TESTIMONIO. GUILLERMO AMARILLA MOLFINO.

 

En marzo de 2018 el Presidente Macri anunció que Campo de Mayo se convertiría en una reserva natural. En noviembre firmó un decreto para reglamentar esa iniciativa, que desde un principio suscitó un fuerte rechazo de los organismos de DD.HH. Noticias UNGS conversó con Guillermo Amarilla Molfino, nieto restituido, sobre esta decisión del gobierno y sobre la importancia de continuar con los juicios a los responsables de los crímenes de la última dictadura.

 

Guillermo Amarilla Molfino nació en 1980 en Campo de Mayo. Eso dice su partida de nacimiento. No nació en el Hospital Militar sino en algún lugar impreciso de esa guarnición donde las Fueras Armadas detuvieron, torturaron y asesinaron personas durante la última dictadura militar en Argentina. Hijo de Guillermo Amarilla y Marcela Molfino, dos militantes montoneros que permanecen desaparecidos, y apropiado por un agente de inteligencia del Ejército, el joven que eligió llevar el nombre de su padre –antes fue Martín– recuperó su identidad en 2009, convirtiéndose en el nieto número 98 restituido por Abuelas de Plaza de Mayo.

Guillermo ha participado en dos oportunidades de los ingresos a Campo de Mayo que vienen realizando los organismos de DD.HH. en repudio a la iniciativa del gobierno de convertir Campo de Mayo en un parque, lo que sería –dice– “un ataque a un lugar que debe ser preservado como espacio de memoria y como prueba en los juicios por delitos cometidos allí, que aún no se han cerrado. Es fundamental cuidar el trabajo judicial y de investigación, las excavaciones, los hallazgos realizados por el Equipo Argentino de Antropología Forense. Preservar este espacio no debe ser solamente una preocupación de las víctimas directas del terrorismo de Estado, sino de la sociedad en su conjunto”.

Sobre el proceso de recuperación de su identidad, Guillermo recuerda que le llamaba la atención “la partida de nacimiento. Porque ahí no se mencionaba el Hospital Militar, lo que podría haber sido posible porque la persona que me crió era un miembro del Ejército. Pero no: dice ‘nacido en Campo de Mayo’. Siempre me pregunté si yo pertenecía a esa familia. Mi apropiadora tenía 50 años cuando nací, no podía ser mi madre. Tampoco había fotos de su embarazo.” En 2007, después de ver los programas especiales de Televisión por la Identidad, terminó acercándose a Abuelas. El primer cotejo de ADN en el Banco Nacional de Datos Genéticos dio negativo.

¿Por qué? “En el momento en que secuestran a mi mamá”, explica, “ella tenía un embarazo muy reciente, nadie sabía que estaba embarazada, probablemente ni ella. Mi familia no me buscaba. En el marco de los testimonios surgidos en uno de los juicios de la megacausa Campo de Mayo, aparece una sobreviviente que declara que en 1980 Marcela Molfino estaba embarazada, en Campo de Mayo. La sobreviviente no la vio a mi mamá, a ella se lo dice un represor. A partir de ese testimonio mi familia es convocada por la CONADI para dar una muestra de sangre y cotejar el ADN. Ahí sí, dio positivo. En 2009 me encontré con mi familia, con la verdad y con mi identidad”.

El 26 de marzo próximo se inicia el juicio oral por la desaparición de militantes durante la Contraofensiva de Montoneros, en 1979-80. “En medio de un gobierno que cuestiona el número de desaparecidos y le otorga prisión domiciliaria a los genocidas, que se esté avanzando en estos juicios es un gran logro. Siempre es la posibilidad de obtener información, hallar responsables, lograr condenas”, plantea el joven, y agrega: “No podemos perder la esperanza y abandonar la lucha porque los responsables se van muriendo sin esclarecer los hechos. Más allá del contexto actual, el valor de los juicios es indudable. Si esa sobreviviente no hubiera declarado sobre el embarazo de mi mamá, probablemente yo no sabría la verdad”.

 

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