HOMENAJE AL PROFESOR JOSÉ PABLO MARTÍN, POR GISELA SUAZO (IDH).

Aquellos que educan bien merecen
más honra que los padres, porque los
segundos sólo han dado la vida, los
primeros el arte de vivir bien.

Aristóteles, Ética Nicomaquea

Uno de los filósofos sobre los que más había leído, estudiado, escrito y enseñado José Pablo Martín es Aristóteles. La detenida y minuciosa lectura de los sábados a la mañana de la Metafísica en sus memorables clases de la materia homónima, con un aula poblada por casi doscientos estudiantes absortos en la discusión sobre las ideas aristotélicas, y sus contrapuntos con los jónicos y el platonismo, es seguramente, junto con el riquísimo análisis del tratado De anima en Gnoseología, una experiencia inestimablemente valiosa para los estudiantes y graduados de la UNGS que transitaron por esos espacios, y a quienes era y es común escuchar decir que fue ahí donde les nació el deseo de continuar haciendo filosofía.

El respeto, la admiración y el afecto que le profesáramos estudiantes y graduados es resultado de la relación de aprendizaje con un Maestro que sabía construir conocimiento a partir de la lectura, el diálogo, la discusión y, sobre todo, la escucha. De verdad, José Pablo enseñaba a aprender y a enseñar desde el arte de la escucha y la respuesta singular a ese otro que esperaba ser acompañado en la aventura hermenéutica que había emprendido, animado por la confianza de nuestro Profesor en la capacidad y sensibilidad filosófica particular de cada uno de sus estudiantes. Y parados allí, a veces más, a veces menos perplejos en la lectura o en los análisis (en instancias de exámenes, de elaboraciones de escritos, etc.), esperábamos con certeza la mano afectuosa y cálida de José Pablo, quien templado de serenidad, y, subrayo: cargando ese instante de relevancia decisiva, ayudaba a desanudar confusiones y equívocos y donaba nuevos recursos que nos permitían seguir adelante.

La obra de José Pablo trasciende en sentido pleno, porque va más allá de su propio tiempo, pues está encaminada a abrir nuevos porvenires a las otras generaciones,nuevos confines de posibilidades más allá del suyo propio.

Dicen que un maestro se define por su obra, y que la obra, a su vez, se distingue por su trascendencia. El aporte de José Pablo a la historia de la filosofía es magnífico, porque, entre otras cosas, acompañado por un sobresaliente equipo internacional de investigadores, legó a las nuevas generaciones el acceso a la obra de Filón de Alejandría en español con exquisita traducción y comentarios. En el orden de las instituciones, fue uno de los arquitectos de la idea de la UNGS y uno de sus constructores más comprometidos en el diseño de una Universidad para una comunidad históricamente apartada del acceso a la educación superior. En el plano de la teoría y en el plano práctico, la obra de José Pablo trasciende en sentido pleno, porque va más allá de su propio tiempo, pues está encaminada a abrir nuevos porvenires a las otras generaciones, nuevos confines de posibilidades más allá del suyo propio. El trabajo intelectual, académico y pedagógico de José Pablo apunta a un tiempo más allá del horizonte de su propio tiempo y en esto hay que reconocer su enorme generosidad. En lo que a la significación de su obra respecta, José Pablo Martín es, sin duda alguna, nuestro Maestro.

Emmanuel Levinas –un filósofo que me incitó a leer José Pablo– explica que las relaciones fecundas consisten en brindarle al otro una dimensión de hospitalidad a partir de la cual ese otro retome sus variados vínculos con el mundo. Como dice este filósofo, quizá la función de paternidad o maternidad cumplan con esta necesidad existencial de recibimiento hospitalario para todos los sujetos. Pues bien, he de reconocer por mi parte, con profunda gratitud y orgullo, que es José Pablo Martín quien incesantemente, durante los últimos veinte años (desde que lo conocí), me sorprendió con su recibimiento y hospedaje espiritual, además de su cariño, que siempre voy a extrañar.

Gisela Suazo (IDH)

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