LOS MEDIOS Y EL GOLPE.

 

En el Multiespacio Cultural de la UNGS se exhibirá, hasta al 26 de abril, la muestra fotográfica “La construcción de un imaginario social. Imágenes de prensa en la última dictadura militar”. La reconocida investigadora Cora Gamarnik dialogó con Noticias UNGS sobre el papel de los diarios y revistas en esa circunstancia histórica.

 

–¿Qué relación establecieron los militares con los medios?

–No se puede hablar de los medios como un todo homogéneo, pero sí decir que las Fuerzas Armadas (FF.AA.) definieron una clara política que hacía de ellos un pilar de presión psicológica sobre la población en su conjunto. Muchos medios comenzaron a trabajar con las FF.AA. porque coincidían con sus objetivos, pero no fue lo mismo la editorial Atlántida o los diarios Clarín, La Nación y La Razón, más colaboracionistas, que el Buenos Aires Herald o La Opinión. Hay diferencias. Pero en su mayoría se puede decir que los medios apoyaron y celebraron el golpe de Estado.

 

–¿Qué estrategia comunicacional plantearon las FF.AA.?

–La dictadura trazó un plan que se fue gestando desde años antes. En el 73, los militares se van del poder, absolutamente desacreditados por la mayoría de la población. En tres años diferentes actores políticos sumados (FF.AA., medios, sectores políticos, Iglesia…) logran revertir esa visión y una parte de la población pasa no solo a apoyar un posible golpe de Estado sino a desearlo. Quiere a los militares en el poder para ordenar el supuesto caos en el que se vivía. Los medios de comunicación son un actor poderoso en ese sentido. Trabajaron sobre el imaginario colectivo y social. Por ejemplo, la idea del ‘subversivo’ como alguien descartable, la idea misma de la ‘subversión’, del enemigo a aniquilar, fue instalada paciente y sistemáticamente por muchos medios. En el plan de la dictadura no hubo solo ocultamiento y censura sino también una fuerte productividad: se elaboraron estrategias para visibilizar que los militares eran seres honorables y que la población necesitaba a las FF.AA. para volver a la paz, al orden y a la tranquilad.

 

–Construir la idea de una normalidad…

–Claro. Normalidad y pseudo-legalidad. Hubo una gran puesta en escena de un golpe no cruento. De un traspaso ordenado del poder, casi un desfile militar en el que la población asistía a ver cómo por fin las FF.AA. nos hacían el favor de tomar el poder para poner orden en el país. La ‘normalidad’ consistía en que la gente podía ir a hacer compras, caminar por las calles, tomar transportes públicos… los vecinos limpiaban las paredes de sus casas ‘sucias’ de leyendas, leían el diario en los bares.

 

–¿Las imágenes ocuparon un papel fundamental?

–Así es. Los diarios y revistas no están compuestos solo de texto pero a los investigadores nos costó empezar a mirar las imágenes: ¿Cuánta gente leyó las editoriales de La Nación o de Clarín en esa época?, ¿Y cuántos miraban las tapas de Gente, Siete Días, Crónica? Ahí hay un discurso muy poderoso que apunta no solo a transmitir normalidad y legalidad, sino también a desprestigiar al sistema político y realzar las figuras de los miembros de la Junta de Gobierno, esencialmente la de Videla, como un militar probo, honorable, profesional, vinculado a los valores religiosos y morales, pero también como alguien que se divertía y hacía chistes.

 

–¿Se pueden trazar analogías entre las estrategias mediáticas de la dictadura y las del gobierno actual?

–Para mí no son comparables gobiernos elegidos democráticamente y dictaduras militares llegadas vía golpes de Estado. Es cierto que hoy tenemos algo que no vivimos en los 35 años de democracia: un fuerte control gubernamental de los medios de comunicación. El gobierno sostiene una política destinada a cercenar la libertad de prensa. No obstante, en términos comunicacionales, son otras épocas. Los medios digitales nos permiten saltear algunas de esas formas de censura. Muchos de nosotros no nos informamos solo por los grandes medios, que hoy son medios de desinformación y creación de mentiras, sino a través de redes sociales de periodistas y escritores en los que confiamos, que nos dan mayor confiabilidad.

 

–¿Las redes permiten zanjar la segmentación de públicos?

Los medios digitales son una herramienta relativamente nueva y ya demostraron ser muy eficaces tanto para manipular información y crear fake news como para posibilitar otro tipo de comunicación, establecer redes e incidir en la agenda pública. Las redes sociales nos permiten acceder a contenidos y plantear contra-discursos que están ausentes de la agenda de los grandes medios. La viralización de la imagen de la señora recogiendo berenjenas del piso durante la protesta de los productores rurales y la posterior represión y detención del autor de ese registro muestran cuánto le duele al poder una imagen. Lo que pasó con el obrero que –saliendo del lugar de escenografía muda en el que lo querían instalar– lo interpeló a Macri provocó un escándalo social. Hoy hay dos espacios clave de disputa de sentido: el espacio público, la calle real y concreta donde nosotros nos movilizamos y el gobierno responde con represión, y las redes sociales, donde miles producimos y compartimos contenidos alimentando la gran arena de debate social y enfrentamos campañas de trolls, de difamación y construcción de fake news. Hoy, en el análisis de la comunicación, es muy importante tener en cuenta tanto el espacio público real como el espacio virtual.