DOSSIER 2019. LA UNGS OPINA. DOCE NOTAS PARA PENSAR LA COYUNTURA.
Este año el país ha vivido en “clima electoral” desde febrero, cuando tuvieron lugar las elecciones internas en La Pampa, en las que el candidato del PRO Carlos Mc Allister perdió frente a su competidor radical, consagrado candidato a gobernador por Cambiemos, quien por su parte fue derrotado en mayo por el peronismo, que retendría así el control de la provincia, como lo viene haciendo desde 1983. Las elecciones provinciales han tenido un protagonismo especial en este ciclo electoral, con un calendario muy desdoblado del nacional: solo Buenos Aires, Ciudad de Buenos Aires (de manera inédita) y Catamarca elijen sus autoridades al mismo tiempo que las nacionales. A ellas se ha sumado –a medias– Santa Cruz, con elecciones generales en la misma fecha que las PASO nacionales.
Algunas cuestiones del escenario actual también explican que estemos hablando tanto de cuestiones “provinciales”: un nivel de incertidumbre electoral que algunos han equiparado al que reinaba en 1983, la búsqueda de la reelección de un oficialismo nacional con pocos líderes territoriales “propios” –más allá del peso crucial de la capital nacional y la provincia de Buenos Aires– y la principal fuerza política de oposición con una líder política que genera altos niveles de adhesión, pero también de rechazo, entre ciudadanos y dirigentes políticos de su propio espacio político.
Así, dinámicas provinciales que siempre tienen peso pero no siempre llegan a la primera plana de los diarios nacionales han captado la atención de la opinión pública nacional y de los dirigentes políticos nacionales, que al calor de los resultados de cada elección provincial han ido delimitando y cerrando sus estrategias electorales.Eso ha dado un interés especial a los resultados de las elecciones donde reelegían partidos políticos provinciales, como el Movimiento Popular Neuquino y Juntos Somos Río Negro. El oficialismo nacional festejó el triunfo de los líderes provinciales que al menos no engrosaban la lista de victorias del espacio peronista opositor. Las derrotas de los candidatos apoyados por el Instituto Patria en Neuquén y Río Negro muy posiblemente influyeron en la decisión de “bajar” candidatos kirchneristas y promover la unidad peronista, a la que se le ha atribuido la victoria de gobernadores de esta extracción.
De las elecciones que tuvieron lugar hasta ahora, se observaron cuatro triunfos de partidos provinciales, tres triunfos de candidatos alineados con el gobierno nacional –elecciones para gobernador en Jujuy, las PASO provinciales en Mendoza y legislativas provinciales en Corrientes– y nueve provincias donde ganaron candidatos del espacio peronista. El mapa político es muy similar al de 2015: salvo en Tierra del Fuego y en Santa Fe, las demás elecciones mostraron la capacidad de los partidos gobernantes para mantenerse en el poder. Más que una derrota catastrófica de Cambiemos, es más preciso decir que el oficialismo no ha logrado expandirse en el territorio a lo largo de su mandato.
Se observa una temporalidad propiamente provincial, en la que está en juego el plebiscito de la “gestión” de los gobernadores, que en su mayoría han buscado aislar los comicios de la discusión política nacional. El famoso “poder de los gobernadores” –mal entendidos a veces como los poseedores de un control feudal de sus territorios, obviando el trabajo político que supone triunfar elección tras elección– se ha hecho visible como nunca, y su posicionamiento nacional se ha vuelto central: si acompañan la fórmula de los dos Fernández, si apoyan a Cambiemos, si van con “boleta corta”–es decir, no adheridos a una boleta con candidatos presidenciales–.
La importancia de las dinámicas provinciales en la política nacional es una constante en la política argentina desde 1983, cuando la legitimidad electoral volvió a ser central: tener “votos” en el territorio constituye un capital político insoslayable para acceder y mantenerse en el poder. Los procesos de descentralización de la década del noventa proveyeron a los gobernadores de mayores recursos en términos fiscales, que potenciaron sus recursos institucionales y políticos. El debilitamiento de los partidos políticos –evidenciado en la desaparición de las etiquetas partidarias en la oferta electoral y la proliferación de frentes y coaliciones electorales– también fortaleció a quienes pueden “mostrar gestión”, como gobernadores e intendentes.
Si las elecciones provinciales han mostrado la “autonomía relativa” de la política provincial, el cierre de listas para legisladores nacionales evidenció las lógicas de negociación entre dirigentes nacionales y provinciales. En el espacio peronista, las listas provinciales quedaron en manos de los líderes territoriales, a cambio de una mayor incidencia de los dirigentes nacionales en el armado de las listas legislativas. En el oficialismo nacional, se observan aún pulseadas entre el PRO y el radicalismo, atravesadas por el peso territorial de cada uno, sobre todo de los radicales, partido centenario que conserva sus tentáculos a lo largo del país. La importancia de la política provincial en la nacional tiene que ver entonces con lo más importante que se pone en juego en la democracia: quién puede ganar elecciones, quién tiene mayor legitimidad política a lo largo de nuestra extensa geografía.
Victoria Ortiz de Rozas
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