POR MARCELA BELLO.

 

Los relatos sobre el nuevo coronavirus comenzaron a mediados de diciembre de 2019 cuando se inició el brote en la ciudad china de Wuhan, y se fueron contruyendo a medida que las personas contraían el virus, el personal de la salud se enfrentaba a una nueva enfermedad, los medios llenaban sus páginas y sus pantallas con los últimos acontecimientos, el virus traspasaba las fronteras, la comunidad científica internacional centraba sus esfuerzos en comprender este nuevo virus y los gobiernos nacionales ensayaban respuestas.

Desde que se conoció el brote del nuevo coronavirus, la ciencia ha ganado un lugar central en los medios de comunicación y en la conversaciones hogareñas. El covid-19 es noticia las 24 horas y los ojos de todo el mundo están puestos en la ciencia y en sus respuestas para luchar contra el SARS-CoV-2. Sobre este virus todavía no lo sabemos todo y de hecho día a día cambia lo que conocemos de él.  Por otro lado, hay también un desconocimiento sobre el mundo de la ciencia, sobre sus tiempos y reglas, sobre cómo se construye el conocimiento.

En un panel virtual, la periodista científica Nora Bär, editora de ciencia y salud del diario La Nación, explicó que es necesario realizar una cobertura responsable en tiempos de pandemia: “Estamos hablando de vidas humanas y cada dato erróneo que brindamos tiene un impacto equivocado en la vida de las personas. Los problemas son a veces más complejos. Uno advierte, por las noticias que se ven en la televisión, que se desconoce cómo funciona la ciencia”.

La ciencia trabaja con un método que consiste en la observación de un problema, la descripción de una hipótesis, la realización de estudios y experimentos rigurosos para comprobar o refutar la hipótesis y en virtud de los resultados, el desarrollo de una teoría que permite explicar la hipótesis. El último paso es comunicar los resultados de la investigación a través de la publicación de artículos en revistas especializadas, que cuentan con un sistema de revisión de pares.

Hoy, debido a la alta demanda de información y a la cantidad de investigaciones en marcha sobre covid-19, la publicación de trabajos en revistas especializadas, que permite que otros científicos y científicas puedan evaluar la investigación, está demorada, y hay en circulación una gran cantidad de preprints en repositorios virtuales de fácil acceso. Esto es de gran utilidad para la actividad científica ya que colabora en acelerar el proceso de investigación. El problema surge cuando estos artículos científicos borradores son publicados por medios de comunicación como una verdad científica, cuando ni siquiera han superado los filtros de calidad de la propia ciencia. 

Según datos de la Red de Indicadores de Ciencia y Tecnología Iberoamericana, desde mediados de enero y  hasta el 8 de julio se han publicado cerca 30 mil artículos relacionados al covid-19 en la base de revistas científicas PubMed.

 

Epidemia informativa

Como ha declarado hace algunos meses la Organización Mundial de la Salud, la pandemia por covid-19 está acompañada por una epidemia de información que consiste en una cantidad excesiva de información, en algunos casos correcta, en otros no, que dificulta que las personas encuentren fuentes confiables y orientación fidedigna cuando las necesitan. La infodemia, o epidemia informativa, se propaga al igual que un virus y genera desinformación y confusión a la vez que alimenta la angustia y el pánico.

En los últimos meses, y en todo el mundo, se han construido noticias falsas, o al menos incorrectas, tomando como fuente de información los preprints. Las noticias falsas se difunden a una velocidad difícil de controlar, y más aún en un contexto en el que las redes sociales y la virtualización tienen un rol importante y todo está a solo un clic de distancia.

La agencia de noticias Télam y un grupo de investigadores e investigadoras del Conicet desarrollaron Confiar, una plataforma para enfrentar la infodemia en la que recopilan noticias falsas difundidas en medios de comunicación, en redes sociales y también por whatsapp. Una de estas fake news se refiere a las notas periodísticas publicadas por distintos medios digitales que aseguran que un determinado grupo sanguíneo es “más resistente” que otro a la infección por el virus del covid-19. “Esta noticia es falsa. Hoy es apresurado afirmar que un grupo sanguíneo es más resistente o más vulnerable a la infección por el nuevo coronavirus”, asegura el artículo de la plataforma Confiar, y explica: “La noticia se basa en un estudio realizado en tres hospitales en Wuhan y Shenzhen (China) donde el equipo analizó la distribución de los tipos de sangre en la población total en cada área y luego la comparó con su muestra de pacientes infectados por COVID-19. Los porcentajes entre la población sana y aquellos infectados tienen algunas diferencias; sin embargo, este tipo de estudios no significa que todas las personas con sangre tipo O sean inmunes; ni que todas las personas que contraen el virus serán del tipo A”.

