ANTIVIRALES: PALABRAS SIN CUARENTENA. Por Diego D. Eliggi.

 

La convocatoria “Antivirales: palabras sin cuarentena”, lanzada por la Secretaria de Cultura de la Universidad, fue el estímulo para que casi 90 escritores y escritoras se detuvieran a pensar y poner palabras (en las dos categorías de “Ensayos” y “Microrrelatos y microensayos”) a las vivencias de estos días y a las perspectivas hacia el futuro. En las últimas dos renovaciones de materiales de esta edición especial de Noticias UNGS dimos a conocer seis de los ocho escritos seleccionados por el jurado del concurso, que estuvo integrado por Mónica Alabart, Natalia González, Juan Rearte, Laura Reboratti y Eduardo Rinesi. En esta nueva actualización de esta publicación presentamos a los lectores y las lectoras los dos restantes. El que aquí sigue es un ensayo de Diego D. Eliggi, graduado de la Universidad.

 

 

 

El sendero de eucaliptus

Diego D. Eliggi

Con el aislamiento social decretado se pospusieron sus sueños de maratón. Todos los entrenamientos acumulados hasta la fecha, que en un primer momento intentó mantener haciendo ejercicios en el living de su casa, también se vieron frustrados, todas las rutinas cambiaron.

Se vestía como para salir a entrenar  pero en lugar de abrir la puerta, movía los muebles y se disponía a sudar frente a algún dispositivo.Las redes sociales eran sus mejores aliados en el confinamiento. Y estuvo bien por unos días, pero pronto comprendió que no serían solo dos semanas. Entonces consideró que todo esfuerzo era vano y abandonó sus zapatillas y  su ropa deportiva en un rincón.

Se dedicó a cocinar y a comer y a ver series y dormir, y sintió que la rutina lo agobiaba.

Probó con la música y se escuchó tan desafinado como de costumbre. Probó con unos pinceles y descubrió la pintura. Los vivos colores llamaron su atención. El tiempo volaba cuando se encontraba frente a los lienzos y lo más interesante era que no lo hacía nada mal.

Día a día, fue perfeccionando su arte. Pintó flores y retratos, pintó mares bravos y calmas lagunas, pintó paisajes otoñales y caminos. Un buen día se dedicó a pintar un paisaje que tenía grabado a fuego en su mente. Aquel por el que solía correr todas las mañanas. Pintó el camino de tierra y las piedras, la vegetación a su alrededor y los eucaliptus, una larga fila de ellos. Lo hizo tal y como lo recordaba sin dejar fuera ni el más mínimo detalle. Permaneció noches enteras pintando con febril obstinación hasta conseguir la más absoluta perfección. Aún así nunca estaba del todo conforme. Se pasaba horas frente al cuadro y siempre encontraba algo que agregar o corregir. Las tardes, volaron como los días y las noches.

Una mañana se levantó a las 6 AM como acostumbraba hacerlo cuando la vida era normal. Su esposa aún permanecía dormida a su lado. Lo hizo en silencio y con el mayor sigilo fue hasta la habitación que había destinado como  taller de arte. Los pinceles permanecían en una lata con solvente, los pomos estaban arrugados y desperdigados por la mesa. Una tabla repleta de colores aguardaba,junto a un trapo manchado, al pie de la pintura.

Permaneció largo rato contemplando el cuadro. Era la viva imagen del sendero que acostumbraba a recorrer. Hasta la neblina matinal podía observarse. No encontró nada que agregar o cambiar. Permaneció de pie frente a la pintura y se imaginó estar ahí moviendo los brazos y las piernas para entrar en calor, haciendo los acostumbradosejercicios de estiramiento. Sintiendo el aire frío entrar por su nariz y saliendo por su boca formando efímeras nubes de vapor,  Imaginó oír el viento meciendo las hojas y el calor con el que acariciarían levemente su rostro los rayos de sol.  Se concentró en oír los pasos en el ripio y en el compás de su respiración, sintió el viento fresco en el cuerpo y cómo todo se movía a su alrededor. Se sentía realmente vivo.

Cuando su esposa lo buscó, él no estaba a su lado. Lo buscó en el baño y en la cocina pero la casa estaba en completo  silencio. Se fijó en la habitación de las pinturas y no vio nada fuera de lo usual. Permanecía en el desorden típico de un artista. Llamó nuevamente a su marido pero no lo encontró. Notó que ni su ropa deportiva, ni sus zapatillas estaban donde acostumbraban. Fue hasta a la puerta de entrada pensando que había salido a correr, pero estaba cerrada con tranca por dentro. Su marido simplemente no estaba.

Volvió a observar la pintura era un hermoso paisaje de un camino, con eucaliptos a ambos lados, con neblina y rayos de sol y un hombre corriendo libremente se perdía en el horizonte.

 

 

 

Tiitulo de la pintura: El sendero
Autor: Diego Eliggi
Año: 2020
Material: Acrílico sobre tela
Dimensiones: 27,5 cm x 16 cm

 

04/08/20