ROBERTO NOËL DOMECQ (1930 – 2017).

 

 

Conocí a Roberto Domecq un día de febrero en su “oficina de Buenos Aires”, el bar Tolón, y a partir de allí compartimos muchas veces el camino de ida y vuelta a la Universidad, en el sentido concreto y metafórico de esta afirmación.
En ese camino no sólo está la UNGS. También tuve el placer, y los desvelos, de acompañarlo en el proceso de creación de la Universidad Nacional de Tierra del Fuego.
La conversación que mantuvimos aquella mañana acerca de la Universidad, sus desafíos y la responsabilidad de hacer, en este caso de la UNGS, a partir de las acciones cotidianas, una institución abierta, plural, en la que en equipos asumiésemos la tarea de generar condiciones para el aprendizaje de todxs los estudiantes, pero que también y al mismo tiempo fuese un espacio para desafiarnos a todxs los que trabajásemos en ella, sin conformarnos sólo con hacer mejor lo ya conocido, me fue convenciendo de que era una apuesta en la que quería participar.
Cuando digo me fue convenciendo es porque confieso que no me quedó del todo claro en esa conversación en qué camino iniciaba esta nueva marcha. Fue importante ir conociendo a los equipos, docentes y no docentes, a los estudiantes, a los colegas de otros institutos, al territorio y su gente.
La Universidad estaba teniendo en ese momento, el año 2000, sus primeros egresados. Roberto ya era el director del Instituto del Desarrollo Humano, del “cuarto instituto”, y teníamos entre todos, entre otras actividades, el reto de repensar la formación de profesores en la UNGS en el marco de la primera reforma curricular.
Acompañar esta tarea fue la primera de las muchas en las que el trabajo con Roberto Domecq me permitió replantear mis propias certezas, poniendo en juego lo que sabía, invitándome a la incomodidad de no necesariamente quedarme con ellas.
Roberto ha sido un incitador de pensamiento y acción, que, en una extraña combinación de respeto e irreverencia, propuso a quienes trabajamos a su lado espacios de creciente autonomía.
Convencido de la necesidad de replantear cada día la pertinencia y relevancia de la actividad universitaria tanto en la docencia y en la investigación como en los servicios, proponía incansablemente buscar las maneras en que la universidad no sólo se “vinculase” con el territorio sino que fuese parte activa del territorio y de la dinámica de sus problemáticas.
No siempre fue sencillo entender sus planteos ni sus proyectos porque, justamente, pese a que parecía muy firme en sus posiciones, con el tiempo aprendí a entender que las conversaciones con él eran un espacio para copensar.
Tal vez ese primer encuentro y el diálogo con que cerramos aquella primera conversación fue una anticipación del trabajo que compartiríamos y al que invitaba; ante mi pregunta acerca de en qué pensaba mi incorporación a los equipos de investigación y docencia en el IDH podrían ayudar, y a qué esperaba que yo pudiese hacer para contribuir específicamente en la tarea para la cual me convocaba, su respuesta fue un guiño a lo que vendría: ¡si supiésemos qué pedirle ya lo hubiésemos hecho!
Aquienes compartimos sueños, fuertes discusiones, desvelos y “travesuras” con Roberto Domecq su partida nos provoca profunda tristeza. Incansable soñador, generoso y perseverante, siempre tuvo un proyecto por delante que nos obligaba a salir de nuestra zona de confort. Defensor de una universidad pública comprometida con su territorio y su tiempo, nos deja el mandato de hacernos nuevas preguntas para tratar de entender y actuar, siempre con otros, en el mundo en el que vivimos. La tristeza seguramente se irá convirtiendo en calma alegría, la alegría de haberlo conocido y de haber compartido parte de su camino.

 

 

Paula Pogré

Foto: Domecg trabajando junto a los integrantes de la Comisión Asesora del Rectorado durante la organización de la UNGS.

 

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