El tiempo y el espacio

15 septiembre, 2020 - 5 minutes read

 

 

La actual coyuntura de pandemia y aislamiento, de crisis social y sanitaria y de alteración de la cotidianeidad de nuestras vidas y de la vida de nuestras instituciones nos enfrenta (nos viene enfrentando, desde hace ya seis meses) a la evidencia de un trastrocamiento muy radical de las coordenadas de tiempo y de espacio en las que se organiza nuestra experiencia individual y colectiva. Cuando comenzamos a editar de modo virtual este número especial, extraordinario, de Noticias UNGS, decidimos ponerle un título: “Tiempo ahora”, expresión que traduce una feliz ocurrencia del filósofo alemán Walter Benjamin. A días de cumplirse el 80º aniversario del suicidio del autor de las Tesis de Filosofía de la Historia, en este número publicamos una sugestiva reflexión acerca de esa idea sobre el tiempo, de especial significación, nos parece, en esta circunstancia en la que vivimos.

Que si por un lado nos ha enrarecido, enloquecido, el tiempo y nuestra experiencia del tiempo y en el tiempo, por otro lado nos viene invitando a redoblar nuestro compromiso con el estudio de –y con la intervención sobre– los problemas del espacio que habitamos, un espacio que parece necesario pensar en, por lo menos, tres dimensiones diferentes. Por un lado, la de ese espacio mayor que es el mismísimo planeta, sobre cuyo futuro (sobre cuyo futuro, sobre todo, como esa patria común de la humanidad de la que hablaba un par de décadas atrás el filósofo francés Edgar Morin) se ciernen –como se ha vuelto evidente en este tiempo– no pocas amenazas. Se ha dicho: el Covid-19 es un problema, pero es sobre todo el síntoma de un conjunto de problemas mucho más serios, que tenemos la responsabilidad (en todas partes, pero especialmente en nuestras universidades) de tomarnos muy en serio.

Es necesario que nos tomemos muy en serio, en efecto, esos problemas y esas severas amenazas, que no pueden dejar de ocupar un lugar fundamental en nuestros procesos colectivos de toma de decisiones informadas y juiciosas sobre los mejores modos de organizar nuestra producción, nuestra economía y nuestras vidas. Lo cual nos lleva a la segunda de las tres dimensiones del espacio que tenemos, en esta circunstancia, que pensar: la de ese espacio de referencia fundamental de muchas de nuestras acciones y de muchos de nuestros pensamientos que es el que circunscriben los límites del Estado-nación en el que (y en relación con el cual) organizamos una parte importante de nuestra existencia colectiva, existencia que nadie dirá que no se ha visto, en las tres semanas que transcurrieron desde nuestra última renovación de materiales de esta revista, agitada –sacudida, incluso– por más de una razón.

Por último (pero, como suele decirse, “no en último lugar”), es necesario que pensemos el modo en que esta extraña circunstancia sanitaria y social que atravesamos ha afectado la vida de muchas personas, el trabajo de diversos gobiernos locales y el funcionamiento de numerosas organizaciones sociales en un tercer nivel en el que resulta necesario pensar este problema del espacio: el de ese espacio más inmediato y más cercano a los esfuerzos que realiza cotidianamente, como lo revelan varios de los informes que estamos “subiendo” hoy a esta revista, una institución de formación, investigación, acción social y promoción de la cultura de fuerte arraigo territorial –y de fuerte compromiso con su territorio– como nos pone muy contentos y muy contentas que sea nuestra Universidad. De todo eso se habla en los distintos artículos con los que estamos renovando este número especial de

Noticias UNGS

 

 

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