A CINCUENTA AÑOS DE SU MUERTE.

 

“Yo viviré como recuerdo, durante el tiempo que me tengan en su memoria las personas que de veras me han querido; y en la medida en que he dedicado mi vida a los ideales revolucionarios de la libertad humana, me perpetuaré en la obra de los que continúen esa militancia.”
John William Cooke

 

Con estas palabras, dirigidas a su compañera Alicia Eguren, John William Cooke cerraba su militancia en las filas del pensamiento latinoamericano, nacionalista y antiimperialista. Pocos días después, el 19 de septiembre de 1968, moría en el Hospital de Clínicas de la Ciudad de Buenos Aires, a los 47 años de edad, de cáncer de pulmón. Cooke había nacido el 14 de noviembre de 1920 en La Plata. Primogénito de Juan Isaac Cooke y María Elvira Lenci, creció en un hogar donde la política se respiraba cotidianamente. Su padre, de profesión abogado, fue un radical yrigoyenista y se desempeñó en el Ministerio de Gobierno de la Provincia de Buenos Aires desde 1922 hasta 1930, año en que Hipólito Yrigoyen es derrocado por el primer golpe de estado de nuestra historia.

Cooke estudia derecho en la Universidad de La Plata y desde muy joven empieza a trabajar con su padre, quien en 1938 es elegido Diputado Nacional. La militancia en el radicalismo de padre e hijo los llevará a acercarse al naciente fenómeno político que comienza a gestarse a inicios de la década de 1940 en torno al nombre de un joven coronel del ejército: Juan Domingo Perón. En 1945, el padre de John William es designado Ministro de Relaciones Exteriores y Culto de la Nación en el marco de una escisión de la UCR como consecuencia de diferentes interpretaciones acerca de lo que representa la figura en ascenso de Perón. Los Cooke forman parte de la UCR Junta Renovadora, que interpreta que las acciones que Perón lleva adelante desde la Secretaria de Trabajo y Previsión son una continuidad de lo mejor de la experiencia yrigoyenista.

En 1946 Cooke se convierte en Diputado Nacional por la Capital Federal. Con apenas 26 años, es el más joven de los parlamentarios del bloque peronista, convirtiéndose en el bebe para los amigos. Pese a su corta edad, se convertirá en una de las principales espadas del peronismo en la Cámara, siendo responsable de la presentación de proyectos de ley centrales para el gobierno. Uno de ellos es el de represión de monopolios. En su exposición acerca de las virtudes de la ley, Cooke sostenía que los poderes económicos con posición monopólica se convierten rápidamente en poderes políticos, y que las prácticas monopólicas implicaban una reducción de la libertad individual y una pérdida de soberanía de los Estados. La solución, sostenía, era que todas las actividades económicas que requirieran prácticas monopólicas debían ser llevadas adelante por el Estado.

También participó activamente en la expropiación del diario La Prensa en 1951. En esa ocasión ponía en duda que lo que se estuviera discutiendo fuera la libertad de prensa. Por el contrario, decía que lo que se ponía bajo el nombre falso de esa libertad no era más que una consigna engañosa que pretendía excluir las voces de los pueblos oprimidos por la alianza entre el imperialismo y la oligarquía que los sometía. “Nosotros creemos en la libertad de prensa” –decía en aquella ocasión–; “en lo que no creemos es en el derecho de estas empresas mercantiles y capitalistas para procurar que los resortes del Estado se pongan al servicio de sus intereses cada vez que hay cuestiones gremiales en juego”.

En 1948 Cooke presenta el proyecto de reforma constitucional que se convertirá en la Constitución Nacional de 1949. Cooke presenta al Estado como el garante de la libertad, denunciando la idea liberal del Estado como un peligro para la libertad como resultado de una ideología imperialista, y planteando que, por el contrario, en los países de economía colonial o semicolonial el Estado es una herramienta de los pueblos. Toda su argumentación sobre la necesidad de reformar la constitución se asienta en la convicción de que había que fortalecer el Estado para fortalecer la libertad. El proyecto conjugaba la cuestión nacional con la cuestión social y aspiraba, a través de la inclusión de los derechos laborales, a que los trabajadores adquirieran las libertades económicas que les permitieran gozar de las ya sancionadas libertades civiles y políticas.

No faltarán rebeldías en el joven diputado nacional. Ya en 1946 Cooke se negaba a votar la ratificación de las Actas de Chapultepec y de las Naciones Unidas. La ratificación de dichas actas había sido pedida por Perón, pero Cooke argumentaba que eso limitaba la soberanía nacional y que creaba el peligroso sofisma de la igualdad entre los Estados, desmentida en la realidad de los pueblos. Este tipo de rebeldías y el ascenso de nuevas figuras en el elenco de gobierno del peronismo le valieron a Cooke, tal como sostiene Galasso, no ser tenido en cuenta para renovar su banca en el Congreso. En 1952, John no ocupaba ningún cargo en el gobierno ni en la estructura del partido peronista, pero no por eso se sentía apartado del fenómeno revolucionario que veía en el gobierno de Perón. En 1952, Eva Perón le ofrece la dirección del diario Democracia, pero Cooke la rechaza sosteniendo que no quería pelearse con la corte de adulones.

Cooke vuelve al llano como un militante de la revolución. En diciembre de 1953 se edita el numero 0 de la revista De Frente. Testigo insobornable de la realidad mundial, bajo su dirección. El semanario se convertirá en una “trinchera de la revolución” desde donde se prestará un apoyo crítico al gobierno, remarcando que el periodismo es militancia, pero que esa militancia no se lleva adelante en el nombre de Perón sino en el de la revolución, que lo trasciende. De este modo, desde la revista se elogiará al gobierno nacional por la orientación general de sus políticas económicas y de inclusión social, pero también se lo criticará duramente por su creciente burocratización.

