CÓRDOBA 1918-2018.

 

El título de estas notas es el que una joven dirigente estudiantil inglesa de fin de los años 60, Linda Tinkham, puso a una contribución suya a un volumen colectivo sobre lo que entonces se llamaba “El poder estudiantil”. Resonaban todavía los estruendos del “mayo francés” y de los escritos con los que lo habían saludado Herbert Marcuse y tantos otros. Pero nada de eso carecía de antecedentes: medio siglo antes, en Córdoba, un grupo de estudiantes se habían levantado para conquistar “las libertades que faltaban” en una Universidad que había que sacudir de la modorra mediterránea y clerical. En el pasado mes de junio, en los mismos días en los que se celebró el centenario de ese acontecimiento decisivo en la historia de las luchas sociales argentinas, tuvo lugar también, con nuestro país como anfitrión, la III Conferencia Regional de Educación Superior. En estas páginas se revisa algo de esa historia y algo también de este presente de las universidades de América Latina y el Caribe.

 

Conmemorar en tiempos difíciles

“La conmemoración de 1918 deberá precaverse de una malversación que acecha el Centenario, consistente en el despojo de la Reforma universitaria de su carácter contracultural…”
Diego Tatián, La incomodidad de la herencia

La Reforma Universitaria que estalló en Córdoba en 1918 es un hecho de extraordinaria relevancia en la historia de los movimientos estudiantiles, sociales y políticos en la Argentina y en toda América Latina, y su influencia se expande incluso mucho más allá de nuestro continente. En efecto, ecos del 18 cordobés se dejaron oír muy nítidamente en las grandes insurrecciones de estudiantes que se produjeron en París y en otras grandes ciudades europeas en 1968 y 1969, y que no dejaron por su parte de animar, como “de vuelta” de un ciclo histórico de medio siglo, ese otro gran momento de las luchas sociales argentinas que se produjo en la misma ciudad mediterránea que había alumbrado la Reforma, y que fue el “Cordobazo” de 1969.

Sobre el telón de fondo del recuerdo de ese ciclo histórico circunscripto entre esas fechas tenemos la responsabilidad de pensar hoy, en un tiempo que es sin duda menos promisorio, el presente de nuestras universidades, hoy hostigadas cotidianamente y de muy diversos modos por declaraciones y políticas concretas impulsadas desde la cima del aparato del Estado. Algo de eso es lo que pudo hacerse en la segunda semana de junio de este año en la ciudad universitaria de Cordoba , donde se llevaron adelante un conjunto de actividades, encuentros y conmemoraciones en relación con el centenario de la Reforma. Entre esas reuniones, que congregaron a miles de universitarios de la toda la región y a expertos en el asunto del mundo entero, cabe mencionar especialmente la III Conferencia Regional de Educación Superior, convocada por el Instituto para la Educación superior de America Latina y el Caribe (IESALC) de la UNESCO.

 

Córdoba, 1918

“Luchamos por una universidad más vinculada con las necesidades de los oprimidos.”
Julio Antonio Mella, El concepto socialista de la Reforma Universitaria

Una mirada de conjunto de la Reforma y sus grandes documentos (a la cabeza de los cuales hay que poner sin duda el bien conocido “Manifiesto Liminar” de fin de junio de 1918) permite identificar tres legados principales del movimiento reformista sobre la historia de las luchas sociales posteriores. En primer lugar, su fuerte vocación latinoamericana, y, todavía más que eso, su efectivo impacto en varios países de todo el continente, muy especialmente en Perú, en México y en Cuba. La idea de América Latina (la posibilidad misma de pensar a “América Latina” como algo así como una identidad) es tributaria de la Reforma del 18 e inseparable de esta vocación y de este impacto, que se expresa con particular fuerza en los pensamientos y las acciones militantes de protagonistas fundamentales de esa historia como Deodoro Roca, Gabriel del Mazo o Manuel Ugarte.

