1918-1949-1969.

 

Desde un año antes y hasta un año después de las conmemoraciones del centenario de la Reforma Universitaria de 1918, las páginas de Noticias UNGS se ocuparon de recordar y analizar las distintas aristas y dimensiones de ese acontecimiento fundamental en la historia de las luchas populares argentinas. En este año 2019, otras dos efemérides nos invitan al estudio retrospectivo y a la reflexión teórica y política sobre los modos en los que el pasado puede echar luz sobre nuestros dilemas y desafíos del presente: una es la de los setenta años del decreto a través del cual el presidente Perón estableció, el 22 de noviembre de 1949, la gratuidad de los estudios universitarios entre nosotros; la otra es la del cincuentenario de ese otro episodio decisivo en el combate en favor de la democracia y en contra del autoritarismo en el país que fue el Cordobazo de 1969, indudable heredero (por muchas razones, pero sobre todo por el modo en que en él se articularon las luchas de los obreros con las de los estudiantes) de aquellos dos acontecimientos anteriores. En estas páginas, Victoria Chabrando, investigadora de la Universidad Nacional de Córdoba y autora de un considerable trabajo sobre el “obrerismo” de la Reforma de 1918, pone en comunicación estos tres importantes hechos de nuestra historia social, política y educativa.

 

La Reforma inconclusa

La Reforma Universitaria de 1918 marcó un antes y un después para la cultura política argentina, en un tiempo en el que el acceso a la educación y a la formación universitaria era casi una quimera para la mayor parte de los jóvenes del país. El movimiento de 1918 no solo materializó un conjunto de enfrentamientos en el interior de las elites, sino que visibilizó a la educación como un recurso para las clases trabajadoras.

En 1917, a través de la experiencia de la Universidad Popular, impulsada por estudiantes universitarios y acompañada por dirigentes gremiales, se crearon cátedras libres, se impartieron clases por las noches para quienes trabajaban durante el día. Al año siguiente, la posta la tomó la asociación Córdoba Libre, que tuvo como principales objetivos la apertura de bibliotecas populares y la programación de clases nocturnas para los trabajadores que no podían asistir a clases en los horarios establecidos.

Las interacciones entre obreros y estudiantes universitarios se profundizaron después del Primer Congreso Nacional de Estudiantes. Sin embargo, y pese a la claridad y decisión de los protagonistas en su intento de intervenir políticamente en la Universidad para generar condiciones sociales de igualdad, por diversas causas la Reforma Universitaria fue un proceso inconcluso.

 

La Segunda Reforma

El 22 de noviembre de 1949, una decisión política de largo alcance cambió el rumbo de la historia para muchos trabajadores de nuestro país. Ese día, el presidente Juan Domingo Perón firmó y promulgó el Decreto 29.337, de Gratuidad de la Enseñanza Universitaria. Hasta ese momento ningún gobierno se había hecho eco de las demandas que los sectores obreros venían impulsando en esta dirección desde principios del siglo.

Si bien el yrigoyenismo promovió el debate parlamentario sobre el rol del Estado en proyectos formativos e impuso un modelo de gestión gubernamental basado en la creación de establecimientos educativos y en el desarrollo de diversos programas pedagógicos, a diferencia de lo que había ocurrido en décadas anteriores el peronismo instaló la centralidad del rol del Estado en dicho impulso. El primer peronismo recogió el modo de concebir a la educación que se había desplegado en las jornadas de 1918, mixturando la teoría con un programa de formación basado en el desarrollo de conocimientos que permitiesen el perfeccionamiento de una mano de obra experta para la incorporación de trabajadores al mercado laboral en un proceso de industrialización que aspirara a resultar exitoso.

En este sentido, coincidimos con las perspectivas de quienes han sostenido que el proceso reformista se fue modificando a lo largo del tiempo, y que fue el peronismo la fuerza política que impulsó lo que se ha llamado la “Segunda Reforma” universitaria, actualizando el ideario de la primera a la dinámica de la democracia social de masas, y permitiendo así la construcción de una nueva generación de universitarios en el país.

 

1969: El Cordobazo

Así es como durante toda la década de los 60 y a principios de los años 70 en nuestro país se dio un proceso de modificación con escala ascendente de la matrícula universitaria, lo que produjo a su vez modificaciones en los modos de sociabilidad económica, social y política de aquellos jóvenes, muchos de ellos hijos e hijas de obreros. Hijos e hijas, decimos. En efecto: entre mediados de los 60 y mediados de la década siguiente se produce un fuerte proceso de feminización de la matrícula universitaria.

Tanto este fenómeno de feminización de la matrícula como la creciente articulación entre obreros y estudiantes son particularmente visibles en la Universidad Nacional de Córdoba, cuyo movimiento estudiantil sería protagonista fundamental, en mayo de 1969, del “Cordobazo” que señala el comienzo del fin de la dictadura de Onganía. Se han señalado, como causas o antecedentes de ese movimiento, la centralidad de los procesos de liberación que se dieron en todo el mundo como la insurgencia de Argelia, la victoria del pueblo de Vietnam, la incidencia de la Revolución Cubana, la demanda de las comunidades negras, las diversidades sexuales y el rol de las izquierdas.

Sin embargo, en relación con la experiencia argentina de esos años, no es posible pensar los procesos de participación política conjunta entre clase obrera y movimiento estudiantil si no tenemos en cuenta, por un lado, el legado del “obrerismo” de la Reforma de 1918, y, por otro lado, las transformaciones estructurales que se produjeron en el país a partir de 1945, y de manera particular las consecuencias del decreto de establecimiento de la gratuidad de los estudios superiores del 22 de noviembre de 1949.

 

Legados

Actualmente los argentinos tenemos el orgullo de poder dar cuenta de una tradición de solidaridad entre sectores y de una concepción pedagógica en la que la formación universitaria no puede concebirse como una opción restringida para las élites. Este legado hunde sus orígenes en la demandas de diversos sujetos sociales y en el reconocimiento de estos intereses por parte de un estado interventor.

Uno de los intelectuales más lúcidos que parió el interior cordobés, José María Aricó, tramó en sus estudios sobre la historia nacional un conjunto de experiencias que empiezan en el movimiento de la Reforma de 1918, siguen en las luchas de los años 30 y desembocan en la década de 1960 Aricó omitió las transformaciones operadas en los años 40, y esa omisión no parece casual, dada su experiencia, su modo de acercamiento a la cuestión del peronismo y sus formas de intervención política desde una intelectualidad de izquierda.

Hoy, a 70 años de aquel noviembre de 1949, hilvanar experiencias reformistas y revolucionarias con la historia del peronismo es el camino necesario para que la cita entre el pasado y el presente no sea infructuosa. Historizar sobre dinámicas de la política y el Estado que nos potenció como pueblo es un modo de hacer justicia y de construir futuro lo más leal posible a nuestra propia historia.

Victoria Chabrando