COLECCIONES.

30025Las universidades frente al problema de comunicar la ciencia.
Marcela Bello y Gustavo Ruggiero (coordinadores).
Colección Textos institucionales. Ediciones UNGS.
Los Polvorines, 2015.

La “divulgación” de la ciencia es sin duda una apuesta social, política, económica y cultural, hija directa de la Ilustración. Pero apenas lanzada, se evidenciaron diversos problemas que se agudizaron con el desarrollo de la sociedad de masas y la correlativa complejización de los medios de comunicación. El carácter del discurso divulgativo –si se trataba de una “traducción” del opaco lenguaje disciplinar al lenguaje llano o de un metadiscurso, por ejemplo–, las estrategias, los efectos y alcances sociales, entre otras, fueron las cuestiones que dieron lugar a ricos debates sobre lo que hoy preferimos llamar comunicación pública de la ciencia. Leonardo Moledo decía que esa comunicación es la continuación de la ciencia por otros medios, y es cierto: tales debates atravesaron el siglo XX pero se reactualizan hoy y alcanzan en nuestro país mayor visibilidad al compás del vigoroso impulso dado al desarrollo científico y tecnológico local. Y la vigencia se observa en el recorrido por reflexiones y prácticas concretas que propone el libro editado por Marcela Bello y Gustavo Ruggiero.
El texto propone un recorrido –en la voz de los propios actores– por experiencias de distintos centros, en especial de la UNGS –agencias de noticias, publicaciones, trabajos territoriales, museo y desarrollo de un área de investigación en la problemática misma–, y ofrece una descripción reflexiva de esos dispositivos, de sus fundamentos y de los resultados de las prácticas. Queda claro que las apuestas que tales experiencias realizan se hacen cargo de los problemas antes enumerados –y de otros– desde un rico abanico de rasgos conceptuales que subyacen en la descripción.
Algunas posiciones explícitas –como la del área de “Popularización de la ciencia” (ICI)– abren un interesante debate pendiente en el interior del campo científico al que también apuntan, en buena medida, la presentación, a cargo de los editores, y el epílogo, de Eduardo Rinesi, que enmarcan el trabajo desde posiciones con otros matices. Tanto la inauguración como el cierre del libro animan a revisar creencias sobre los fundamentos sociales de la actividad científica: desde miradas convergentes plantean que el acceso al conocimiento científico –proceso y producto– es un derecho de todos los miembros de la sociedad.
En uno de los artículos, Elena Gasparri señala que no hay una ciencia acabada a ser transmitida: hay solo escenarios, prácticas, actores, discursos. Este libro se encarga de destacarlo y abre el juego.

Dante Peralta