ROBERTO NOËL DOMECQ (1930 – 2017).

 

Recordar a Roberto me sumerge en un viaje en el tiempo que empieza cuando, en 1969, un joven economista llega y transforma totalmente el Departamento de Economía de la UNS, en Bahía Blanca, donde yo era alumna. Pasa luego por sus escalas por París durante el exilio, que reunía a los bahienses que andábamos por ahí en larguísimas charlas. Ya en democracia, lo encuentro impulsando proyectos de desarrollo y de Ciencia y Técnica en la Patagonia, región que fue su norte permanente. Volvemos a confluir, en 1995, con la creación de la Universidad Nacional de General Sarmiento.
Alo largo de este viaje surgen imágenes fuertes de Roberto que, por su coherencia, se mantienen:
Fue “desarrollador de futuro”. Tenía la capacidad de convocar desde ahí. Describía con tal fuerza, seguridad y entusiasmo el proyecto que era casi imposible no sumarse a esa propuesta si te lo proponía.
Sus proyectos tuvieron puntos comunes: el enfoque interdisciplinario, los acuerdos entre los actores sociales, económicos, académicos y el Estado, y la apuesta a la constitución de equipos.
Apesar de su hiperactividad, tenía mucha paciencia para esperar que los procesos se cristalizaran, lo que implicaba respetar los procesos de los otros y tener todas las reuniones que fueran necesarias. Eso sí, sin renunciar al objetivo.
Creía tanto en los proyectos que impulsaba que, al menos una vez, frente a problemas de financiamiento que frenaban el trabajo, financió él mismo una parte del proyecto.
Trabajar con Roberto también tenía aseguradas sorpresas, siempre aparecían “travesuras” que iluminaban la cotidianidad del trabajo. Disfrutaba mucho de su trabajo, a pesar de que los desafíos que enfrentaba no siempre significaban caminos fáciles.
No solo compartía lo laboral. También era el mejor en encontrar lugares para comer o para preparar comidas e invitarnos a cenar a su casa, sin olvidar los asados. Cuando lo gourmet no existía, él lo practicaba.
Por supuesto que no todo lo que encaró siempre resultó y/o perduró luego de que él se fuera. Pero sí creo que su impronta está marcada en todos los que formamos parte de sus equipos o de sus espacios.

 

María Cristina García

 

 

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