CULTURA.

En los párrafos que siguen, la Secretaria de Cultura y Medios de la Universidad reflexiona sobre los desafíos que plantea la situación de aislamiento forzoso que signa hoy la vida social en el país para el cumplimiento de la misión que tiene la Universidad de incidir en la agenda cultural de su comunidad y de su territorio, y comenta algunas de las producciones y de las iniciativas con las que las distintas áreas que integran la secretaría a su cargo siguen afirmando su compromiso, que ahora se manifiesta en la atractiva propuesta de una rica y diversa agenda cultural on line.

 

Mauricio Kartun dijo, en una hermosa conferencia en el auditorio José Pablo Martín, que algo distinguía al teatro de otras artes basadas en la actuación: la afirmación de la presencia, el convivio, el estar juntxs. La teatralidad acontece allí donde hay cuerpos reunidos, en el enlace entre quienes actúan y les espectadores. Cada función es única porque el tono se modifica. Como sucede en los momentos presenciales de otras artes, la música y la danza, o en las clases o conferencias. Los rostros de quienes están, su atención o dispersión, su compromiso con lo que ocurre o su desdén, modifican cada uno de esos hechos. Cuando la obra está objetivada en un cuadro o un libro o un disco, puede variar su interpretación, el modo en que se recibe, pero no su existencia.

¿Cómo intervenimos en la agenda cultural cuando la presencialidad está suprimida, cuando ese convivio es, precisamente, lo amenazante, porque el cuerpo de cada quien puede ser portador de virus? El aislamiento social preventivo y obligatorio modifica nuestras prácticas culturales: ni teatros ni cines ni conciertos ni salas. Vimos escurrirse la programación entre nuestras manos, mientras lugares públicos y privados empezaron a proponer recorridos virtuales. Las redes sociales se convirtieron en acopios y usinas, y hoy podemos asistir, desde nuestras pantallas, a recorridos por los grandes museos europeos, ver infinidad de películas, leer libros digitalizados, mirar grabaciones de obras de teatro.

Nuestras pantallas son apertura al mundo y a la vez confirmación del encierro, porque todo aquello que constituye una experiencia sensorial, afectiva y estética, nos aparece como superficie plana. Quizás mucho de lo que hacemos en estos días, en este extraño laboratorio de prácticas nuevas que implica la prevención sanitaria, tenga esa complejidad: no sustituye pero alude a esa otra experiencia que vendría a reemplazar, como si nos trajera su registro o una suerte de copia. Porque aún no son hechuras acabadas y originales, destinadas a la pantalla –salvo las películas y series producidas por cadenas como Netflix, ya pensadas para pantallas hogareñas y no para el cine–. Con los equipos del Polo de las Artes, de la Secretaría de Cultura y Medios, conversamos acerca de esta complejidad: ¿qué hacer, entonces?

Decidimos producir una agenda cultural on line, y una de las primeras propuestas fue la filmación de aquella charla del autor de Terrenal. Queríamos comenzar señalando, a la vez, las tensiones de la propia propuesta. Para esta agenda virtual recuperamos materiales –conferencias y espectáculos– que fueron filmados por UNI TV para ser transmitidos en la pantalla del canal y producimos nuevos materiales, exposiciones de profesoras y profesores de las diplomaturas que dicta el Centro Cultural –las primeras personas invitadas fueron Carlos Alonso y Marina Devesa– y entrevistas a artistas vinculados a las propuestas de la Universidad. Producir materiales específicos implica una incidencia sobre la temporalidad actual, marcar que no estamos haciendo lo mismo ni mostrando lo que sí se podía hacer en condiciones de presencialidad, sino investigando las condiciones del quehacer cultural en tiempos de pandemia.

Los celulares graban distinto que las cámaras de tv y nos convertimos en quienes registran su propia imagen: el modo selfie de la representación se vuelve clave en estas pequeñas producciones, pero también en la grabación de las clases y en las comunicaciones de video llamada donde nos vemos a nosotrxs mismxs en la pantalla, junto con las demás personas y podemos saber cómo estamos siendo vistxs. Aparece una conciencia inédita de la propia imagen y eso produce un cierto tipo de novedades en la representación. ¿Qué impacto producirá esto en las producciones artísticas y culturales? ¿Qué impacto en las prácticas que implican una exposición pública, como las clases, que desplegamos en general dejando esa visión en el plano inadvertido?

Durante esta cuarentena se estrenaron en UNI TV los ciclos Sublevaciones y Palabras en llamas. El primero es  una serie de clases sobre revoluciones, insurrecciones, desobediencias, actuales y antiguas, hechos históricos y rebeliones artísticas. Clases dictadas para la televisión, fuera de una currícula escolar o de un programa universitario, piezas separadas que intentan responder la pregunta por aquello que funda al desobedecer –la acción política, la lucha sindical, el deseo–, comparten la época de estreno con un sin fin de clases que entran, también, a las casas. También habrá que pensar alrededor de estas obras que son anfibias, que funcionan en la mixtura: un set de televisión no es un aula pero a la vez una clase, dictándose donde se dicte, establece un campo de conversación muy específico, el de la situación de escucha y aprendizaje.

Palabras en llamas es una serie de microprogramas coproducida con el Instituto de Ciencias y conducida por Jazmín Ferreiro: filósofas presentan a otras pensadoras cuya valoración ha sido menoscabada por las lógicas patriarcales de construir el canon y la legitimidad. En consonancia con ese esfuerzo de construir una historia plural de nuestros campos de conocimiento, FM La UNI desarrolló una serie de podcast de Historia de mujeres en la ciencia. Las discusiones abiertas por el movimiento feminista implican construir genealogías: encontrar antecesoras, refundar bibliotecas, hacerse nuevas preguntas epistémicas, revisar, cada vez, por qué nombramos, seleccionamos, enseñamos a algunas obras y no otras. Estas decisiones no pueden desligarse de la discusión más general sobre el modo en que se construye la norma sexo genérica, tema que es abordado por otra serie de podcast, Sin etiquetas. El podcast es pieza disponible en las redes, que ya no tiene, como el aire radiofónico, un horario determinado. Se convierte en pieza sonora a demanda y corresponde a un cambio en los modos de consumo. La radio, sin embargo, sigue abocada a la cobertura informativa, a la producción de noticias sobre la región y es un medio de vinculación con vecinxs y organizaciones sociales.

Quien lea quizás esté añorando el olor de la tinta sobre el papel, eso que nos lleva a agarrar una revista, apenas llega, para olfatear su novedad y hojearla –hacer pasar hoja por hoja–, o quizás eso nos pase sólo a quienes andamos un poco melancólicos por la falta de presencialidad. La cuestión es que es necesario pensar las singularidades de este momento y apostar a la creación  de obras e interpretaciones.

María Pia López

 

05/05/20