HACIA EL CENTENARIO DE LA REFORMA.

 

En vísperas de la conmemoración del primer centenario de la Reforma Universitaria de 1918, Noticias UNGS completa con esta entrega una serie de notas dedicadas al estudio de distintas dimensiones del movimiento cordobés. En este caso, Daniela Perrotta, estudiosa de la historia y del presente de las universidades latinoamericanas, presenta los perfiles de tres dirigentes y militantes particularmente destacados de esa epopeya.

 

La reforma universitaria de 1918 tuvo diversos protagonistas. En un clima signado por el desencanto de una Europa en crisis, los vientos de cambio que traía la Revolución Rusa y una nueva realidad política en la Argentina, se destaca la labor de dirigentes juveniles como Deodoro Roca, Saúl Taborda y Gabriel del Mazo, que expresan tres perfiles –el del activista antiimperialista, el del pedagogo y el del político profesional– en los que se cristalizan distintas aristas del movimiento reformista.
Abogado nacido y criado en el propio vientre de la Córdoba tradicional y monacal que el movimiento reformista buscó transmutar, Deodoro Roca nos legó su pensamiento a partir de una serie de ensayos, discursos, polémicas y notas filosóficas, así como de las organizaciones que creó y conformó. De su vasta trayectoria política-militante, destaco dos aspectos intrínsecamente relacionados: su discusión en torno a la Universidad y su práctica anti-imperialista.
La Universidad Nacional de Córdoba reflejaba un status quo que asfixiaba el proceso de modernización político y social en marcha en el país desde la sanción de la Ley Saenz Peña y la irrupción de la Unión Cívica Radical. En Córdoba, en 1916 se crea el comité “Córdoba Libre” en repudio a un episodio de censura a una charla de Arturo Capdevilla en la Biblioteca de la Universidad. Conforme al ideal arielista, la juventud se revela como una actor capaz de trastocar lo establecido y transformar la realidad.
El cuestionamiento a los métodos de enseñanza y de acceso a la docencia condujo a la crítica del orden social. Así, la reforma universitaria buscó, en términos de Deodoro, enlazar Universidad y Pueblo. El drama de lo que Roca llamó “el universitario puro” es su imposibilidad de criticar el orden social para cambiarlo. La reforma es, pues, una reforma moral e intelectual, una verdadera revolución de las conciencias por las luces de la ciencia: de una ciencia para el pueblo.
Sobre el antimperialismo de Deodoro vale la pena destacar su tesis doctoral, elogiada por José Ingenieros, donde discurre sobre las dimensiones sociales, económicas y políticas de la integración latinoamericana. En palabras de Néstor Kohan, el antiimperialismo de Deodoro se articula en torno a la crítica del materialismo y del utilitarismo y al cuestionamiento del expansionismo territorial norteamericano, y como categoría política y económico-social de alcance general.
Su postura de rechazo a la dominación de potencias extranjeras se expresó en diferentes trabajos: en columnas periodísticas, en sus notas en la revista Flecha e incluso en sus escritos sobre la universidad, donde llama a la creación de hombres (¡y mujeres!) americanos. Conforme a estos ideales creó diversos comités y participó de la Unión Latinoamericana (fundada por José Ingenieros), la Sociedad Argentina de Escritores y la Liga Argentina por los Derechos del Hombre.
Amigo de Deodoro, y abogado como él, Saúl Taborda será recordado como pedagogo. Junto a Deodoro, integró el Comité “Córdoba Libre” así como –“treintañeros” ambos– el movimiento reformista del 18. A diferencia de Deodoro, Taborda nos lega una nutrida obra literaria e intelectual: una veintena de libros y artículos en revistas que creó.
En su ensayo “Reflexiones sobre el ideal político de América” aborda la crisis civilizatoria de Europa y propone una “hora americana”: frente a la Gran Guerra, América Latina era llamada a rectificar el rumbo de Europa. De este ensayo, interesan dos cuestiones que sintetizan su visión frente al positivismo, al clericalismo y a la oligarquía liberal: la crítica universitaria y la crítica a la democracia, ambas fundadas en la importación de instituciones europeas sin un ideal político al que orientarlas.
Su crítica a la universidad se centra en las formas de enseñanza dogmáticas, la aristocracia católica y su vinculación respecto al pueblo. Por este motivo, las premisas de participación política estudiantil en la vida universitaria se enlazan con los fines hacia los que debía orientarse la universidad: la reforma política y social en el país y en América Latina.
En pos de estos ideales, en 1921 Taborda deja Córdoba y su ejercicio profesional como abogado para asumir como Rector del Colegio Nacional “Rafael Hernández” de la Universidad Nacional de La Plata. Allí desplegó un conjunto de políticas en línea con el movimiento reformista, ya que, para él, el proceso iniciado en la Universidad dos años antes no debía quedarse en este nivel educativo si efectivamente se buscaba trastocar las estructuras de poder dominante.
