REFORMA DEL ESTATUTO.

Desde hace años, muchos de nosotros participamos activamente en la vida de la UNGS, ya sea como representantes por la comunidad en el Consejo Superior, como representantes en distintas comisiones y proyectos, o incluso acompañando la creación de la Universidad. Esa participación no solo tuvo que ver con querer saber qué pasa puertas adentro o con presentar nuestras demandas, sino también con querer ser parte en la toma de decisiones políticas institucionales, como es ahora la discusión del Estatuto.

Pensar que existe un adentro y un afuera no es el problema, lo importante es la forma en que se vincula la Universidad con la comunidad.

Desde los inicios, la participación como consejeros por la comunidad en el Consejo Superior y la conformación del Consejo Social Asesor desde 2012 son una forma de institucionalizar nuestra participación y, también, una manera de democratizar la Universidad.

En estos ámbitos y también en innumerables intercambios formales e informales entre las organizaciones sociales y las autoridades, docentes, estudiantes y personal de la Universidad, hemos fortalecido el vínculo entre territorio y universidad y ha madurado nuestra forma de mirar y entender la vida universitaria.

Sería interesante pensar qué es la comunidad, quiénes hacemos la comunidad. Muchas veces escuchamos las frases “existe un afuera, un adentro”, “la relación entre el adentro y el afuera”, palabras muy comunes en los debates o actividades académicas. Creemos que muchas veces estas definiciones se mezclan o confunden con el tema de la autonomía universitaria.

Creemos que pensar que existe un adentro y un afuera no es tanto el problema, sino que lo importante es la forma en que se vincula la Universidad con quienes no somos formalmente miembros de la comunidad universitaria en la condición de estudiantes, investigadores docentes, trabajadores administrativos o graduados. Es esa reflexión la que hace que nos preguntemos: ¿de qué debería ser autónoma la universidad? ¿Las organizaciones de la comunidad son actores ajenos?

Y la respuesta es que creemos que no. La universidad es un bien público, un bien de la sociedad. Y por lo tanto su autonomía está vinculada con los objetivos que debe cumplir y con el territorio y la población; la universidad es un recurso de todos. Entonces, la gran cuestión es cómo podemos administrar colectivamente los bienes comunes y sociales. Aún más, en el caso de la Universidad, la pregunta se transforma: ¿cuál es la capacidad de articulación de la Universidad con las organizaciones sociales?, ¿y con el territorio en el que está inserta y del que es un actor más?

Esta capacidad de articulación debe realizarse en medidas concretas. Una de ellas es la participación de los consejeros por la comunidad en el Consejo Superior que tuvo la UNGS desde su creación, y posteriormente, en los últimos años, fue la creación del Consejo Social. De este modo, la UNGS fue dando pasos, madurando esta relación entre universidad y organizaciones. Esto es un proceso. La reforma del Estatuto es una instancia más, que debe tener en cuenta este camino que hemos realizado juntos, y aprovechar esta oportunidad para dar un paso más, para consolidar los múltiples vínculos entre universidad y territorio. La pregunta que nos tenemos que hacer hoy es de qué forma garantizamos una representación legítima de la comunidad en el Estatuto de la Universidad; de qué modo lo hacemos.

En la situación actual, la participación de la comunidad en el Consejo Superior es importante y necesaria, pero dadas las características no logra satisfacer las expectativas de las organizaciones, que esperamos que se amplíe y se democratice. La representatividad sin voto es elitista, no se trata de otorgar un lugar en el Consejo Superior para que las organizaciones expresen sus opiniones y luego se retiren, porque así no se logra el compromiso por parte de las mismas en la construcción de comunidad y universidad.

Por esta razón, como miembros del Consejo Social proponemos y hacemos especial hincapié en que los representantes de la comunidad no solo puedan expresar sus reflexiones sobre los problemas tratados sino que puedan VOTAR, dado que actualmente los consejeros por la comunidad que se desempeñan en el Consejo Superior participan “con voz pero sin voto”, lo que interpretamos como una realidad que se opone claramente al pensamiento inclusivo, participativo y democrático.

Lograr el voto en el Consejo Superior es un paso muy importante en el recorrido que venimos teniendo. Esperamos que las voluntades de quienes integran la comunidad universitaria se expresen a favor de esta posibilidad, que permitirá profundizar y avanzar en una articulación más fuerte entre universidad y organizaciones. Implica el reconocimiento del otro, un avance en la democratización de nuestras instituciones. Luego de 30 años de democracia hay que avanzar en la discusión sobre la democracia interna de las instituciones y en acciones que las hagan más inclusivas, menos corporativas y menos sectarias. Y en este proceso, las organizaciones queremos participar del debate, tenemos aportes, experiencias que podemos poner en común.

Pero el vínculo no termina acá, también tiene que haber un proceso de autorreflexión nuestra como organizaciones.

Las organizaciones e instituciones sociales, políticas, estatales, económicas y culturales son las protagonistas más activas de los cambios sociales, incluidas las universidades. En este proceso de avances (o retrocesos) en las transformaciones sociales debemos superar la idea de que la universidad va dando un marco teórico a las prácticas de las “organizaciones del territorio”. Debemos reflexionar sobre cuál es el hilo delgado por el cual unos ocupan un lugar de privilegio en la intelectualidad y otros tenemos la experiencia del hacer o “somos poseedores de la capacidad empírica”, hablando en términos académicos.

Hacemos especial hincapié en que los representantes de la comunidad no solo puedan expresar sus reflexiones sobre los problemas tratados sino que también puedan votar.

La democratización de nuestras instituciones implica la apertura y el diálogo de esos múltiples saberes y perspectivas sobre la misma realidad sobre la que actuamos, pero no necesariamente bajo esa división entre quienes “hacen” y quienes “piensan”. No hay comunidad que pueda transformarse sin saberes y sin reflexiones sobre sus prácticas, por lo que las experiencias y conocimientos que surgen en torno a ellas son patrimonio colectivo del tejido social.

Mónica Mendoza
(Representante del Consejo Social de la UNGS en la CRE)
Oscar Pérez y Eduardo Caprarulo
(Representantes por la comunidad en el Consejo Superior de la UNGS)

 

Ver La comunidad en el gobierno universitario
Ver El Consejo Social en la Universidad Nacional de las Artes