COLECCIÓN EDUCACIÓN.

 

La enseñanza de la historia en el siglo XXI. Saberes y prácticas.
María Paula González. Ediciones UNGS. Colección Educación. Los Polvorones, 2018.

En La enseñanza de la historia en el siglo XXI, la investigadora-docente del Instituto del Desarrollo Humano de la UNGS María Paula González invita a quienes se relacionan con la enseñanza de la historia en todos sus campos (incluyendo a estudiantes e investigadores) a reflexionar sobre la actualidad de la práctica docente en las escuelas a la hora de enseñar esta disciplina. Tal reflexión es propuesta a partir de un estudio que observa determinadas tendencias en los saberes y prácticas escolares, y que le permiten a la autora “mostrar un panorama de transformaciones en sus objetivos, contenidos, actividades y materiales, así como interpretar los cambios como mixturas e hibridaciones, con permanencias en lo que se renueva y mutaciones en lo que perdura”.

Desde la incorporación de la Historia como disciplina escolar en Argentina a fines de siglo XIX, su enseñanza fue adquiriendo complejidad a lo largo del tiempo: mientras algunas prácticas docentes perduraron (aunque no sus sentidos ni sus objetivos), otras se fueron incorporando, e inclusive algunas fueron dejadas de lado. El siglo XXI nos ofrece un panorama más complejo y renovado en torno a sus sentidos y contenidos, en el que sobresale la formación de ciudadanos democráticos y críticos. En este análisis, González intenta discutir con las perspectivas que ven al saber escolar y a los saberes y prácticas docentes como versiones segundas (simplificadas y livianas) de un saber primero y mejor: la historiografía académica y la práctica investigativa. También busca polemizar con aquellas perspectivas que observan lo cotidiano de las rutinas escolares sin percibir que estas rutinas se mueven de forma pendular entre el cambio y la conservación. La propuesta principal de la autora parte de reconocer a la escuela como un lugar de producción e invención de saberes propios. Es decir, de saberes que son construidos por los profesores en y para la escuela. Así, la institución escolar no es vista como mera reproductora de normativas oficiales e investigaciones académicas, sino que es considerada un lugar activo, donde se recibe esa información y se la transforma en un nuevo saber. Ni mejor ni peor, nuevo.

Estos saberes y prácticas escolares, específicos y singulares, poseen una serie de dimensiones que González nos invita a tener en cuenta para analizarlos: su intencionalidad pedagógica, el contexto en el que se desarrollan, las referencias y materialidades con las que trabajan, los diálogos que establecen, las formas que despliegan, sus destinatarios y sus autores. E incluso se puede invertir el esquema y pensar que la realidad de la práctica escolar puede imponer nuevas formas a las normativas docentes, como en el caso de los avances tecnológicos y su utilización como material en el aula. De la práctica a la norma, o a la inversa; entre cambios y permanencias. En definitiva: una enseñanza de la historia en movimiento.

Leandro Luque