ENTREVISTA.

 

Dos datos fundamentales del programa económico implementado por el gobierno de la coalición Cambiemos desde fin de 2015 son la decidida apertura financiera y el masivo endeudamiento del país. Para entender las razones y las consecuencias de estas decisiones, Noticias UNGS entrevistó al economista Alan Cibils, investigador docente del Instituto de Industria de la Universidad, donde estudia el funcionamiento del sistema financiero y coordina el área de investigación en Economía Política.

 

– ¿Cómo describirías la política económica que está llevando adelante el gobierno?

–Es un regreso a las políticas pro mercado que Argentina ya experimentó durante la dictadura cívico-militar del 76 al 83 y durante los gobiernos de Menem y De la Rúa. Esos dos períodos terminaron con fuertes crisis y el endeudamiento fue uno de los detonantes. Hoy esa lógica parecería estar replicándose, aunque este ciclo podría llegar a ser más corto, sobre todo por el nivel de endeudamiento. Habrá que ver cómo resulta, pero básicamente es un retorno a esas políticas, que tienen un fuerte sesgo contra los sectores asalariados y de menores ingresos y a favor de los sectores empresarios y las trasnacionales. La idea es que beneficiándolos a ellos algo se derramará y todos mejoraremos, aunque no hay evidencia empírica que corrobore esta teoría, ni en Argentina ni en ninguna otra parte del mundo. El neoliberalismo produce muchas cosas, no produce mejoras en la distribución. Al contrario, la única consecuencia de la aplicación de políticas neoliberales, como lo revelan estudios comparativos en diversos países, es que empeora la distribución del ingreso.

–¿Por qué contraer tanta deuda acortaría el ciclo de ejecución de estas políticas?

–El problema con estos niveles de endeudamiento es que solo pueden sostenerse con más deuda. El endeudamiento trae aparejada la necesidad de divisas por los compromisos de pago. Con excepción de la locura de este bono a 100 años, la deuda adquirida por este gobierno es por pocos años, lo que genera compromisos financieros en el corto plazo, tanto de intereses como de capital. Si el país no está generando divisas por su actividad económica, la única forma de enfrentar esos servicios es con nuevo endeudamiento. Muy posiblemente en no mucho tiempo los mercados van a decir “esto no es sostenible” y para prestarte lo van a hacer a una tasa muy alta, que es lo que pasó a fines de los 90. O directamente ya no te prestan, y ahí es cuando hay que recurrir al FMI: la historia que ya conocemos.

–¿Y qué medidas deberían tomarse para revertir esa situación?

–El problema es el encuadre macroeconómico. La política del gobierno es de apertura financiera, o sea, libre movilidad de capitales. Los capitales entran y se pueden ir cuando quieren, sin ninguna restricción. Desregulación total: mercados, importaciones, políticas de trabajo… porque si hay flexibilización laboral mejor. El mercado determina qué actividades continúan y cuáles no. Los capitales extranjeros puedan entrar y salir libremente. En ese marco es difícil implementar políticas que reviertan ese círculo, porque si implementás una política orientada a la protección interna, no ingresan más capitales. En el marco de estas políticas macroeconómicas es muy difícil tomar medidas alternativas. Han optado por solucionar el problema de la necesidad de divisas, lo que en economía se denomina restricción externa, a través del endeudamiento. Y una vez que te jugaste a esa es muy difícil salir sin cambiar el encuadre. Se requiere implementar políticas que fomenten actividades que generen exportaciones para promover el ingreso de divisas, y poner más control sobre esas exportaciones, a las que este gobierno, en cambio, les quitó impuestos y las desreguló. Sin un cambio macro es muy difícil que la cosa pueda solucionarse sin una crisis y un posterior cambio de régimen económico. Es un problema histórico en la Argentina, que tiene más de medio siglo. Algunos economistas como Aldo Ferrer o Marcelo Diamand llaman a este proceso “el péndulo argentino”: una alternancia entre el modelo –como decía Ferrer– popular distributivo, que mira al mercado interno, a la redistribución del ingreso, al fomento de la demanda como motor de la producción y el desarrollo, y el modelo liberal de apertura y desregulación.