Tras el bombardeo a Plaza de Mayo, en junio de 1955, y en ocasión del intento del presidente Perón de “rodearse de hombres de confianza”, Cooke será llamado a cumplir nuevamente funciones dentro de la organización del peronismo. En un primer momento Perón le ofrecerá el Ministerio de Asuntos Técnicos, puesto que Cooke rechazará afirmando que no era momento de la técnica. En cambio si aceptará ser interventor del Partido Peronista de la Capital Federal. Un mes después, el peronismo será desplazado del poder por un golpe de Estado. Para Cooke comenzará un largo periplo por las instituciones penales del país, donde no faltarán el frío ni los simulacros de fusilamiento, pero tampoco la fortaleza de la convicción, una espectacular fuga de la cárcel de Río Gallegos y la huida a Chile, junto con otros referentes del peronismo.

En la cárcel Cooke recibirá la noticia de que Perón lo ha designado su delegado en el país y su heredero político en caso de muerte. Desde 1957, tras su traslado a Chile, Cooke comenzará a organizar los comandos de exiliados en nombre de Perón y a entablar con el líder del peronismo una extensa correspondencia, destinada a convertirse en uno de los documentos más importantes para comprender los avatares del peronismo. Las relaciones entre Perón y su delegado se sucederán armoniosamente hasta 1959, cuando Cooke participa activamente en la toma del frigorífico Lisandro de la Torre, que tuvo movilizado al barrio de Mataderos por varios días. Desde allí comienza un lento pero sostenido deterioro en las relaciones entre Perón y Cooke, lo que se advierte en la correspondencia.

El año 1959 será crucial en la vida de Cooke. La Revolución Cubana influirá profundamente en su pensamiento, y Cooke viajará a la isla, donde entablará amistad con Ernesto “Che” Guevara e iniciará una cruzada intelectual por vincular al peronismo y a la Revolución Cubana en un mismo proceso. Cooke era un “hereje de dos iglesias”, como dice Miguel Mazzeo, pues los peronistas más ortodoxos desconfiaban de su “comunismo” y los revolucionarios de izquierda veían en él a alguien confundido por su adscripción al peronismo. Sin embargo, no todos fueron inmunes a los intentos de Cooke por vincular peronismo y revolución de izquierda. Toda una generación vivió en la convicción de que el peronismo era un fenómeno de izquierda y que de su mano la Argentina arribaría al “socialismo nacional”. El papel de Cooke en esa convicción es innegable.

John William Cooke es sinónimo de revolución. Su militancia revolucionaria estuvo siempre asentada en su nacionalismo, su antiliberalismo y su antiimperialismo. Sus planteos en Peronismo y Revolución, texto de 1966, muestran más continuidades que rupturas con lo que había expresado como Diputado Nacional. Lo que sí es indudable es que las suyas son palabras atravesadas por los diversos cambios de contextos que surcó su vida militante. Cooke murió en septiembre de 1968, hace ahora medio siglo, dejando escritas las palabras de despedida que inician este artículo. Pero su pensamiento nacional de izquierda y revolucionario permanece vivo en la memoria popular, y seguirá vigente mientras sigan acosándonos los grandes problemas contra los que peleó toda su vida.

Cristian Leonardo Gaude

Bibliografía
Cooke, J. W., Obras completas (ed.: E. L. Duhalde), Colihue, Buenos Aires, 2007.
Galasso, N., Cooke, de Perón al Che. Una biografía política, Nuevos Tiempos, Buenos Aires, 2004.
Mazzeo, M., John William Cooke. Textos traspapelados (1957-1961), La Rosa Blindada, Buenos Aires, 2000.

 

 

El pueblo y las instituciones

A la bibliografía indicada en este artículo, y al no muy extenso conjunto de otros libros que a lo largo del último medio siglo se han ocupado de la vida y de la obra de John W. Cooke (uno de Richard Gillespie, uno de Fermín Chávez, uno de Ernesto Goldar y tres o cuatro o cinco más), hay que agregar desde hace ahora tres años un texto notable del propio Cristian Gaude, publicado por el sello editorial de nuestra Universidad. El peronismo republicano (UNGS, 2015) es, en efecto, un aporte decisivo al conocimiento del pensamiento de Cooke y a la discusión sobre el desafío que el mismo plantea a los modos más convencionales de presentarse la discusión filosófica-política sobre lo que los antiguos llamaban “el gobierno popular”.

Eduardo Rinesi

Jornadas

El miércoles 19 de septiembre, día del cincuentenario de la muerte de Cooke, se llevará adelante en la UNGS, en la sala de la Galería de los Hombres y Mujeres de la Universidad Pública Argentina (sala 103 del módulo 1, Campus Universitario de los Polvorines), la Jornada “John William Cooke. Ecos de su pensamiento a cincuenta años de su muerte”. A las 10, en la primer mesa, titulada “John William Cooke y la Revolución Peronista”, hablarán Cristian Gaude, Esteban Sánchez, Juan Giani y Guillermo Korn. A las 14, en la segunda mesa, y bajo el título de “El hecho maldito del país burgués”, expondrán Federico Bouilly, Daniel Sorín, Darío Pulfer, Julio Melon Pirro y Eduardo Jozami. A las 16 se desarrollará la tercer mesa, titulada “En Argentina los comunistas somos nosotros”, en la que participarán Aritz Recalde, Roberto Baschetti y Miguel Mazzeo. A las 18 tendrá lugar la clausura del evento, que consistirá en una conferencia magistral de cierre a cargo de Horacio González.