de actrices y actores se reune con el presidente de la Nación para conversar sobre acuciantes necesidades del sector durante la pandemia. Varios dirigentes opositores usaron la red social más propicia a los agravios, twitter, para denostar a una de las asistentes, la actriz Florencia Peña. Rápidamente, interpretaron la situación como una visita sexual. Vale detenerse en esa escena, porque cuando asisten varones a una reunión se presupone discusión política y si es una mujer la que asume un lugar de representación su legitimidad es negada como enmascaramiento de lo que verdaderamente habría ocurrido. Las dicotomías tradicionales sobre los mundos que corresponden a varones y mujeres se actualizaron: razón/pasión, lo alto/lo bajo, lo público/lo doméstico, palabra política/ sensibilidad. Y así siguiendo: las subalternas no pueden hablar (de política). ¿No es un antecedente la tapa de Noticias con una caricatura de Cristina Fernández, cuando era presidenta, teniendo un orgasmo, para hablar sobre la construcción de los acuerdos políticos? O los varones no gozan o ese goce está tan legitimido y festejado que no merece una pincelada, como está tan naturalizada su participación en la vida política que no se privan en sostener mesas de rosca enteramente masculinas.

Cuando comienzan los ataques en redes, se abre un vertedero de hostilidades y acciones de odio. Hace algunas semanas, el objeto del linchamiento fue una artista visual, feminista y peronista, atacada por estas razones por un youtuber de los que se llaman libertarios -apropiándose de una de las mejores palabras de la tradición politica- y financiado por el mecanismo de recaudación Patreon. Al rentintín de “los pagas con tus impuestos” despliegan una serie de acusaciones que van del “pintar mal” al plagio. Movilizan, fundamentalmente, un esfuerzo de disciplinamiento y de expansión del temor. No es sencilla de transitar la exposición en redes a esos caudales de hostilidad y odio. En un caso se desconoce la labor artística y su valor, en el otro la palabra política de una mujer para convertirla en pura sexualidad y lejos de hacerlo para reconocer su deriva deseante, se lo hace para condenarla por su libertad. En estos días, una joven legisladora se retiró de las redes sociales por la ola de agravios que padece.

La hostilidad y el agravio son violencias machistas y no pueden ser desligadas de las formas más cruentas de la violencia. No son lo mismo, claro, pero sí la violencia femicida y travesticida o la lógica de la violación, se despliegan sobre concepciones de lo femenino y de la autonomía de los cuerpos que se materializan en esos fragmentos de discurso. Al tiempo que decimos esto, es necesario pensar la discontinuidad, porque la diferencia entre unos y otros tipos de violencia, no son solo grados, que nos obligarían a considerar que quien escribe un twitt agraviante es casi un violador. O un violador, alguien que se tomó a la letra el sentido de los twitt. La diferencia de grados implica saltos cualitativos, discontinuidades profundas entre hechos discursivos y prácticas, pero a la vez esas prácticas violentas más extremas son la punta del iceberg de una serie de conductas en las que se reproducen estereotipos, jerarquías, se destituye la dignidad de las personas, se las menoscaba por su condición de género.

¿Cómo interrumpir los acuerdos implícitos, esos que llevan a muchas personas a reproducir y acompañar las hostilidades misóginas en las redes? Quizás en las redes sociales, en el mundo virtual esa interrupción esté condenada al fracaso, por la misma dinámica de una palabra separada de la experiencia, que parece fluir sin consecuencias -incluso, la de sostener la mirada de aquella a la que se está agraviando. En otros ámbitos, en instituciones acotadas, si es posible construir condiciones y apuestas para producir esa interrupción.

El desarme de la violencia en una institución abre, por ello, muchas dimensiones. Una, es la pregunta por la reparación, por los modos en que se procesan los hechos de violencia para acompañar a las personas que fueron dañadas sin que quede acotado a la secuencia daño-culpabilidad-castigo. Porque no todo daño implica un culpable, porque no todo daño puede ser reparado en términos de castigo. La otra cuestión, y no menos fundamental, es la de poner en estado de consideración pública y de elaboración común los distintos aspectos de la reproducción sistemática de la lógica patriarcal. Si no se considera la sexualidad, el deseo, la autonomía, para todas las personas, sea cual fuere su género, entonces la hostilidad agraviante encuentra un terreno propicio donde formularse.

Esta universidad viene desplegando, desde diferentes unidades académicas y áreas de gestión, pero especialmente desde el Programa de políticas de género, una serie de propuestas formativas, en las que se recorren cuestiones diversas: desde la disidencia al orden heteronormativo hasta la problematización de los modos habituales de tramitar la violencia; desde la epistemología feminista hasta las articulaciones entre distintas desigualdades. En este cuatrimestre, se agregarán los temas de los vínculos amorosos, de las masculinidades, el derecho a la identidad de género dentro del sistema universitario. Construir ese estado de conversación colectiva, alimentado permanentemente por investigaciones, seminarios, conversatorios, talleres, diplomaturas, militancias, es lo que permite situarnos a quienes integramos la universidad en estado de formación permanente y de intercambio. Una institución educativa no puede renunciar a la confianza en las pedagogías y en las instancias formativas, aunque sabemos que, en este plano, tienen la difícil tarea de contrarrestar las prácticas sedimentadas, las lógicas establecidas en la socialización, la reproducción sistemática de creencias, valores, sensibilidades. Pero sabemos que muchas veces se logra interrumpir la repetición del guión patriarcal o por lo menos ponerlo en duda.

La fuerte expansión de los feminismos, en sus muchas corrientes, y la visibilidad de alternativas vitales a las prescriptas por el orden binario -que incluye leyes y derechos, pero también escenas de gran relevancia como un atleta tejiendo a dos agujas durante los juegos olímpicos, realizando una práctica habitualmente asignada a las mujeres  y afirmando su disidencia con la heteronorma-, transforman los modos de conocer y de habitar las instituciones. Despiertan, también, reacciones como las campañas de odio y los ataques. Toda sociedad es conflictiva y ninguna institución podría pensarse eximida de querellas, incluso de ese tipo de cuestiones. Imaginar su total supresión no es menos ilusorio que la naturalización del orden que discutimos. Por eso, se trata a la vez de construir modos democráticos de considerar los conflictos y apostar a enriquecer la conversación pública con más aristas y dimensiones, con hospitalidad a lo nuevo y paciencia para lo que tarda en transformarse. Solo de ese modo, con activa paciencia, tejido de sólidos acuerdos y atención a lo que surge, es posible lidiar con la violencia.

 

¿Qué es la Formación obligatoria con perspectiva de géneros?:

La propuesta de la UNGS: https://www.ungs.edu.ar/new/que-es-la-formacion-con-perspectiva-de-generos

 

 

 

Fotos: Actividades desarrolladas durante 2019.