DOSSIER 2019. LA UNGS OPINA. DOCE NOTAS PARA PENSAR LA COYUNTURA.

 

En 2018, más del 75% del empleo total de Argentina correspondía a trabajo asalariado. Sobre el total de habitantes, 55% eran asalariados y 24,7% tenían menos de 14 años, por lo cual casi el 80% de la población dependía de un salario para vivir. El salario es entonces, para la mayor parte de la población, el principal recurso económico de seguridad personal y familiar, así como un medio privilegiado para la planificación de la propia vida, en la que no se incluyen solo las necesidades alimentarias, de salud y vestimenta sino también las apuestas a futuro. Un salario seguro permite planificar un endeudamiento personal o familiar de largo plazo (un compromiso de alquiler de una vivienda o hasta “la casa propia”). También dependen del salario la educación de los hijos, la compra de un automóvil, la realización de algún viaje de placer o las vacaciones. Desde mediados del siglo XX, lxs trabajadorxs contaron con esas seguridades. Después, los gobiernos impusieron políticas que provocaron fuertes deterioros en las condiciones salariales de esxs trabajadorxs. Desde mediados de los setenta, el neoliberalismo es el protagonista de esas reversiones.

El principal argumento neoliberal para justificar su acción depredadora sobre las condiciones de vida de lxs trabajadorxs es la existencia de una crisis económica terminal que, según su diagnóstico, es motivada por el alto déficit fiscal, que provoca una inflación elevada, el alto costo salarial y la baja productividad del trabajo. Es decir, el Estado gasta mucho y mal, provoca inflación y el trabajo poco productivo afecta la competitividad del país. Por lo cual los gurúes neoliberales recomiendan disminuir fuertemente el gasto estatal (reducir personal, eliminar áreas de gobierno, bajar salarios de empleados estatales, recortar presupuestos en educación, ciencia y técnica, salud, eliminar subsidios a los servicios públicos, recortar gastos en infraestructura), modificar la legislación laboral vigente e impulsar negociaciones con los sindicatos que tengan como resultado la flexibilización de la mano de obra y la reducción del costo del trabajo. Ello redundaría en una mejora de la economía, ya que, con impuestos más bajos y con menores costos de la mano de obra, la inversión privada aumentaría para luego generar ganancias que derramarían sobre el conjunto de la población en la forma de mejores empleos y altos salarios. Además, la devaluación de la moneda impulsaría la inversión en el país de los capitales internacionales.

¿Pero cuáles son las verdaderas consecuencias de estas políticas? El achicamiento estatal implica expulsión de personal en el sector público, reducción de salarios para el resto de los empleados y ajuste en gastos y subsidios, que provocan reducciones salariales por gastos mayores en salud, educación, transporte, etc. La flexibilización laboral, por su parte, motiva la eliminación de puestos de trabajo, la precarización de otros y fuertes reducciones salariales en el sector privado. La depreciación de la moneda nacional importa una fuerte reducción del salario en dólares, afectado, a su vez, por el incremento de la inflación. Todo se asienta en otro fuerte supuesto: una genuina prosperidad futura compensará los sacrificios actuales. Pero Argentina ya vivió varias veces esta experiencia. En 2002, tras el período neoliberal de 1989-2001, la desocupación superaba el 21%, había un 54% de pobres y un 25% de indigentes, y el salario caía el 25,4%. En 2018, la repetición del modelo provoca un desempleo del 9,1%, una pobreza del 32% y una caída salarial del 11%. Entre febrero de 2019 y febrero de 2018 hubo 159.400 asalariadxs registradxs menos. En el mismo período la remuneración real promedio, de acuerdo al Ministerio de Producción y Trabajo de la Nación, se redujo 8,8%.

Pero hay una amenaza aún mayor para lxs trabajadorxs: el “emprendedor virtuoso”, propagandizado por el neoliberalismo como la figura que podría reemplazar al contrato laboral de alto costo. Se trata de un “emprendedor” que selecciona y elige la mejor opción de trabajo, pero que, en definitiva, termina liquidando la relación laboral. Esta experiencia ya está en marcha en Argentina en lo que se llama “economía colaborativa”, que es la que desarrollan empresas de plataformas digitales como Glovo, Rappi, Pedidos ya o Uber. En este caso, el salario no se achica: se disuelve. Hasta ahora, la promesa neoliberal no pudo ser demostrada: los sacrificios de corto plazo nunca dieron lugar a beneficios posteriores. Lo que sí pudo asegurar el neoliberalismo es que sus políticas generen una inmediata y enorme transferencia de recursos económicos de los ingresos de lxs trabajadorxs al capital más concentrado. Es decir, con ese modelo siempre alguien obtuvo elevados beneficios y seguridades de muy largo plazo. Se hace entonces absolutamente necesario estar atentxs y advertir el sentido de los sacrificios que se nos piden y las promesas que se nos hacen a cambio de ellos.

Osvaldo Battistini

Foto: Periódico El Grito del Sur.

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