En segundo lugar, el obrerismo militante que tuvo el movimiento, y su apuesta por una solidaridad obrero-estudiantil cuya importancia a veces se soslaya en el relato de los hechos de 1918. Esta comunidad de luchas y este apoyo cruzado de estudiantes que defendían la lucha obrera y de obreros que sostenían la Reforma fue sin embargo fundamental, y constituye un legado perdurable de todo el movimiento. Por cierto, esta unidad obrero-estudiantil es uno de los rasgos más salientes del modo en que la ideología reformista penetró en la vida política cubana en los tiempos del dirigente comunista Julio Antonio Mella y del líder revolucionario Fidel Castro, y también una de las líneas de continuidad más fuerte que es posible trazar entre la Reforma Universitaria del 18 y los movimientos estudiantiles que estallaron en todo el mundo cincuenta años después.

Por último, la vocación de democratización de la vida universitaria de la que dejan constancia los grandes textos que produjo la Reforma, donde tienen una presencia decisiva las dos categorías centrales de la libertad y del derecho. La primera recibe también otro nombre, con el que llega con fuerza hasta nosotros: autonomía. La idea de autonomía universitaria es, en efecto, una herencia mayor del movimiento reformista. La otra no ha hecho más que ampliarse en este siglo de historia universitaria, social y política de nuestros países, lo que nos permite hoy pensar no solo en el derecho de los universitarios a gobernar sus instituciones, sino a estas mismas instituciones como las encargadas de garantizar la posibilidad de un ejercicio efectivo de lo que hoy nos gusta llamar un “derecho a la Universidad” de los ciudadanos y los pueblos.

 

Estudiantes y política

“A veces la historia trata de expresarse en las pequeñas cosas (…) Entonces no bastarán las reprimendas y los protagonistas aprenderán que un período de cambios se ha abierto.”
Juan Carlos Portantiero, Estudiantes y política en América Latina

Alo largo del año pasado, las páginas de Noticias UNGS dieron hospitalidad a una serie de trabajos en los que tres expertas en distintas dimensiones del proceso que se abrió en 1918 nos fueron preparando para esta conmemoración, y no vamos a repetir aquí lo que escribieron Natalia Peluso sobre los efectos regionales de la Reforma, Sofía Tezza sobre los modos de pensarse la “función social” de la Universidad y Daniela Perrotta sobre algunas de las figuras fundamentales de aquel movimiento estudiantil de un siglo atrás. Sí quizás valga la pena mencionar, con el mismo ánimo de apuntar algunos materiales útiles para pensar mejor la actualidad de la reforma, la reciente reedición del clásico libro de Juan Carlos Portantiero Estudiantes y política en América Latina, a través del sello editorial de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.

Aunque se venía incubando desde hacía tiempo, el movimiento que conocemos como “Reforma Universitaria” comenzó quizás a inicios del año 1918. En marzo, los estudiantes, que hacía meses reclamaban una cantidad de cambios, crearon un Comité Pro Reforma Universitaria, y en mayo fundaron la Federación Universitaria de Córdoba. El 15 de junio, cuando una Asamblea Universitaria estaba dando el triunfo del candidato conservador y clerical al rectorado Antonio Nores frente al postulante apoyado por el movimiento estudiantil, Enrique Martínez Paz, un grupo de estudiantes irrumpieron en la sala, destrozaron vidrios, muebles y retratos, declararon la huelga beneral y mantuvieron tomada la Universidad durante unas cuantas horas. Ese día, en el que comenzó la historia del conjunto de acontecimientos a los que englobamos bajo el nombre de “Reforma”, es el que suele elegirse para conmemorar aquel acontecimiento.

Pocos días después, el 21 de junio, los estudiantes dieron a conocer el documento mayor y más conocido de los muchos que produjo la Reforma: el “Manfiesto Liminar”, redactado por Deodoro Roca (quien sin embargo no lo firmó: lo suscribe un grupo de estudiantes, y Roca se había graduado ya hacía un tiempo), que es un texto extraordinario. Dirigido “A los hombres libres de América”, y escrito en la gran prosa del idealismo juvenilista y del latinoamericanismo antiimperialista que animó todo el movimiento, el texto plantea los grandes postulados de redención moral de la universidad frente a lo que presenta como la tiranía del pequeño núcleo de profesores que hasta entonces la regía. Hasta hoy, el Manifiesto es un texto profundamente inspirador de las luchas estudiantiles y democráticas en la Universidad, y no solo en la Argentina.