–En la charla que mantuvieron Aldo Ferrer y Mercedes Marcó del Pont aquí en la UNGS, en el programa Debates y Combates que emite UNITV, Ferrer se refería justamente a cómo lograr políticas soberanas y de desarrollo social con cambio estructural y ordenamiento…

–Claro, lo que Ferrer decía es: definámonos por este camino y veamos cómo encaminar la economía de manera que sea perdurable, para evitar este péndulo constante. Y una forma de hacerlo es focalizándose más en lo interno, pero también en los cambios estructurales necesarios para que ese modelo se sostenga en el tiempo. El punto es que estos ciclos o movimientos pendulares terminan cayendo por el problema de la restricción externa, por la falta de divisas, sea para sostener un modelo industrializador o para sostener la fuga de capitales. En ambos modelos la restricción externa es lo que termina siendo el detonante.

 

“Es importante entender que el neoliberalismo es mucho más que un paquete de políticas económicas. Se trata de una transformación cultural, social y política.”

 

–¿Qué consecuencias tuvo la importante cancelación de deuda durante los gobiernos kirchneristas?

–El grado de desendeudamiento alcanzado por el gobierno anterior le permitió al actual endeudarse con mayor facilidad. El bajo nivel de deuda hace que los mercados estén dispuestos a prestar. Aquel desendeudamiento fue posible en parte por varias razones, pero en especial por el alto precio de las comodities, que generó un superávit fiscal que permitió ir cancelando esa deuda. El problema es que si bien en una primera etapa entraron muchos dólares, en el segundo gobierno de Cristina Kirchner el superávit comercial comenzó a achicarse hasta casi desaparecer. Eso hizo que no solo fuera difícil continuar con una política de desendeudamiento (de hecho se inició un re-endeudamiento en dólares) sino que surgieran problemas con las importaciones requeridas como insumos. Apareció nuevamente la restricción externa.

–…y se sumó el cepo, que limitaba la compra de dólares como forma de ahorro. ¿Cómo incide esta idea, instalada en la sociedad argentina, de que adquirir divisa extranjera es un derecho fundamental?

–Creo que producto de la convertibilidad de los años 90 se creó esta ficción de que un peso es igual a un dólar y de que se puede tener pesos o dólares. Incluso que en cualquier banco podías pedir pesos o dólares indistintamente. Y los medios fogonearon mucho la idea de que la restricción a la compra de dólares era como una violación a tus derechos de consumidor, cosa que es un disparate. Es cierto que para el gobierno de entonces las urgencias eran otras, pero no se trabajó sobre el discurso público. Los dólares no son una mercancía más. Son un recurso estratégico de la Nación para resolver cuestiones de balanza comercial. También es cierto que había una inflación de un 20 o 25 %, (cifra no reconocida oficialmente producto de la política en torno al INDEC, que fue uno de los errores no forzados más difíciles de explicar) y se hacía difícil ahorrar. Tenías un pequeño excedente y querías ahorrar para las vacaciones o para cambiar el auto o lo que fuese, y ahorrar en pesos era difícil porque la inflación te lo licuaba. Hay que desarticular el discurso en torno al dólar como un derecho, pero al trabajador que tiene cierta capacidad de ahorro hay que darle instrumentos alternativos, porque si no el dólar se vuelve el único resguardo para no perder.

–En estos últimos meses el dólar viene aumentando. ¿Cómo se lo controla y cómo impacta en la economía?