Sus reformas fueron no solo organizativas: promovió la generación de nuevos vínculos pedagógicos, buscó instaurar una “docencia emancipadora”, propuso crear la “Casa del Estudiante” y las “cátedras de crítica y práctica pedagógica”, modificó el cuerpo de profesores, introdujo la educación estética y favoreció la participación estudiantil en los órganos de gobierno. Las resistencias que generó su desafío a la tradicional noción de autoridad le valieron la expulsión del Colegio.
Su crítica a la democracia, que incluye el cuestionamiento sobre el Estado, la Justicia y los partidos políticos, instituciones trasplantadas con el proceso de revolución iniciado en nuestro país en 1810, lo lleva a postular una “democracia americana” vinculada con la expansión de la vida buena –conforme la fórmula de Aristóteles–, o como un “estado social cooperativo”. La moral americana que facilita la integración del hombre es –dice Taborda– la que emerge del trabajo.
Taborda postula un orden político vinculado a lo popular y derivado de las tradiciones presentes en cada espacio territorial y un proyecto educativo que confronta con el hegemónico de Sarmiento. Vinculado con el movimiento de la “Escuela Nueva”, busca ofrecer una alternativa a la tradición normalista y condiciones para la autonomía de los estudiantes, el desarrollo del pensamiento crítico, el diálogo con los contextos locales, nacionales y regionales a partir de prácticas escolares y la valorización de la cultura.
Más joven, Gabriel Del Mazo transitaba sus veinte en el 18. Estudió Ingeniería en la UNLP y se dedicó a la “política profesional”: fue dirigente, parlamentario, ministro y embajador como miembro de la UCR, primero en el ala yrigoyenista y luego en la intransigencia de Arturo Frondizi. Fue presidente de la Federación Universitaria Argentina en 1920 y vicepresidente de la UNLP. Su obra se ocupa de la Reforma Universitaria y de la historia del radicalismo.
Del Mazo fue el teórico de las reformas para promover la participación política de los estudiantes (y después de los graduados) en el co-gobierno universitario; él nos legó la aplicación de la terminología republicana a la institución universitaria (ciudadanía, soberanía, demos, república), la noción de “república de los estudiantes” y el énfasis en el co-gobierno y la autonomía, marcas distintivas de la universidad latinoamericana resultante del proceso reformista.
Aello se agrega, en relación con las clases medias en ascenso, los señalamientos sobre la docencia libre y la asistencia libre. Junto a Dante Ardigo, Del Mazo presentó un proyecto de resolución en el Primer Congreso Nacional de Estudiantes Universitarios sobre la gratuidad de la enseñanza, con un “impuesto al ausentismo” y “becas para estudiantes pobres”. Y enfatizó la misión social de la universidad, la importancia de la extensión y la búsqueda de articulación con la reforma social.
Del Mazo sistematizó un conjunto de documentos del proceso y movimiento reformista en Argentina y otros países latinoamericanos en La Reforma Universitaria, de tres tomos: el primero sobre el movimiento argentino, el segundo sobre su propagación americana y el tercero con aportes críticos. En la introducción, hablando a “los estudiantes americanos”, sugiere que “la Reforma es uno de los nombres de nuestra Independencia”.
Después de Córdoba, Del Mazo participó en las acciones que llevaron a la modificación de los estatutos universitarios en otras casas de estudio, así como a incidir sobre Irigoyen para la apertura y/o nacionalización de otras universidades. Sus escritos subrayan los vínculos entre la apertura a la participación política del país, el ascenso de las clases medias y el Irigoyenismo. En sus términos: entre el renacimiento democrático del país y el renacimiento democrático de la Universidad.
La Reforma Universitaria tuvo lugar en Córdoba por la clausura y el ahogo que la sociedad clerical y aristocrática generaba, en Argentina por el proceso político y de modernización social en curso, y en Latinoamérica de cara a la búsqueda de apreciación de la cultura propia frente a la crudeza del fracaso civilizatorio europeo, y excede el ejercicio de un esquema programático para la mejora organizacional de la institución universitaria y la reproducción de las elites gobernantes.
La Reforma Universitaria “inflamó las conciencias” para pugnar por la articulación entre la Universidad y el pueblo y en busca de una reivindicación de “lo latinoamericano”. Fue conducida por intelectuales militantes (todos hombres, conforme la época) y apoyada por organizaciones del campo popular. Fue una rebelión y una revolución.

Daniela Perrotta