DORA BARRANCOS EN LA UNGS.

La Diplomatura en Géneros, Políticas y Participación, que dicta el Instituto del Conurbano de la Universidad, inauguró su tercera edición con una clase abierta a la comunidad a cargo de la socióloga e investigadora del CONICET Dora Barrancos.  La coordinadora de la diplomatura e investigadora del Instituto, Marisa Fournier, destacó el aporte teórico a la historia de la mujer y los feminismos realizados por Barrancos y su compromiso con la lucha por los derechos humanos y la creación de espacios de construcción colectiva para revertir desigualdades”. Noticias UNGS conversó con Dora Barrancos sobre estos temas.

– ¿Por qué eligió centrar muchas de sus investigaciones en los feminismos?
– En realidad me he dedicado especialmente a la historia de las mujeres y por lo tanto resultaba inexorable analizar la adopción, desarrollo y transformaciones más recientes de las ideas feministas en nuestro medio. Los cauces del feminismo –que en realidad siempre ha sido un movimiento con pluralidad de posiciones– constituyen circunstancias fundamentales para comprender la conquista de los derechos de las mujeres. Imposible escindir la historia de los feminismos de la historia de la condición femenina.

–¿Cuáles fueron las conquistas más relevantes en nuestro país?
–Desde la aparición del movimiento feminista se conquistó un primer derecho en 1926, con la reforma del Código Civil que revocó el impedimento de que las mujeres pudieran educarse, actuar profesionalmente, trabajar sin el consentimiento del marido. Esa conquista fue seguida en 1947 con el voto femenino, una demanda subrayada en nuestro país a partir de la década 1920. Pero los derechos se incrementaron notablemente con la retomada de la democracia en 1983, y podría señalar entre los más destacados: la conquista de la patria potestad compartida, el di-
vorcio vincular –sin duda una medida de acentuado significado para las mujeres–, las leyes contra la violencia –la primera se refería al orden doméstico y la más reciente se refiere a la violencia ejercida en todos los ámbitos–, la ley de cupo, la ley que protege a las mujeres que trabajan como empleadas de casas particulares, la modificación de la ley penal que agrava con prisión perpetua el homicidio de las mujeres debido a su condición de género (feminicidios), y deben sumarse los nuevos derechos de matrimonio igualitario y de identidad de género (LIG).

–En su exposición dijo que los feminismos impulsaron la LIG. ¿Se necesita más legislación para defender los derechos de las mujeres?
–He sostenido que debe computarse, en las agencia a favor de los derechos de las sexualidades disidentes, al cauce abierto por diversos feminismos. Hemos conquistado muchos derechos formales y puede debatirse si se necesitan más leyes, pero lo que debe garantizarse es que los derechos conquistados efectivamente alcancen a las mujeres y a las múltiples identidades sexuales y generizadas. Los derechos existen en cuanto interpelados. En la letra muerta no hay prerrogativas, estas existen en cuanto son activadas por las personas afectadas.

– Qué rol deben asumir los organismos de investigación en cuanto a los estudios de género?
–La investigación debe permitir conocer más y mejor las variadísimas condiciones de las mujeres y de las personas que manifiestan sexualidades disidentes. Es una tarea interminable, por cierto, pero el pivote es incrementar la dignidad de las personas, posibilitar más herramientas para la autonomía, hacer posibles “vidas dignas de ser vividas”.

–¿Qué aporte cree que hacen espacios de formación como la Diplomatura?
–Son fundamentales. Implican el compromiso de la academia con las necesidades de las gentes de carne y hueso, significa ofrecer conocimiento e instrumentos para modificar circunstancias cruciales. Este esfuerzo de las universidades cumple en verdad con el viejo mandato del compromiso activo con las comunidades.

–Impacta hoy el número de femicidios: ¿Hay más violencia de género o existe más visibilidad y/o conciencia sobre estos hechos?
–Entre las feministas hay un debate sobre la cuestión pero me encuentro en el grupo que sostiene que no podemos de ninguna manera afirmar que aumentó la violencia porque simplemente enfrentamos dos cuestiones concatenadas: no había, hace algunas décadas atrás, el concepto de “violencia” contra las mujeres, y consecuentemente no contamos con registros sobre esa criminalidad. Lo que sí ha aumentado es la intolerancia social a la violencia, se ha incrementado la indisposición contra las humillaciones, la brutalidad de las palabras y de las agresiones físicas. La subjetividad de las mujeres se ha tornado menos tolerante con las conductas violentas de compañeros y maridos, aunque todavía estamos muy lejos de extirpar el flagelo.