EDITORIAL.

Alguna vez la contratapa de esta revista nos sirvió para expresar el rechazo de la comunidad universitaria de la UNGS a la arbitraria e injusta detención de la dirigente social argentina Milagro Sala, cuyo escandaloso encarcelamiento tiñe de infamia y de vergüenza, hasta hoy mismo (y querríamos pensar que por no mucho tiempo más), a nuestra democracia. En esta ocasión la inaceptable situación contra la que es necesario hacer oír un reclamo unánime y macizo es la que afecta al ex presidente del Brasil Luiz Inácio “Lula” da Silva, aprisionado sobre la inaceptable base de un conjunto de prejuicios que insultan la inteligencia y la dignidad del mundo entero.

No es el caso extendernos acá sobre las características del proceso judicial que encuentra ahora esta deriva disparatada y afrentosa. Sí vale la pena destacar el interés que tuvo y tiene el impresionante discurso que dio el veterano dirigente del PT en el sindicato metalúrgico de São Bernardo do Campo justo antes de entregarse. En el año del centenario de la Reforma Universitaria, ese discurso, que tuvo en la “cuestión universitaria” uno de sus ejes principales, puede ser leído como una expresión y una radicalización de la mejor herencia democrática que nos deja aquel acontecimiento, y como uno de las grandes piezas oratorias que a lo largo de este siglo se ocuparon de una idea con la que la Reforma apenas había coqueteado, pero que hoy nos es especialmente cara: la de que la Universidad tiene que ser pensada como un derecho universal. No es en los inexistentes argumentos que obran en el expediente judicial de Lula, sino en esa pieza notable, donde hay que buscar la explicación de por qué Lula está preso.

Se ha dicho que, a diferencia de las derechas que gobernaron otrora los países de nuestra región, las que lo hacen hoy son derechas a las que deberíamos calificar como “democráticas”. Uno de los motivos que nos obligan a preguntarnos con mucha seriedad en qué específico sentido de la palabra “democracia” es posible sostener semejante pretensión es la proclividad de los gobiernos que tenemos a aceptar –cuanto menos– estas arbitrariedades. Otro de los motivos que nos exigen ser muy prudentes en nuestra caracterización de estos gobiernos, y muy rigurosos en la evaluación de los programas que llevan adelante, es la evidencia del modo en que vienen operando un sistemático retaceo de los recursos necesarios para desarrollar políticas públicas en condiciones de garantizar los derechos que toda sociedad democrática debe empeñarse en garantizar a sus ciudadanos. En este número de Noticias UNGS se discute, en relación con la Argentina, este problema.

Pero también se discute todo lo que la Universidad, aun en medio de limitaciones tan severas, puede hacer y hace en cumplimiento de sus responsabilidades: sus investigaciones sobre los problemas del desarrollo, sus políticas en pos de preservar y renovar las memorias del pasado, su trabajo en el campo de la comunicación, su diversa y rica producción editorial. A cien años de la Reforma de 1918, y a cincuenta del “mayo francés”, sobre el que también se habla en estas páginas, las dificultades del panorama nacional y regional nos obligan a redoblar nuestros esfuerzos por ayudar a construir, en la Universidad y desde la Universidad, una vida común cada vez más democrática.