–Está complicado. Hoy, con la inflación que se informa oficialmente, los plazos fijos siguen sin ser una alternativa de resguardo. El año pasado tuvimos una inflación del 40%, la interanual debe estar cerca del 30%, y un plazo fijo a 30 días no da más de 18%. En términos reales es negativo, estás perdiendo. Podés comprar dólares, que es lo que está pasando, o entrar en la bicicleta financiera que genera el gobierno a través de su política monetaria, con las LEBAC, que te dan una tasa de interés que empata o incluso le gana un poquito a la inflación. El punto es que no todo el mundo tiene acceso a LEBAC, porque tiene cierto grado de sofisticación (requiere un operador de bolsa que te las pueda comprar o asesoramiento de un banco). La LEBAC es un bono, un instrumento de deuda, una letra, emitida por el Banco Central, con una tasa de interés alta (en julio se renovó con el 26,5 %) que le gana un poco a la inflación. Ese es el instrumento que coloca el Banco Central para sacar pesos que están en circulación y evitar que se vayan al dólar. También para fijar la tasa de referencia implementando una política monetaria que frene la inflación. Este gobierno cree que la inflación es un problema de demanda, cosa difícil de pensar: la Argentina está en recesión desde hace varios meses. La idea del gobierno es que si bajás la demanda, baja la inflación. No está resultando: baja la demanda y la inflación incluso ha subido. Por supuesto, también influyen otras cuestiones, como los tarifazos que implementó el gobierno y los aumentos realizados por sectores concentrados que suben precios preventivamente para mantener márgenes de ganancia: supermercados, distribuidoras, mayoristas.

 

“El gobierno profundiza el esquema de desregulación y apertura para crear un entorno supuestamente favorable. Eso implica reducir lo que llaman costo laboral.”

 

–¿Y qué sustentabilidad tienen las LEBAC?

–El problema que ha generado el gobierno (lo generaron sus propias políticas) es que la cantidad de LEBAC emitidas es muy alta, equiparable a la cantidad de pesos en circulación. Si el gobierno decidiese no renovar esas LEBAC o hacerlo a una tasa que a los agentes de mercado no les convenga se liberarían un montón de pesos que irían inmediatamente al dólar. Habría entonces una corrida sobre el dólar, una nueva devaluación y nueva deuda para poder ofrecer esos dólares que el público demandaría. La única forma de revertir esa situación es que Argentina aumente mucho sus exportaciones e ingresen dólares por esa vía.

–¿Y cómo hacer eso sin generar al mismo tiempo una baja de los salarios?

–En el esquema macroeconómico del gobierno la propuesta es abrir los mercados para que vengan los capitales. Pero no solo la famosa lluvia de inversiones de la que hablaba Macri y el shock de confianza en los inversores extranjeros que llenarían el país de dólares nunca llegaron, sino que los dólares se han fugado incluso más que en los últimos meses del gobierno anterior. Entonces hoy el gobierno profundiza el esquema de desregulación y apertura para crear un entorno supuestamente favorable. Y eso implica reducir lo que llaman costo laboral, que entienden que es demasiado alto: por eso todas las acciones que se están llevando a cabo para flexibilizar y desregular el mercado laboral. Pagarle menos a los trabajadores para atraer a los capitales, ofreciéndoles mayores ganancias. El tema es que a través de la desregulación y la apertura al mundo competís con economías como la de China o India, que tienen una fuerza de trabajo muchas veces superior a la de Argentina. Un trabajador gana 5 dólares por día en el mejor de los casos. Tendría que pagarse menos que eso para atraer capitales a nuestro país. Descontando que China, además, tiene una cantidad de ventajas (infraestructura consolidada, economía de escala) que hacen muy difícil competir con ella. Se debería impulsar una política más dirigida, no dejar que los mercados sean determinantes, sino establecer barreras y pensar estratégicamente en qué mercados queremos y podemos entrar y qué queremos promover. Pero eso ya implica otro pensamiento económico.

–Entonces el enfriamiento de la economía y el disciplinamiento del mercado laboral serían las estrategias del actual gobierno para atraer inversiones.

