A 40 AÑOS DEL GOLPE DE ESTADO.
No podemos pasar otros cuarenta años hablando de los cuarenta años –decía el personaje que interpretaba José Sacristán en el film español Solos en la madrugada. Era el monólogo final, y a su vez el cierre, en la ficción, de la temporada del programa radial que daba título a la película, aunque en realidad era la reflexión sobre la España de 1977, cuando la entrada a la vida democrática era irreversible. El monólogo tiene frases geniales, pero no entra en esa categoría la que elegí para empezar, pues los hechos nos demuestran que el silencio pactista de los españoles fue como coser una herida infectada, que con el tiempo se gangrena. Hoy, cuarenta años después, muchos españoles reclaman por sus padres y abuelos asesinados o desparecidos hace ochenta años, y eso es porque no se habló ni actuó en su momento.
Pero no me convocaron a hablar de España sino de la Argentina, y de los cuarenta años del inicio de la dictadura. El 24 de marzo de 1976 las Fuerzas Armadas llevaron adelante un golpe de Estado para implementar un plan económico a favor de las clases más altas, pero para ello debieron aplicar un sistema de terror para que nadie se interpusiera. Un grupo de civiles convocó a los militares para formatear al país a su imagen y semejanza, y para ello convencieron a los uniformados de que eran los salvadores de la civilización occidental y cristiana frente a sistemas foráneos, ateos y socializantes. Mientras se despedían trabajadores, se reprimía en las calles, fábricas, escuelas y universidades. Mientras desaparecían obreros, se abría la importación y se cerraban empresas. Mientras torturaban obreros, se establecía un sistema cambiario donde el dólar tenía un costo tal que muchos argentinos viajaban al exterior y cada vez que veían algún producto que les interesaba decían “deme dos”. Mientras robaban y distribuían bebés, la deuda externa era multiplicada más de diez veces, es decir que de 4 mil millones de dólares en 1975 se pasó a deber 60.000 millones en 1983. Mientras cientos de argentinos vivían en el exilio, toda una generación de jóvenes era enviada a guerrear contra los ingleses y la OTAN en las islas Malvinas.
Y queda mucho en el tintero, pero es necesario decir que a lo largo de cuarenta años hubo gente que resistió, que luchó, que se organizó, que no se cayó ni calló, que logró juicios, que obtuvo condenas, que consiguió recuperar más de cien bebés robados, que buscó y localizó los restos de algunos de los desaparecidos. Gracias a eso hoy se puede hablar, con dolor, pero con fundamentos, sobre el genocidio que se perpetró durante el terrorismo de Estado. Gracias a ese hablar y convencer, los negacionistas del genocidio argentino hoy son rechazados de manera frontal por la sociedad.
Agenda para un territorio
Y nosotros: ¿hablamos o callamos? Me refiero a los que estamos relacionados con la UNGS y caminamos la región vinculada a Campo de Mayo, ese territorio al que los militares denominaron Zona 4 y que abarcaba una veintena de municipios del norte del Gran Buenos Aires. Durante los primeros 20 años hubo silencio y el armado de organizaciones de DD.HH. fue casi inexistente. La penumbra que proyectaba la guarnición militar siguió, con cuartelazos en 1987 y 1989, y luego con la desagradable noticia de tener a un militar sedicioso como intendente de San Miguel, a partir de 1996. El silencio y la desmemoria dejaban sus huellas en el territorio.
Hay que reconocer que el 2003 fue un punto de inflexión, y además de la anulación nacional de las leyes de impunidad, en lo local surgieron grupos como el Serpaj, la Comisión de Campo de Mayo, la activación de docentes a través de los encuentros de Jóvenes y Memoria, y hasta el intento de expropiar por ley algunas hectáreas de la inmensa unidad militar y generar un espacio de memoria. Tiempo antes el diario La Hoja llevó adelante una campaña de publicación de los actos del terrorismo de Estado, pero era una voz solitaria en pleno apogeo neoliberal. En la justicia se abrió una causa judicial gigante, y se desglosaron casos en los que fueron juzgados y condenados los que estuvieron vinculados a los centros clandestinos de detención de Campo de Mayo.
Y llegamos a un momento crucial para el territorio, cuando se cumplen 40 años de la instauración de la política genocida de la última dictadura. Desde el terreno académico hay poco investigado, escrito y publicado sobre Campo de Mayo; las voces de los que protagonizaron la historia se apagan sin que se guarden registros orales, y se corre el riesgo de que las nuevas generaciones entren al reinando del silencio y la desmemoria. A ello se agregan tres décadas intensas donde hubo nuevas políticas, con etapas como la consolidación democrática, la avanzada neoliberal, la crisis de 2001 y los gobiernos del bicentenario. La agenda es intensa para los investigadores, los docentes, los militantes y los ciudadanos en general. Es necesario hablar de lo que ocurrió en los últimos cuarenta años, para poder proyectar las próximas cuatro décadas.
Fabián Domínguez
Profesor de Historia, documentalista
y co-autor de La Sombra
de Campo de Mayo
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