Ciencia Anti Fake news, grupo de jóvenes científicos que contribuye de manera oficial en el contenido de la plataforma Confiar, publicó en su cuenta de twitter que consumir alimentos alcalinos, como palta, ajo o ananá, no es una medida para prevenir ni para tratar pacientes con covid-19, frente a una cadena de mensajes virales de whatsapp y facebook, que afirma, erróneamente, que consumir alimentos alcalinos colaboraría con el sistema inmune y permitiría enfrentar mejor los efectos de la infección.

¿Cómo pueden la comunicación pública de la ciencia y el periodismo científico combatir la infodemia? En lo más inmediato, es claro, realizando coberturas responsables, consultando fuentes oficiales como el Ministerio de Salud de la Nación y la OMS y también a organismos e instituciones dedicadas a la ciencia y la tecnología, como el Conicet y las universidades nacionales. Esto es lo que hacen, en la mayoría de los casos, las y los periodistas especializados en ciencia y tecnología.

Desde que comenzó la pandemia, y con el propósito de brindar herramientas para una mejor cobertura periodística, distintas redes y espacios vinculados al periodismo científico y a la comunicación pública de la ciencia han realizado recomendaciones para cubrir la pandemia. Entre estas publicaciones se encuentra el “Decálogo para comunicar contenidos científicos”, de la Red EsPeCie, conformada por comunicadores y periodistas científicos, elaborado por Nadia Luna, periodista científica de la Agencia TSS, y por Nicolás Camargo Lescano, periodista científico de la Agencia CTyS.

“Hoy la función más importante del periodimo científico y de la comunicación pública de la ciencia es identificar y mostrar publicamente quiénes son los expertos, es decir, en quién esta justificado hoy en día creer”, dijo Carina Cortassa, docente investigadora de la Universidad Nacional de Entre Ríos, en un encuentro virtual organizado por la Universidad Nacional de San Luis (UNSL), en el que además alertó sobre el uso del principio del balance en el periodismo científico, uno de los principales valores del periodismo generalista que implica brindar al público, para que luego tome sus propias conclusiones, todas las voces involucradas, las voces antagónicas, los pro y los contras: “Siempre he criticado el principio de balance en la comunicación de la ciencia. Por el contrario, en el periodismo científico un criterio de calidad es mostrar que no todas las voces son iguales. Se ha estudiado mucho este tema por ejemplo con la comunicación del cambio climatico y del movimiento antivacunas”.

Más a largo plazo, la comunicación pública de la ciencia y el periodismo científico tienen otros desafíos, entre ellos, su continua profesionalización. “Es necesario sumar nuevas exigencias a la formación de comunicadores y periodistas científicos, en estudios sociales de la ciencia y la tecnología y también en aspectos generales de las problemáticas de la comunicación”, expresó Ana María Vara, investigadora en estudios sociales de la ciencia y la tecnología de la Universidad Nacional de San Martín, también en el encuentro organizado por la UNSL.

 

Una imagen real

La comunicación pública de la ciencia y el periodismo científico tienen un rol fundamental en la construcción de la imagen que la sociedad tiene de la ciencia y del quehacer científico, y en combatir ciertas imágenes distorsionadas de la ciencia que todavía permanecen y que se reproducen, a veces, sin mala intención, solo por desconocimiento o por no pensar en la propia práctica.

Es necesario contar que la historia de la ciencia no está compuesta por grandes descubrimientos aislados y que, por el contrario, los nuevos conocimientos y teorías tienen detrás una historia de miles de años y el trabajo de cientos de científicos y científicas de todo el mundo. Además, explicar que la ciencia también comete errores y que esos errores son propios de la práctica científica. En este último tiempo revistas científicas de alto impacto, como The Lancet y New England Journal of Medicine, retiraron artículos sobre el covid-19 por fallas en las investigaciones.

También hay que mostrar que la ciencia tiene intereses, que las investigaciones son financiadas por diferentes actores públicos y privados, que la actividad científica está llena de controversias y que es realizada por mujeres y hombres que también “van al supermercado”, como recordó una química recientemente en una entrevista. 

Y principalmente hay que hablar de las políticas sobre ciencia y tecnología y fomentar que la comunidad participe activamente en estos debates, cuyas resoluciones, en definitiva, impactan en su vida diaria, por poner solo dos ejemplos, el uso de agrotóxicos en los cultivos o las innovaciones en la industria farmacéutica.

En resumen, hay que construir un relato que tenga en cuenta una imagen más real de la ciencia.

 

 

14/07/20