ROBERTO NOËL DOMECQ (1930 – 2017).

 

 

En el lapso de cuarenta años tuve tres encuentros sustantivos con Roberto. Lo conocí en 1961. Por entonces formaba parte del equipo de Programación Regional del Consejo Federal de Inversiones junto con otros estudiantes de la Licenciatura en Economía Política (UBA). Teníamos a cargo elaborar lo que finamente fueron las Bases para el Desarrollo Regional Argentino. En medio de ese proceso “cayó” literalmente el Ingeniero Roberto Domecq, que, si bien recuerdo, salía de una experiencia de gestión pública de signo ajeno, y fue incorporado al grupo como sapo de otro pozo. Pero poco faltó para que fuera uno más y aportara desde su visión desarrollista del país. La propuesta de los Polos de Desarrollo de François Perroux orientó nuestro trabajo, donde Roberto dibujaba visionarias estrategias de integración de nuestro “futuro” sistema regional al sistema global.
Salí del país a seguir estudios de posgrado y, en 1971, a poco de haberme incorporado al Instituto Di Tella, me propusieron hacerme cargo de la intervención al Departamento de Economía de la Universidad Nacional del Sur, donde los estudiantes reclamaban el desplazamiento de un grupo de profesores retrógrados y otra orientación para su carrera. ¿Quién había iniciado esa renovación?: Roberto Domecq, que por diversas circunstancias ahora se retiraba. El surco estaba trazado y en dos años se completó la tarea transformando democráticamente el plan de estudios e integrando por concurso un equipo extraordinario de economistas, por entonces censurados por otras universidades bajo el gobierno de Lanusse. Por la incriminación de esa experiencia como “infiltración ideológica” (en realidad: por “demasiado pluralismo teórico”) fue que en 1976 tuvimos que salir al exilio.
El tercer encuentro fue en 1994, cuando me llamó para acompañarlo en el diseño de una nueva universidad nacional: la UNGS, de la cual era Rector Organizador. Fue tan atractiva la tarea, dirigida estratégicamente por Roberto, que nos dejaba trabajar con libertad de creación, que decidí abandonar el fax y volver a instalarme en Argentina. Por esas coincidencias de la vida, fui elegido Rector de la Universidad sustituyendo al Rector Organizador con el que había trabajado cuatro intensos años. Al participar en el Consejo Interuniversitario Nacional pude sentir cómo Roberto había dejado la impronta de la singularidad de la UNGS dentro del sistema de enseñanza superior.
No me toca a mí enumerar la larga serie de “travesuras”, como él las llamaba, que en estos más de cincuenta años realizó Roberto, en todos los casos con un espíritu juvenil y emprendedor, asumiendo o inventando proyectos innovadores (no “más de lo mismo” fue el lema con que me atrapó en el proyecto UNGS). Siempre admiré cómo, desde la gestión de sus proyectos, combinaba el entretejido político de relaciones interinstitucionales con la actualización en la literatura, sus ejercicios como poeta y lo lúdico (donde estaba Roberto debía haber una parrilla para reunir a los amigos alrededor de un asado y buen vino).
No era fácil abrazarlo (¡mucho menos besarlo!), y dejé de intentarlo, pues su mano extendida marcaba la distancia del cuerpo a cuerpo, pero manejaba su afecto de otros modos, interesándose por cómo uno estaba, compartiendo generosamente ideas y platillos exquisitos en lugares especiales. Lo recuerdo, como cuando nos reuníamos en el café Tolón, caminando reconcentrado, con paso firme y rápido, empujando al viento. Con esa imagen me quedo, querido Roberto.

 

 

José Luis Coraggio

 

Foto: Roberto Domecq, José Luis Coraggio, Susana Hintze en la asunción de Coraggio como rector.

 

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