–Sí: para ellos, esas son las políticas. Hay además algunas negociaciones. Macri cada vez que viaja al exterior se junta con empresarios, y todos buscan alguna ventaja para venir a la Argentina. Pero lo cierto es que si no les ofrecés alguna ventaja extra, de estas que venimos mencionando, no vienen: el mercado no funciona como dicen los libros de texto ni como ellos te lo pintan, sino a través de ese tipo de negociaciones. Otro “problema”, desde el punto de vista neoliberal que sostiene este gobierno, es que Argentina tiene una fuerza de trabajo relativamente sindicalizada y movilizada. Y como lo revela la reaparición pública de Cristina, el kirchnersmo está lejos de ser un cadáver político, y puede presentar desafíos a este modelo, que no ofrece garantías de durar muchos años más. Si se analizan las tasas de endeudamiento y las fugas de capitales, el escenario está complicado, no es el paraíso que el gobierno de Macri le pinta a los capitales extranjeros. Pensando con la mentalidad de un inversor extranjero, y repasando la historia argentina, la única inversión que yo haría en este momento sería de muy corto plazo y una alta tasa de retorno, y eso no es inversión productiva. O invertiría en algún sector de recursos primarios, como la minería, o en alguna actividad que no emplee mucha gente.

–¿Cuál es tu tema de investigación en la UNGS?

–Estudio el sistema financiero y el predominio de lo financiero sobre el resto de la actividad económica. Desde el advenimiento del neoliberalismo en general, pero especialmente desde los 90, cuando la desregulación y la integración financiera global aumentan mucho, lo que llamamos “bicicleta financiera” pasa a ser una de las cuestiones principales de la actividad económica. Cuando no hay políticas que promueven el desarrollo tecnológico o de sectores estratégicos que puedan generar exportaciones con mayor valor agregado que la soja, el trigo o la carne y sólo hay apertura, lo que termina pasando es que vienen capitales de corto plazo, porque es lo más rentable y seguro. La inversión productiva no viene, y hasta la que hay se puede ir, lo que da un lugar esencial a la deuda y a los comodities, que son los principales productos de exportación del país, y que cada vez más se rigen según una lógica de mercados financieros: el principal mercado de comodities, que es el de Chicago, fija los precios de las cosechas del mundo. Se incorpora la lógica de los mercados financieros y se dan, por ejemplo, fluctuaciones en los precios de los comodities que no tienen nada que ver con las condiciones climáticas ni con la producción ni con la cosecha esperada, sino con la especulación en los mercados, que termina provocando variaciones de precios de comodities que afectan a un país como Argentina a través del ingreso de más o menos divisas. Eso se compensa con deuda y bicicleta para que entren dólares. Y se reducen las fuentes de empleo, porque el agro no es un gran generador de puestos de trabajo. Otros sectores que generan empleo desaparecen por las importaciones o se van porque en China pueden producir más barato y ahora no hay restricciones para salir. Es complicado. No es un panorama alentador en el corto plazo.

–Tampoco en términos de sustentabilidad medioambiental…

–Ese es un problema que viene desde hace tiempo, no es del macrismo: el modelo de producción agrícola, el paquete tecnológico, es un problema que viene de hace rato. Lo que se conoce como extractivismo, tanto en el agro como en la minería. Parece un callejón sin salida; es un sistema muy perverso y muy poco amable con el bienestar de una gran parte de la población.

–Vuelvo sobre el otro callejón sin salida del que hablabas: la adquisición de deuda tensa a niveles muy importantes la economía, pero es difícil encontrar perspectivas más alentadoras que la especulación…

–Claro. Y entonces te chocás contra una pared, y en nuestro país creo que esa pared está más cerca de lo que pensamos. No creo que esto dure los 10 años que duraron el menemismo y la Alianza. Y espero que no. El punto son los fuertes problemas teóricos detrás de la concepción neoliberal de la economía, que hoy domina en la academia. Nuestra carrera de Economía Política es una rareza. También durante el kirchnerismo surgieron otra carreras con un sesgo más heterodoxo, como las de las Universidades Nacionales de Moreno, de Avellaneda, ahora también en la Jauretche, y además hay un movimiento de estudiantes y graduados de Economía de universidades del país que tiene una dimensión muy importante, que se agrupan en la Sociedad de Economía Crítica, disconformes con este discurso único (ver recuadro). Pero lo cierto es que en círculos de política económica sigue dominando el pensamiento neoclásico, y el pensamiento neoclásico es muy problemático. Hay cosas que simplemente no se verifican en la realidad. El problema es que es el modelo que se promueve desde los centros de poder (el FMI, el Tesoro de los EE.UU., el G7) se repite en muchas universidades, y se producen cantidades de artículos y libros que, enmascarados en modelos matemáticos cada vez más complejos, teorizan de manera casi utópica, con una distancia total de la realidad. El rey está desnudo detrás de tantas fórmulas. Pero hasta que no aprendamos que esta teoría no produce bienestar y que tiene errores lógicos y empíricos serios, no podremos desarticularla.

