SOBRE LAS INFANCIAS.
La socióloga y antropóloga social brasileña Claudia Fonseca y la historiadora mexicana Susana Sosenski participaron de las IV Jornadas de Estudios sobre la Infancia “Lo público en lo privado y lo privado en lo público”, organizadas por el Instituto de Ciencias de la Universidad. Ambas conversaron con Noticias UNGS.
–Claudia: ¿a qué se refiere cuando habla de “narrativas hegemónicas” sobre los derechos de los niños?
–Me refiero a narrativas sostenidas sobre visiones idealizadas de la familia. Aunque conocemos muchas formas de familia, cuando analizamos las políticas públicas pensamos en la familia nuclear, conyugal y heteronormativa, que no es “natural”, que está circunscripta a ciertos contextos, pero que sigue siendo idealizada como la única adecuada para el buen desarrollo infantil. El resultado es que las familias pobres que no pueden realizar ese modelo son consideradas desestructuradas y son responsabilizadas por los problemas de sus hijos. En Brasil, casi un cuarto de los 45.000 niños que hoy viven en hogares públicos fueron institucionalizados debido a la pobreza de sus familias.
–La internación de niños en instituciones ha sido muy cuestionada. ¿Qué obstáculos encuentran las medidas en pro de la desinstitucionalización?
–En Brasil, tras la sanción del Estatuto del Niño y del Adolescente en 1990, las grandes instituciones de acogida fueron desmanteladas y desmembradas en pequeñas casas esparcidas en barrios residenciales, para cuidar a los jóvenes en condiciones más afines a la vida familiar. Pero hoy, a causa de las críticas al modelo institucional, hay poca inversión en ese sector, y se presta poca atención a la preservación de los vínculos de los niños con sus familias de origen. Muchas veces la acogida institucional produce una ruptura de esos lazos, que vuelve casi imposible la reintegración familiar.
–¿Qué dilemas plantean los procesos de adopción?
–Todos abrazamos la filiación adoptiva como una forma de la vida familiar que puede ser muy gratificante para todos. Pero hay que tener algunas precauciones, pues en sociedades muy desiguales como las nuestras es fácil sucumbir a las “narrativas hegemónicas” para apurar el deslizamiento de niños de una clase social a otra. Otro asunto es la información. En Brasil dos familias pueden acordar la entrega de un niño y luego ir al juzgado a legalizar esa decisión. Pero los profesionales de los juzgados prefieren la adopción “plena”, en la que tienen el monopolio de la información, que distribuyen a cuentagotas: las madres biológicas no suelen ser informadas sobre el destino de sus hijos ni alentadas a dejarles una carta con los motivos de su decisión. Los padres biológicos y adoptivos no pueden comunicarse entre sí. De esta manera, pese a toda la retórica sobre la “nueva cultura de la adopción”, parece persistir la aspiración a que el niño llegue a su nueva familia como un recién nacido, sin historia.
–Susana: usted ha analizado el surgimiento del “niño consumidor” en México, ¿en qué consiste esa figura?
–La sociedad de consumo nació a comienzos y se consolidó a mitad del siglo XX. En el período de entreguerras, los niños fueron llamados a integrarse al consumo. Para entonces, las leyes de protección al trabajo infantil y la escolarización habían tenido efecto, y se pudo integrar a los niños (sobre todo a los de clases medias y altas) a la sociedad de consumo. Para ello se utilizaron estrategias publicitarias basadas en los hallazgos de la psicopedagogía: poner los productos a su altura, asociarlos a clubes en torno a algún producto, invitarlos a entrar a los centros comerciales y segmentar el consumo por edad.
–¿Cómo influye EE. UU. en el desarrollo del consumo infantil en América Latina?
–Está vinculado al imperialismo cultural y económico de EE. UU., a la exportación de marcas y a la transnacionalización de las producciones culturales que difunden el american way of life, y en especial a los juguetes, revistas y películas elaborados por Disney.
–¿De qué se trata la idea de “utopías económicas” relacionada con la infancia?
–Yo identifico tres utopías o paradigmas sobre la infancia que se desplegaron en México en el siglo XX: el niño trabajador, el niño ahorrador y el niño consumidor. Ya Baudrillard había señalado que cada vez más la sociedad necesita que los seres humanos sean consumidores.
–¿Es ese el “ideal del niño” actual?
–En un mismo tiempo y espacio pueden convivir diversas ideas sobre el niño. Pero hoy, en nuestra región, parece hegemónica la que deriva de la Convención de Derechos del Niño de 1989: el niño como sujeto de derechos. La utopía del siglo XIX era la de un niño cuyo valor estaba en su futuro, un futuro al que podía contribuir, por ejemplo, el trabajo infantil, que se entendía como un camino necesario, formativo y útil, sobre todo para la infancia pobre. Hoy no pensamos así, y por eso entendemos que la vida del niño debe desarrollarse entre el hogar y la escuela. La utopía del niño escolarizado, que encuentra sus raíces en la formación de los Estados nacionales en el siglo XIX, se nutre hoy del importante aumento de la cobertura educativa, que fue uno de los grandes logros de la segunda mitad del siglo XX.
Carolina Zapiola.