DOSSIER 2019. LA UNGS OPINA. DOCE NOTAS PARA PENSAR LA COYUNTURA.

 

Los ciclos de elecciones concurrentes como el que atraviesa la Argentina se destacan porque la competencia por la renovación de autoridades ocurre en simultáneo en las distintas arenas del sistema de gobierno (elección presidencial y de las cámaras de Diputados y Senadores) y en los distintos niveles del sistema federal (gobernadores y parlamentos provinciales, intendentes y concejos deliberantes). Como la Argentina tiene un gobierno presidencialista, las elecciones generales concitan más atención, porque en torno a ellas se redefinen liderazgos, realinean alianzas electorales, reafirman o reconfiguran los sistemas de partidos. De hecho, las elecciones de medio término, en las que solo se renuevan una porción de los cuerpos legislativos, operan más bien como un termómetro: el triunfo del oficialismo muestra la adhesión del electorado y fortalece sus probabilidades de reelección; su derrota indica la desilusión del electorado y atenúa sus chances.

De las nueve fórmulas presentadas para disputar la presidencia en los próximos comicios, solo dos consiguen conquistar a la mayoría de los votantes: las que promueven al presidente Mauricio Macri en busca de su reelección y al peronismo kirchnerista y no kirchnerista. Según las proyecciones de las consultoras, ambas abarcan, con estrecho margen entre ellas, casi el 80% de las preferencias. Macri pone a prueba su liderazgo al frente de una coalición en constante apertura. La alianza (entre su partido, PRO, y la Unión Cívica Radial) que lo llevó al gobierno y lo confirmó en los comicios de medio término no le alcanza para retener el poder, y a ella se han sumado ahora un puñado de peronistas alentados por la candidatura a vicepresidente del senador Miguel A. Pichetto bajo el nombre Juntos por el Cambio. Enfrente, el peronismo unido en torno la fórmula de Alberto Fernández y Cristina Fernández plantea, también, interrogantes insoslayables sobre la cuestión del liderazgo y la rutinización del carisma que tanto desveló a Max Weber. Junto a la novedad de sus respectivas coaliciones y de los desafíos de sus liderazgos, aparece otra que acaso haya comenzado a perfilarse en 2015 pero que se despliega ahora y que tiene relación con los horizontes políticos y sociales contrapuestos que proyectan estas fórmulas. Uno de ellos va del centro a la derecha; otro, del centro a la izquierda. La disposición de estos clivajes político-ideológicos gira en torno al modo de concebir las relaciones entre Estado y sociedad, de definir derechos, de redistribuir reglas y recursos sociales.

Si pensamos en el modo en que el gobierno de Macri ha enfrentado la protesta de distintos sectores sociales afectados por sus proyectos de política pública o ha promovido el perfil represivo antes que preventivo de las fuerzas de seguridad, si pensamos además en la promesa de que su próximo gobierno realizaría reformas con altos costos sociales, considerando cómo concibe el uso del espacio público y el ejercicio de la libertad de expresión, si pensamos también en la reciente promoción del Servicio Cívico Voluntario en Valores, un proyecto surgido desde el Ministerio de Seguridad para que la Gendarmería Nacional brinde “capacitación en valores democráticos y republicanos, fomento del compromiso personal y para con la comunidad, hábitos responsables, estímulo a la finalización del ciclo educativo obligatorio y la promoción del desarrollo de habilidades para el trabajo, culturales, de oficios y deportes” a jóvenes de entre 16 y 20 años, y si pensamos que poco antes de su nominación como candidato a vicepresidente Pichetto se despachó con comentarios por lo menos controvertidos sobre la política migratoria del Estado argentino, tenemos un perfil de gobierno que entre 2015-2019 ha pavimentado el camino que va desde el centro a la derecha. Del otro lado, se proyecta un perfil que vuelve retrospectivamente sobre los gobiernos kirchneristas y sus políticas de ingresos, inclusión social, integración regional y, en general, de expansión de derechos que alisaron el camino de un proyecto desde el centro hacia la izquierda.

Estos dos perfiles –repitámoslo– concentran las preferencias de casi un 80% del electorado y atraviesan a las distintas clases (¿cómo entender, si no, que el gobierno conserve un 30% de las preferencias electorales ante un conjunto de indicadores económicos y sociales que registran un marcado deterioro de las condiciones de vida de los sectores medios-bajos y bajos?). En estas condiciones, la política que se proyecta hacia el mediano plazo parece estructurarse sobre polos opuestos y rehabilitar para la selección de los futuros gobiernos los trazos de un nuevo bipartidismo con su expresión de centroizquierda y su expresión de centroderecha. Qué partidos, qué liderazgos, qué alianzas sociales sedimentarán este proceso no está tan claro aún. Pero hay que tomar nota de que los gobiernos de centro-derecha y las opciones de derecha están pisando fuerte en este siglo, en la región y en los países centrales. En eso, hay que reconocerle a Cambiemos, hemos vuelto al mundo.

Martín Armelino

 

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