–Pero no deja de llamar la atención cómo se vuele a elegir políticos que promueven estas teorías…

–Argentina ya tuvo dos experimentos neoliberales fuertes, ambos un desastre, por donde lo mires: aparato productivo, diversidad productiva, empleo, distribución, pobreza, sector externo, no se resolvieron ninguno de esos problemas, sólo empeoraron. Y volvemos a eso. Cambiemos y Macri fueron muy hábiles para enmascarar lo que pensaban hacer. Era previsible que con referentes como Sturzenegger o Melconian, que no ahorraron sinceras declaraciones durante las elecciones (por eso los escondieron unos meses), la política monetaria iba a ser ésta, pero he discutido con colegas que me decían que Macri no iba a volver al modelo neoliberal argumentando que en la ciudad no lo había hecho. Muchos planteaban que era una derecha moderna, moderada. Ahora está muy claro que la propuesta de este gobierno no era mantener lo que andaba bien y corregir lo que no, sino volver al neoliberalismo. Otra vez el péndulo. De todos modos es importante entender que el neoliberalismo es mucho más que un paquete de políticas económicas. Se trata de una transformación cultural, social, política. Tendemos a pensar que para contrarrestar medidas liberales alcanza con implementar políticas más distributivas, más productivas y proteccionistas, y listo, se acabó el neoliberalismo. Y no. Cuando se recupera cierto bienestar social y económico se generan cambios en el comportamiento y las expectativas de la población y priman las conductas más individualistas. Hay que trabajar en eso para desactivarlo. Claro que las urgencias hacen a veces difícil pensar más a largo plazo, pero creo que es en ese sentido que debe plantearse el trabajo académico, el de las organizaciones nacionales y populares, el de la izquierda. Todo el arco progresista debe promover debates y brindar herramientas para reflexionar.

 

Brenda Liener

 

 

Críticos de la economía neoliberal

La UNGS será sede, entre el 7 y el 9 de septiembre, de las X Jornadas de Economía Crítica de la Sociedad de Economía Crítica de Argentina y Uruguay (SEC), una red construida para potenciar una mirada crítica de la economía, la democratización de su enseñanza, la pluralidad de pensamiento y su orientación hacia la transformación social. Creada en 2013, la Sociedad cuenta con doce regionales organizadoras: once en universidades nacionales argentinas y una en la Universidad de la República, en Uruguay. La UNGS forma parte de la SEC a través del Colectivo Crítico de Economía Política, espacio formado por estudiantes y graduados de la Universidad: economistas políticos, economistas industriales, profesores de economía y administradores de empresa que trabajan para construir una perspectiva de la teoría económica distinta a la actualmente hegemónica: la teoría neoclásica. En el sitio web de la red (http://www.sociedadeconomiacritica.org/) puede leerse que hoy la ciencia económica “está marcadamente sesgada por la agenda neoliberal, adoptando sus esquemas de representación de la realidad, sus problemas y soluciones como la única versión de lo que constituye el saber económico. Esta formación impacta luego más allá de las paredes de las aulas, cuando economistas opinan públicamente o promueven y justifican políticas públicas, reproduciendo como un sentido común lo que es en realidad una mirada política e ideológica de la realidad”, y que frente a eso se trata de abogar por una formación “que incluya otras miradas, de la economía y de otras ciencias sociales, puestas en diálogo y confrontación”.