LIBROS.

HumXXX_Mesianismo y po_optMesianismo y política.
Marta Alesso y José Pablo Martín (coordinadores), Ediciones UNGS, Colección Humanidades, Los Polvorines, 2015.

El volumen coordinado por Marta Alesso y José Pablo Martín recoge una selección de exposiciones que fueron realizadas en el II Simposio Internacional “Helenismo-Cristianismo”, llevado adelante en la UNGS en mayo de 2010. Precedidos por una in-troducción a cargo de Alesso, el libro se compone de seis capítulos, cada uno de los cuales atiende a alguna de las distintas cosmovisiones en que se cruzaron los tópicos a los que alude el título del volumen.

En el primer capítulo, “Las esperanzas político-escatológicas en el judaísmo helenizado”, Martín se ocupa de analizar la construcción teórica con la que el pensamiento alejandrino habría intentado resolver una compleja problemática interna al judaísmo. Nos referimos a la paradoja que plantea, por un lado, la fe firme del pueblo judío en que llegaría a ser, según la promesa divina, cabeza de la humanidad, y, por otro, el devenir fáctico que de hecho estaba recorriendo. Para conciliar ambas creencias, los alejandrinos habrían reformulado la figura mesiánica con características particulares, a saber, como quien traería una salvación no ya militar sino escatológica. La tesis de que la historia marcha gobernada por una providencia y de que esa marcha encuentra su victoria en el futuro se apoyaría, según Martín, en dos categorías procedentes del helenismo, a saber, las ideas de inmortalidad del alma y de resurrección.

En el segundo capítulo, “La esperanza mesiánica en el cristianismo de los tres primeros siglos”, Horacio Lona defiende la tesis de que el mesianismo cristiano se apoyaría en la misma esperanza de Israel, si bien modificada sustancialmente por la idea de que el Mesías cristiano, Jesús de Nazareth, es un Mesías crucificado. La visión triunfalista de corte tradicional se habría desplazado a la idea de un salvador no político. La idea cristiana de Mesías habría conllevado también una determinada concepción del tiempo, ya que lo habría tomado como un movimiento lineal, considerándolo simultáneamente como una plenitudo temporis. Esta plenitud del tiempo es tal en la medida en que resulta un acontecimiento salvífico, no ya en el sentido de un logro político, sino en el sentido de lo que el autor denomina una “experiencia pascual”.

En el tercer capítulo, “Escatología y política en el pensamiento de Agustín de Hipona”, Miguel Ángel Rossi atiende a las consecuencias políticas de la idea de un mesianismo escatológico. El autor, en la misma línea que Lona respecto del cristianismo primitivo, refiere que también San Agustín considera que la historia de la salvación culminaría con la victoria final de Cristo. En este sentido y basado en textos extraídos de las Confesiones y de La ciudad de Dios, Rossi defiende la idea de que en el pensamiento de San Agustín el sujeto es concebido principalmente como un ser en fuga hacia la trascendencia. A partir de esta concepción, se sigue una específica consecuencia política, esto es, la relativización de la esfera pública. El mundo puede ser un excelente medio para llegar a la salvación (comunión con lo divino), si bien nunca un fin en sí mismo, y tampoco lo es el escenario político.

En el cuarto capítulo, “El destino del individuo y las metas de la ciudad en los escritos políticos del siglo XVII”, Eduardo Rinesi analiza los vínculos entre filosofía política y teología en Hobbes, Spinoza y Locke, sosteniendo que dichos vínculos, lejos de ser accidentales, son a veces una referencia ineludible para comprender las ideas de los autores. Así, del mismo modo en que el pensamiento racionalista spinoziano se habría construido sobre la base de una controversia con las lecturas religiosas en las que el autor se habría formado, los conceptos políticos de Locke sobre el “estado de naturaleza” de los hombres y sobre su igualdad de principio se sustentarían en un fundamento teológico: la necesidad de observancia de la ley natural dada por Dios. Tras contraponer el cristianismo lockeano y el espíritu secular de Hobbes, Rinesi concluye que el republicanismo de Locke no sólo es perfectamente compatible con el cristianismo, sino que se forja en una teoría cristiana sobre las obligaciones.

En el quinto capítulo, “Revelación y política en Hegel”, Lucas Fragasso estudia la figura de la revelación [Offenbarung] divina en la Filosofía de la Religión de Georg W. F. Hegel y la modalidad de su cumplimiento en el “momento supremo” o éschaton. De acuerdo con la lectura que propone Fragasso, la revelación conlleva un carácter necesario y se precisa como la consumación de la unidad entre Dios y la comunidad. Sería en las “instituciones de la vida ética” y en el complejo mundo de lo político donde lo divino se tornaría inmanente a la comunidad y accedería a la esfera de la realidad objetiva. El Estado comportaría, desde esta perspectiva, el momento de reconciliación entre lo divino y lo humano.

En el sexto capítulo, “Democracia y política en el pensamiento neoliberal y neoconservador”, Sergio Morresi explora las derivaciones filosóficas del liberalismo en neoliberalismo y neoconservadurismo tomando como exponentes claves los pensamientos de Robert Nozik y de Leo Strauss. Morresi argumenta que si bien ambas reconversiones del liberalismo comportan un rechazo de los grandes relatos de la modernidad y del programa del socialismo, difieren en el modo de comprender la relación entre política y democracia: mientras que para Nozik el objetivo central de la política es guardar cautela respecto del ensanchamiento de los Estados democráticos, el neoconservadurismo que representaría Strauss propondría, sobre la base de una interpretación de los filósofos clásicos, una oligarquización de la democracia con reducción del ejercicio de la política a la casta de individuos más preparados.

Carolina Delgado y Gisela Suazo