EDITORIAL.

El pasado 11 de enero, lxs miembros de esta comunidad universitaria nos enteramos de que el día anterior, en un siniestro vial en Cuba, habían fallecido Nadia Flores y Rosana Gómez. Ambas eran graduadas y docentes de la UNGS, Nadia también nodocente; se trataba de personas absolutamente comprometidas con esta institución. Para quienes las conocimos, fueron un ejemplo y una evidencia incuestionable de aquello que la UNGS se propone generar en quienes la habitan.

Aquel recordado diciembre de 2001 las encontró en los primeros años de sus carreras, estudiando matemática en la UNGS, en el corazón del conurbano, donde ellas tenían su vida. Rosana y Nadia son la demostración carnal de eso que a veces es una estadística y otras, una frase: “primera generación de universitarixs”. Eran eso, pero de verdad, de carne y hueso. Y no solo ellas lo fueron; también sus familias constituyeron parte esencial de esa etapa: ser familia de una “primera generación” es un camino tan complejo y desconocido como el que transita el/la estudiante.

Desde el comienzo de sus carreras, ambas consideraron a esta institución como su hogar, y a la gente que pasaba largos ratos del día con ellas acá, una familia. Muchas horas pasaron sentadas tomando mates en las mesitas debajo de los árboles, muchas horas usando las computadoras de la biblioteca y de los laboratorios, muchas horas de cursada, de estudiar en algún aula vacía, de trabajo como becarias, como guías en el Museo Imaginario, hasta que finalmente se recibieron y, así, pasaron a otro estadío de sus vidas. No obstante, nunca se alejaron un centímetro de la UNGS. Como graduadas estuvieron siempre aquí, trabajaron hasta los últimos días de 2018 como docentes en el CAU y nunca perdieron su filiación con el Museo Imaginario; en el caso de Nadia, fue su lugar principal de trabajo.

Las instituciones son, en gran medida, lo que quienes las habitan hacen con ellas; así como las personas se definen a partir de su pertenencia institucional. Rosana y Nadia eran, en gran medida, consecuencia de la UNGS. Aquí ellas vivieron plenamente, porque fue un espacio en donde forjaron amistades, interrogantes y posicionamientos políticos: fueron parte del feminismo, de la lucha por el derecho a estudiar, por el derecho a una vida digna, entre muchas otras. Como no fue suficiente con todo esto, avanzaron en el camino de la educación popular. Por todo esto, seguramente sea mejor no pensar en el significado de su muerte y, en cambio, pensar en lo que significó su existencia. Cada vez que unx pibx tenga intenciones de superarse apostando a la educación pública, dedicar su vida a una causa colectiva, cada vez que un estudiante se gradúe a pesar de las dificultades, cada vez que un docente no se conforme con la realidad que le toque vivir y siga luchando para que esta sea mejor de lo que es, cada vez que una mujer luche por sus derechos, cada vez que alguien milite por sus ideas, porque el bien individual está indefectiblemente vinculado al bienestar común, en todos esos momentos sus ideales cobrarán vida otra vez.

Lucas Catalano