ROBERTO NOËL DOMECQ (1930 – 2017).

 

 

Roberto Noël Domecq nació en Olavarría. Desde allí emprendió, a los 17 años, un largo viaje que lo llevaría por los más diversos lugares del mundo: Europa, África y América ampliaron su mirada global y multiplicaron sus conocimientos e intereses. Fue un mentor y conductor de emprendimientos trascendentes y originales para el desarrollo de la industria nacional y la educación superior argentina. A lo largo de su intensa y fructífera vida fue un estudioso y activo promotor de la relación entre conocimiento y desarrollo, y especialmente de la planificación regional en la periferia capitalista, lo que lo llevó a interesarse por la construcción de universidades. Entre ellas, la Universidad Nacional de General Sarmiento.

 

En mi pueblo tuve la suerte de que el contador con el que trabajaba me guiara en la lectura de libros científicos, de historia, de política, abriéndome su biblioteca muy actualizada y ayudándome a descifrar los temas que me apasionaban: el origen de la vida, el universo, la evolución, la física cuántica, la dialéctica, la historia como proceso, las revoluciones. También me sirvió para entender a la gente, comprender cómo se mueve la sociedad, cómo nos acercamos al universo sin muletas religiosas ni verdades reveladas”, recordaba Roberto en la extensa entrevista comprendida en el libro Sueños, realidades y travesuras (Libros del Zorzal, 2010). El interés por esa multiplicidad de temas, la avidez por profundizar en ellos y por traducir el saber en acciones y empresas concretas, describen los principios que signaron su vida.
Tras una infancia feliz junto a su madre y sus dos hermanas, y una adolescencia marcada por el temprano fallecimiento de su padre, que lo lleva a trabajar en un estudio contable, Roberto se instaló en Buenos Aires, en 1947, para iniciar su formación superior en ingeniería industrial en la Universidad de Buenos Aires. Como estudiante universitario participó activamente en distintas agrupaciones que reivindicaban los principios de la Reforma del 18.
Producto de esa militancia, en 1952 asistió al Congreso Internacional de Estudiantes en Varsovia: tres meses en barco junto a 200 jóvenes, una experiencia inolvidable de grandes aprendizajes. En sus palabras, fue “el viaje en el que estuvieron contenidos todos los viajes”. Al año siguiente participó del Congreso que se realizó en Moscú. Por entonces se desempeñaba como secretario de difusión de EUDEBA, que dirigía Boris Spívacow, donde trabajaba para “acercar el libro a la calle, a los kioscos, hacerlo más accesible”.
La relación de Roberto con la Patagonia se inició a comienzos de los 60, cuando integró el Consejo Federal de Inversiones bajo la dirección de Eric Calcagno. Allí participó en la formulación de las bases para el desarrollo regional argentino, un trabajo que estableció las variables explicativas económicas de cada una de las provincias del país. En el marco de ese trabajo recibió una invitación para estudiar en Francia.
Fue así que en 1965 viajó a París para cursar el tercer ciclo de formación en Desarrollo Económico en la Universidad de la Sorbona. Luego se doctoró en “Desarrollo” en la Universidad de Grenoble, con la tesis “El problema regional argentino” (1972), donde discutía el problema de la planificación del desarrollo regional y de la industrialización para el caso argentino.
Asu regreso al país, en 1968, retomó su trabajo en lo que ahora era el Consejo Nacional de Desarrollo, y asumió el cargo de director de Planificación de la Patagonia. Fue nombrado profesor de Desarrollo Regional y luego director del Departamento de Economía de la Universidad Nacional del Sur entre 1968 y 1971, y coordinó la comisión que creó la Universidad Nacional de la Patagonia. En agosto de 1973 asumió como rector de la Universidad Nacional del Comahue hasta fines de 1974, cuando comenzó su exilio y el de su familia.
En su exilio trabajó como experto y director internacional de proyectos de Naciones Unidas, contribuyendo a la planificación regional en Bolivia, a la reformulación de la estrategia industrial del Acuerdo de Cartagena, a la elaboración del primer plan socialista de la República Popular de Benín, a la coordinación del diseño de un plan económico para la República Dominicana y a la formulación de planes de asistencia técnica para el desarrollo de Nicaragua y Guatemala.
Regresó al país de la mano de la democracia y durante una década continuó trabajando para las Naciones Unidas y la OEA. También trabajó en la Unión Industrial Argentina, coordinando un área dedicada a la pequeña y mediana industria, lo que le permitió incorporar una nueva visión del desarrollo industrial.
En 1993 fue nombrado rector organizador de la Universidad Nacional de General Sarmiento. “El partido de General Sarmiento es un lugar con distintos compartimentos demográficos y con una historia muy compleja. Cuando me ofrecieron organizar la Universidad, me dieron también la libertad para idear un proyecto que pudiera desentrañar esa complejidad, y eso le daba sentido a la propuesta: era una invitación a la innovación. La Universidad cumplió un importante papel de animación del desarrollo”, explicaba Domecq en una entrevista realizada por Karina Forcinito.