 

Córdoba, 2018

“Se trata de crear instituciones que no se basen en la santidad del oficio, sino en el oficio de revisar constantemente el juicio en la simultaneidad de los juicios.”
Horacio González, Saberes de pasillo

En el pasado mes de junio, los fastos del centenario de la Reforma coincidieron con la celebración, en la misma ciudad de Córdoba, de la III Conferencia Regional de Educación Superior, que reunió durante cuatro días, en la más antigua Universidad del país, a casi 500 rectores de toda la región y a un total de 10.000 participantes. Organizada por el Instituto para la Educación Superior de América Latina y el Caribe de la UNESCO, la Secretaría de Políticas Universitarias del Ministerio de Educación de la Nación (cuyo titular fue sonoramente abucheado durante la ceremonia inaugural), el Consejo Interuniversitario Nacional y la Universidad anfitriona, la reunión tenía como antecedentes las de La Habana en 1996 y Cartagena de Indias en 2008, y preparatoria de la próxima Conferencia Mundial de Educación Superior a desarrollarse en París el año próximo.

En vísperas de la Conferencia, y organizada por la Confederación Nacional de Docentes Universitarios CONADU y otras organizaciones gremiales y académicas, se desarrolló en la Ciudad Universitaria de la UNC un “Encuentro Latinoamericano contra el Liberalismo y por una Universidad Democrática y Popular”, que contó con una masiva concurrencia, con importantes invitados nacionales e internacionales y con una destacada representación de la UNGS, cuya actual rectora, Gabriela Diker, y cuyo rector anterior, Eduardo Rinesi, participaron del panel de cierre en el plenario de clausura del encuentro. Daniela Moran, de FM La Uni, que cubrió para la radio de la Universidad el conjunto de actividades de esos días, relata en un recuadro aparte, en estas mismas páginas, algunos detalles de esa multitudinaria reunión de docentes y estudiantes.

Desarrollada entre el 11 y el 14 de junio, la III Conferencia Regional de Educación Superior se organizó en torno a siete ejes temáticos: “La Educación Superior como parte del Sistema Educativo en América Latina y el Caribe”, “Educación Superior, diversidad cultural e interculturalidad en América Latina y el Caribe”, “La Educación Superior, internacionalización e integración regional de América Latina y el Caribe”, “El rol de la Educación Superior de cara a los desafíos sociales de América Latina y el Caribe”, “La investigación científica y tecnológica y la innovación como motores del desarrollo humano, social y económico de América Latina y el Caribe”, “El papel estratégico de la Educación Superior en el desarrollo sostenible de América Latina y el Caribe” y “A cien años de la Reforma Universitaria de Córdoba”.

Los debates se organizaron bajo los formatos de conferencias magistrales, foros académicos, simposios sobre los distintos ejes temáticos que mencionábamos recién y mesas de debate en torno a una treintena de temas de los más diversos. Como parte de las actividades también se desarrolló un Foro de Estudiantes bajo el título “El centenario del Manifiesto Liminar de Córdoba y el futuro de la educación superior”, así como una cantidad de asambleas, presentaciones, conversatorios y reuniones intergubernamentales. En el acto de clausura de la Conferencia se dio lectura a una Declaración Final que recoge los aportes de representantes de los gobiernos, las sociedades, los gremios y las instituciones de educación superior de toda la región, y que define un conjunto de acciones y recomendaciones para los próximos diez años.

La Declaración Final de la Conferencia ratifica el principio, establecido en la de Cartagena de Indias diez años atrás, de que la educación social es un bien público social, y que como tal es un derecho que debe ser garantizado por los Estados. Ante las evidencias de la creciente mercantilización de la educación en todos sus niveles, el documento insta a los gobiernos de los Estados de toda la región a “establecer rigurosos sistemas de control de la educación superior y de otros niveles de la educación” y a realizar acciones que garanticen el acceso universal a la educación terciaria, la permanencia de los estudiantes en ese nivel educativo y su titulación. También se expresa en defensa de la autonomía universitaria y destaca la necesidad de fortalecer el diálogo intercultural universitario y de enfatizar la cooperación sur-sur y regional.

 

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