Fueron cuatro los principios sobre los cuales Roberto y los reconocidos profesionales a los que convocó pensaron la UNGS: no se vincularía con el territorio, sino que sería parte de él; debería constituirse en un espacio de encuentro de los actores de la comunidad; sería una universidad pública organizada en torno a los problemas de la sociedad, y a esos problemas buscaría dar respuestas. En ese sentido la UNGS trabajaría para producir conocimiento sobre un conjunto de problemas propios de la región que se validarían no sólo en sus respectivos campos científicos sino a partir de su relevancia social y en diálogo con otros saberes.
Para materializar estos objetivos, la estructura organizativa de la UNGS no tendría facultades, sino institutos. “Una facultad atiende una disciplina, una formación profesional. Un instituto, en cambio, atiende un tema, un problema. El concepto de instituto invita a pensar problemas, y esos problemas son los que dan sentido a la Universidad”, insistía por esos tiempos Domecq. Esos problemas fueron cuatro: el conocimiento, la industria, la ciudad y el desarrollo humano, y para estudiarlos en la UNGS Roberto propuso una nueva figura: la del investigador docente. “La pertinencia de la docencia ligada a la investigación se expresa a través del mejor conocimiento de un problema o situación”, explicaba en La construcción de una aventura, libro editado por la UNGS en su 20º aniversario.
Una vez normalizada la Universidad, Domecq fue elegido director del Instituto del Desarrollo Humano, y desde ese cargo continuó aportando a la consolidación del proyecto institucional. En 2003 fue nombrado Profesor Emérito, oportunidad en la que brindó una conferencia sobre la pertinencia y los limites de la relación universidad-empresa.
En ese acto, Francisco Gatto señaló que a lo largo de la vida de Domecq “está siempre la idea de conocer más, explorar nuevos lugares, desafiar los parámetros del mundo pequeño contable y proyectarse conquistas mayores. En el fondo existe una gran motivación, un gran interés interior de desafío personal, de ponerse a prueba, de involucrar a otras personas en su ‘travesura’, de hacer equipo y obtener logros conjuntos”.
Su último gran trabajo fue la organización, entre 2010 y 2015, de la Universidad Nacional de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur, que se empeñó en vincular con la construcción social del territorio, el desarrollo sostenible y la valorización de los activos humanos, naturales y económicos de la Provincia.
Roberto vivió abierto y bien dispuesto para entender los cambios, persuadido de que el sentido real de nuestras convicciones políticas se expresa en lo que hacemos realmente, en la naturaleza de las transformaciones en las que participamos. Se preocupó por contribuir a la construcción de un sistema universitario con capacidad para acompañar los cambios de la Argentina. ¿De qué forma se concibe, en un período de cambio, la presencia de la universidad? En cada una de las experiencias que condujo ese fue el interrogante y el desafío más fuerte. Las universidades deben estar vinculadas a la resolución de los problemas de los países, de los territorios y de la gente.
Fue prolífico también lo personal. Formó una frondosa familia, que lo acompañó de diversas formas a lo largo de su intensa vida: seis hijos, Roberto, Pablo, Fernando, Marcela, Gabriela y Martín, una ex mujer, Regina, con la que mantuvo siempre una relación cordial, y su compañera por más de 50 años, Hilda, quien caminó junto a él en esta vida de aventuras. Forjó también grandes amistades, fuertes vínculos con colegas, que reaparecían en distintos momentos de su carrera. Y fue un gran armador de equipos de trabajo, generando entusiasmo y reconociendo el compromiso y la dedicación.
Roberto tenía la gran capacidad, en una misma conversación, de teorizar sobre los más complejos aspectos de la globalización y sus efectos socioeconómicos, y acto seguido comentar con originalidad el último estreno cinematográfico. Era encantador, captaba la atención de su auditorio, con su voz grave y susurrante, pero a la vez entusiasta. Siempre presentaba un universo atractivo, desafiante, al que daban ganas de subirse y andar.
Su carácter renacentista le permitió escribir desde los planes para el desarrollo económico de una región o los principios de una nueva una universidad hasta las poesías y cuentos más sensibles. En el libro Palabras insoslayables, publicado y presentado a mediados de este año, Roberto recopiló los poemas que escribió a lo largo de su vida.
Su inteligencia creadora siempre buscó ensanchar el campo de lo posible. Su gran capacidad para conducir procesos de construcción colectiva y lograr que cada persona brindara lo mejor de sí sintiéndose cómodo y valorado hicieron de Roberto siempre un líder admirable, un ser excepcional.

 

 

Brenda Liener

 

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